Domingo 08 de septiembre, Domingo 23° del Tiempo Ordinario
Mc 7, 31-37
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
DOMINGO 23 CICLO B
JESÚS ACOGE CON AMOR DE MADRE AL ENFERMO
El sordomudo es un hombre encerrado en sí mismo, no puede expresar sus sentimientos, por eso no pide su curación. Tampoco la piden sus amigos, simplemente quieren que Jesús le imponga las manos.
Jesús acoge al sordomudo con Misericordia, con amor de madre. Por eso lo toma, lo lleva fuera de la multitud, le hace un tratamiento personalizado. Lo lleva aparte a un lugar seguro y protegido para que el enfermo se sienta en confianza, se sienta tranquilo.
Y ya en intimidad, Jesús hace dos gestos de mucho cariño, toca con mucho amor al enfermo:
- Pone el dedo en los oídos: es como una caricia de Jesús a los oídos que están heridos por muchas palabras violentas, agresivas, de tal modo que se cierran.
- Con su saliva toca la lengua del hombre: este es un gesto maternal que cura. Su saliva es signo de vida y desata la lengua para poder comunicarse.
También Jesús lo hace con nosotros. También Jesús viene hoy a ti y a mí para tocarte en intimidad, en un clima de confianza absoluta. Déjate tocar por Jesús. Él quiere restaurarte para que oigas la Palabra de Dios, para que oigas a los demás y para que hables del Señor a los demás.
Para sanar Jesús ora, mira al cielo, levanta la vista hacia su Padre, hace un gesto de mucho cariño al suspirar y dice una Palabra poderosa: Effatá, Ábrete.
Hoy Jesús quiere hacer este gesto con ustedes y conmigo porque sabe que también nosotros somos sordos y mudos:
SORDOS: No escuchamos la voz de los demás. Los orientales dicen que nos demoramos dos años en hablar pero 60 años en escuchar. Tú y yo somos sordos cuando no escuchamos a los demás y vivimos encerrados en nuestras ideas. No escuchamos en la familia, en el trabajo. No escuchamos de corazón porque como dicen los profesores nos entra por un oído y nos sale por el otro. Somos sordos espiritualmente porque a veces no queremos escuchar a los demás. No hay peor sordo que el que no quiere escuchar, dice el refrán. También es sordo el que cree escuchar. Tampoco escuchamos cuando nosotros hablamos siempre y hablamos por los demás. También no escuchamos al Señor porque olvidamos fácilmente lo que nos dice el Domingo en la Misa o en la oración o en la conciencia. También nos habla en los acontecimientos y siempre interrogamos a Dios: ¿por qué me pasan a mí estas cosas? Necesitamos ser sanados de la sordera, de la dureza del corazón. Recordemos que en Israel, escuchar significa comprender y poner en práctica. Es decir que si yo oigo con los oídos de mi cuerpo pero no pongo en práctica esa palabra, en realidad no la escuché.
MUDOS: Hay personas tímidas que no hablan nada o sólo monosílabos, son como mudos. No hablamos en la familia, no hay diálogo. No expresamos nuestras ideas y pensamientos, o los reprimimos. Hay una esclavitud del miedo: esto no se lo digo a mi marido, esto no se lo digo a mi hijo o a mi amigo. Somos mudos para denunciar la violencia intra familiar o los abusos de los niños o la corrupción. Somos mudos en la asamblea cristiana porque no cantamos, no contestamos, no rezamos en voz alta. Somos espectadores, somos pasivos. Somos mudos espiritualmente hablando porque no hablamos del Señor. No alabamos al Señor. Reclamamos que la gente está lejos del Señor pero, no le hablamos del Señor o lo hacemos en forma beata; que es cuando le decimos sermones y no le anunciamos la alegría de ser cristianos
Oremos: Señor Jesús ven a mi corazón para sanar mi sordera, para que pueda escucharte de corazón en este mes de la Biblia, para que abras mi oído interior y así te escuche con la disponibilidad de la Virgen María. Señor Jesús dime tu Effatá a mi lengua para que como san Pablo hable a tiempo y a destiempo de Ti, de tu Palabra. Amén.
VIGÉSIMO TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Año par. Ciclo B)
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos:
a.- Is. 35, 4-7: Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará.
b.- Sant. 2, 1-5: Los pobres herederos de Dios.
c.- Mc. 7, 31-37: Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
– “Le presentan un sordo, que además era hablaba con dificultad” (Mc. 7, 31).
