
La Cuaresma es siempre un tiempo de gracia, de conversión y de esperanza. En este Año Jubilar, en el que la Iglesia universal camina bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”, y en el que nuestra querida Diócesis de Valparaíso celebra su centenario, la invitación a recorrer este tiempo litúrgico adquiere una fuerza renovada. No es solo un itinerario penitencial, sino un viaje de confianza en Dios, que nos llama a transformar nuestra vida y a experimentar la alegría de su misericordia.
La esperanza es la virtud que nos sostiene en la travesía de la vida cristiana. San Pablo nos recuerda: “La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5). Esta certeza nos acompaña en la Cuaresma: la conversión no es un peso insoportable, sino la posibilidad de un encuentro renovado con Dios, que nos espera con los brazos abiertos. En este Año Jubilar, el Papa Francisco nos exhorta a ser peregrinos, es decir, a caminar con la mirada puesta en la meta, sin desanimarnos ante las dificultades.
Los santos, verdaderos testigos de la esperanza cristiana, nos enseñan cómo vivir este tiempo con alegría y confianza. Santa Teresa de Ávila nos anima con sus palabras: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza”. La Cuaresma nos invita precisamente a esta paciencia activa, que nos hace crecer en la fe y en la caridad. San Juan de la Cruz, por su parte, nos recuerda que “a la tarde te examinarán en el amor”, y por eso cada esfuerzo cuaresmal como el ayuno, la oración y la limosna, ha de estar orientado a un amor más puro y generoso.
Santa Catalina de Siena nos exhorta: “Confía en Cristo crucificado y nunca temas”. En este tiempo, contemplamos la Cruz como fuente de esperanza. En ella, Cristo ha vencido el pecado y la muerte, y nos ofrece una vida nueva.
En el contexto de nuestro centenario diocesano, estamos llamados a renovar nuestra entrega a Dios y a nuestra comunidad, siendo testigos de esperanza para quienes nos rodean. La historia de nuestra diócesis ha estado marcada por el testimonio de tantos sacerdotes, religiosas y fieles que han vivido la fe con generosidad. Siguiendo su ejemplo, la Cuaresma es una oportunidad para revitalizar nuestro compromiso con la Iglesia y con los más necesitados.
Este tiempo santo es una invitación a ser luz en medio del mundo, a no quedarnos encerrados en nuestras preocupaciones, sino a salir al encuentro del hermano. Como nos recuerda el profeta Isaías: “Comparte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, cubre al que ves desnudo y no te desentiendas de tu hermano” (Is 58,7). En este Año Jubilar, que la Cuaresma nos haga auténticos peregrinos de la esperanza, confiando en que Dios camina con nosotros y nos guía hacia la Pascua de la Resurrección.
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