19 de agosto: Día Escolar por la Paz y la No Violencia

Ciertamente que hablar de la no violencia y de la paz es un imperativo que reviste una actitud de urgencia. De  ahí la necesidad de contar con equipos de convivencia escolar articuladores y facilitadores del buen trato al interior de la Comunidad Educativa.

Los parámetros de violencia que hoy vemos por los medios de comunicación social y juegos digitales generan y profundizan  una atmósfera de estrés que facilita dichas expresiones de poca empatía y nula capacidad de ponerse en el lugar del otro, hacen un escenario muy desafiante, donde cultivar el encuentro con el otro reviste una necesidad del aquí y ahora.

Luchar contra un individualismo exacerbado, con una competitividad que en ocasiones suprime al otro son aspectos que hacen de la violencia un camino que afecta la dignidad de las personas y su entorno. Pues un alumno o alumna que sufre una agresión no sólo se ve afectada la persona misma sino también todo su entorno.

¿Quién cuando era niño no le tocó un ducha con agua helada, o que tenía que heredar la ropa del hermano o hermana  mayor? Había una familiaridad con lo sencillo y una cómplice solidaridad de apoyarse con lo que había. Existía una exigencia menos competitiva en estos aspectos, pues la vida fluía desde su naturalidad. Las aprehensiones por seguridad en los barrios prácticamente  no existía o no con los niveles de hoy. El miedo ha ido ganando terreno en este sentido.

Todos estos aspectos van configurando una poca capacidad de aceptación de lo distinto, lo homogeneizante le ha ganado lugar a lo heterogéneo, y la riqueza de lo diverso y diferente queda reducido a aspectos de escasa relevancia y trascendencia.

El egoísmo y la envidia posibilitan esta carrera por obtener dividendos rápidamente pasando a llevar ritmos personales y colectivos. Por lo tanto, no se puede concebir el bienestar, la felicidad, la plenitud humana, sin la presencia de la compasión, la empatía y la cooperación, que son fundamentales para generar espacios de convivencia armonioso y justos. Los cuales construyen comunidades educativas humanas, que se interesan por las necesidades y bienestar del otro, siendo este camino la única dirección capaz de construir una corresponsabilidad que ayude a nuestros colegios, escuelas y liceos a desarrollar una verdadera comunidad humana, que sea capaz de escucharse y reconocerse como tal.

Pero, ¿cómo caminar con estos contextos poco alentadores donde el agotamiento se respira y la esperanza de la alegría en nuestro proceder se pueda convertir en una aliada que nos puede introducir en acercamiento y acompañamiento diferente?

Un aspecto valioso y esperanzador será el que tanto los equipos directivos, como los cuerpos docentes y todos los miembros de la comunidad educativa se sientan llamados sin exclusión, a ser copartícipes y constructores de una cultura del buen trato y el cuidado en la escuela. Esto como una posible medicina contra la violencia escolar, entendiendo esta última, como una enfermedad que hay que curar, prevenir o aliviar sus síntomas para que no siga avanzando día a día.

El mismo Papa Francisco por ejemplo refiriéndose al bullying les decía a los jóvenes en Roma: “En la farmacia no venden remedios contra el bullyng y todavía los laboratorios no han encontrado la fórmula” y les instaba diciendo: “Jueguen por el diálogo, jueguen por el caminar juntos, jueguen la paciencia del escuchar al otro. Entonces será una paz fuerte, y esa misma paz fuerte hará que descubran la propia dignidad, la propia dignidad” (Roma, 21 junio, Europa Press).

Propiciar estilos de vida más generosos en nuestras relaciones y amistades incluyendo familiares no sólo nos harán una mejor sociedad, sino que nos hará salir de uno mismo para llegar al otro. Ese  encuentro, ayuda a romper estereotipos y hacen caer los prejuicios. Cómo entonces construir comunidades con mayor humanidad un desafío que debe motivar siempre a buscar un surco por donde llevar siempre esa esperanza. El éxito no es sólo el ganar ganar, sino también cultivar la sonrisa del otro. Esta capacidad la podemos encontrar en Lc 10,25-37 “vio, se conmovió y se acercó”.

Por esto es fundamental validar la presencia del otro y su profunda riqueza humana, la misma que Jesús explico al Maestro de la Ley, cuando este le pregunto a Jesús; “¿Quién es mi prójimo?”, y la respuesta de Jesús fue la más profundamente humana al relatar la parábola  del “Buen Samaritano”.  Lo maravilloso de esta historia contada por Jesús es identificar al “prójimo”, el cual puede ser cualquier “otro”, que es tan humano como tú y yo. La pregunta que nos hace Jesús hoy en día a nuestra “Comunidad Educativa”, ¿Quién tuvo compasión del herido, del abandonado, del golpeado, del que sufre bullying y abuso?, y nos mira diciendo “¡Haz tú lo mismo!”. Por esto validemos al otro y así podremos crecer como una verdadera comunidad humana, que nos interesa el bienestar del “otro”.

Si en nuestras comunidades educativas aplicáramos este protocolo tan sencillo y profundo a la vez de ver, conmoverse y acercarse, sería distinta nuestra realidad. Pues contaríamos con la novedad que provoca el buscar la solución. Comunidades empáticas generadoras de vínculos, donde el acompañamiento aparece como una metodología que permite caminar reparando y levantando.

“La paz esté con ustedes” era la frase de inicio de Jesús Resucitado, es un imperativo al que no podemos renunciar. Acompañemos, estemos presentes y acerquémonos a las situaciones, una mirada distinta es posible.

Por Área Educación Diócesis de Valparaíso.

Visto 1,348 veces,  4 vistas hoy