En el evangelio Jesús sana a un sordomudo, en territorio pagano, que representa a todos los pobres, marginados, enfermos y pecadores. Las gentes, judíos, le llevan un sordomudo para que le imponga las manos, imagen de la impotencia humana, para aliviarle o sanarle. Jesús asume la miseria humana, introduce sus dedos en los oídos, y toca su lengua con su saliva. Estos son los preparativos, lo definitivo, no serán esos gestos, sino la eficacia de su palabra soberana. Jesús elevando los ojos al cielo, es decir, en comunión con su Padre celestial, conmovido interiormente, dice al enfermo: “Effetá” (v. 34), es decir, “Ábrete”. En su mentalidad, todo el hombre está enfermo, y cuando se sana todo, el hombre se recupera también, los órganos dañados. El efecto es inmediato: los oídos se abren y la lengua se suelta. Todo el hombre queda sano. Los gestos de Jesús son para establecer un tipo de relación con el enfermo, no puede haber palabras. Le toca los oídos y la lengua con saliva, para comunicarle su deseo de sanarlo, pero Jesús exige silenciar ese milagro, con lo que quiere indicar, que Dios obra la salvación sin exhibiciones, pero la gente, sin hacerle caso, proclama su admiración (v. 37). El milagro se realizó aparte de la gente, exige reserva y privacidad, respeto por el enfermo, y lo que Jesús quiere evitar, es toda sombra de magia y sensacionalismo, su actividad salvífica, es manifestación divina de la que conserva todo su misterio.
– “Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua, y hablaba correctamente” (Mc. 7, 35).
El elemento fundamental de esta intervención es el aspecto religioso, explicitado por dos gestos: levantar los ojos al cielo, entendido como oración al Padre, comunión con su voluntad; el segundo signo, es su palabra eficaz (v.34; cfr. Gn. 1, 3). Las dolencias que afectan al hombre quedan eliminadas para que vuelva a brillar la belleza original de la Creación. Toda esta curación es signo de la creación nueva, la que Dios recreará en el futuro; si al comienzo Dios lo hizo todo bien, no será menor el grado de creatividad, al final de los tiempos, lo hará todo nuevo (cfr. Gn.1; Ap. 21,2). Al milagro, sigue la orden de Jesús de no hablar de ello a nadie, puesto que el conocimiento de Jesús debe nacer de una experiencia personal, adhesión amorosa de ÉL, y no por otros motivos, que no sean los de la fe. Pedagógicamente, se trata de que los hombres reflexionen y se encaminen al ámbito de la fe. No deja Jesús su actividad, pero sí rehúye la gente curiosa, hambrienta de novedades. Marcos, quiere hacer resaltar la actitud de Jesús, lo que desencadena el interés por Jesús, ya que sus obras salvíficas son de Dios, lo que avala su condición de Mesías y de Hijo de Dios. Si bien Jesús quiere permanecer oculto, el secreto mesiánico, propio de Marcos, sus obras no se lo permiten. El evangelista, quiere suscitar entre los creyentes, la conciencia clara de quién es Jesús: el único y verdadero enviado de Dios, por quien llega la salvación, en quien se cumplen las antiguas promesas. La persona, las obras y palabras de Jesús sólo pueden ser comprendidas desde el ámbito de la fe, permanece en su misterio; los hombres quedan pasmados, fuera de sí, pero el paso a la fe no es inmediato. Pero todo esto está dentro de la pedagogía divina, porque Jesús todavía no ha subido a la cruz, para dar su vida por muchos (cfr. Mc. 8, 31; 10,45).
– “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran” (Mc. 7, 36).
Marcos, observa que la gente, contrariamente a lo querido por Jesús, “pregonaban” (v.36), el milagro del que eran testigos, con lo cual, contemplamos una paradoja: mientras Jesús está en territorio mayoritariamente pagano, calla y desea mantener oculto el milagro, en cambio, los propios paganos, se convierten en pregoneros, anunciadores de la salvación, que Él ha manifestado con ese prodigio. En el colmo de su admiración exclaman: “Todo lo ha hecho bien” (v.37). donde se subraya la bondad de Dios en su Creación; cumplimiento de lo anunciado por Isaías, los sordos oirán y los mudos cantarán, en los tiempos del Mesías (cfr. Gn.1,1-2,4), Is.35,5s). Jesús optó por los necesitados, a ellos dedicó la primera de las bienaventuranzas (cfr. Mt. 5,1), y las parábolas de la misericordia, en que Dios se cuida de ellos. ÉL hizo de su opción, signo de la llegada del Reino de Dios, para todos los hombres, pero especial, por los necesitados, hoy un sordomudo que vuelve a la vida. Effetá, abre tus oídos al Evangelio de la gracia salvadora, y encontrarás a Jesús Resucitado, capacitado para anunciarle.
Lectura mística de la Doctora de la Iglesia. S. Teresa de Jesús, habla de afinar el oído para escuchar al Señor que habla. “Son unas palabras muy formadas, mas con los oídos corporales no se oyen. En esta plática que hace Dios al alma … me hacen escuchar y estar el entendimiento tan entero para entender lo que Dios quiere entendamos, que no basta querer ni no querer. Porque el que todo lo puede, quiere que entendamos se ha de hacer lo que quiere y se muestra señor verdadero de nosotros” (Vida 25,1).
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