La cultura del cuidado como camino de paz

“El año 2020 se caracterizó por la gran crisis sanitaria de COVID-19, que se ha convertido en un fenómeno multisectorial y mundial, que agrava las crisis fuertemente interrelacionadas, como la climática, alimentaria, económica y migratoria, y causa grandes sufrimientos y penurias. Pienso en primer lugar en los que han perdido a un familiar o un ser querido, pero también en los que se han quedado sin trabajo. Recuerdo especialmente a los médicos, enfermeros, farmacéuticos, investigadores, voluntarios, capellanes y personal de los hospitales y centros de salud, que se han esforzado y siguen haciéndolo, con gran dedicación y sacrificio, hasta el punto de que algunos de ellos han fallecido procurando estar cerca de los enfermos, aliviar su sufrimiento o salvar sus vidas. Al rendir homenaje a estas personas, renuevo mi llamamiento a los responsables políticos y al sector privado para que adopten las medidas adecuadas a fin de garantizar el acceso a las vacunas contra el COVID-19 y a las tecnologías esenciales necesarias para prestar asistencia a los enfermos y a los más pobres y frágiles” señaló el Papa Francisco en su Mensaje para la celebración de la 54 Jornada Mundial de la Paz.

 

A lo largo de su mensaje, fue profundizando sobre diferentes aspectos: Dios Creador, origen de la vocación humana al cuidado, Dios Creador, modelo del cuidado, El cuidado en el ministerio de Jesús, La cultura del cuidado en la vida de los seguidores de Jesús.

 

También se refirió a Los principios de la doctrina social de la Iglesia como fundamento de la cultura del cuidado. Dentro de ellos están: El cuidado como promoción de la dignidad y de los derechos de la persona, El cuidado del bien común, El cuidado mediante la solidaridad, El cuidado y la protección de la creación.

 

Luego continuó con: La brújula para un rumbo común, Para educar a la cultura del cuidado, No hay paz sin la cultura del cuidado.

 

Finalizó su mensaje señalando que “En este tiempo, en el que la barca de la humanidad, sacudida por la tempestad de la crisis, avanza con dificultad en busca de un horizonte más tranquilo y sereno, el timón de la dignidad de la persona humana y la “brújula” de los principios sociales fundamentales pueden permitirnos navegar con un rumbo seguro y común. Como cristianos, fijemos nuestra mirada en la Virgen María, Estrella del Mar y Madre de la Esperanza. Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida. No cedamos a la tentación de desinteresarnos de los demás, especialmente de los más débiles; no nos acostumbremos a desviar la mirada, sino comprometámonos cada día concretamente para «formar una comunidad compuesta de hermanos que se acogen recíprocamente y se preocupan los unos de los otros».

 

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