Reflexión Evangelio

Domingo 09 de marzo, 1° de Cuaresma

Lucas 4, 1-13

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad.

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

(Año Impar. Ciclo C)

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos:

a.- Dt. 26, 4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.

b.- Rm. 10, 8-13: Profesión de fe de quien cree en Jesucristo.

c.- Lc.  4,1-13: El Espíritu le iba llevando por el desierto. Y era tentado.

– “El Espíritu le iba llevado por el desierto. Y era tentado” (Lc. 4,1)

 Vemos a Jesús, guiado por el Espíritu, hacia el desierto, donde ayuna y es tentado por Satanás. En la mentalidad de la época se pensaba que el mundo estaba dominado por Satanás, mientras que Dios permanece oculto en su trascendencia. ¿Tiene tanto poder Satanás y todos los poderes del mundo están a su servicio? El Hijo del Hombre, se hace presente en este mundo, el encuentro entre Jesús y el Diablo era inevitable (cfr. Lc. 2, 22). Las tentaciones, se presentan como esclavitudes a los poderes de este mundo al que está sometido el hombre.

– “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra salida de la boca de Dios” (Lc.4,4; Dt.8,3).

El pan, el comer, por el cual, se puede convertir ante Dios, en una garantía de prosperidad material y económica. Jesús frente a las necesidades humanas: el hambre Pareciera que el Padre se hubiese olvidado de su Hijo, esa es la sutil tentación de Satanás; un buen padre, se preocupa de sus hijos. Jesús prefiere pasar hambre, antes que desobedecer al Padre. Satanás lo reconoce como Mesías, pero le sugiere poner esa filiación divina en un proyecto de poder temporal y así apartarlo de la obediencia al Padre y de la humildad propia de su idea de mesianismo. La palabra de Dios es la que salva; nos comunica el querer de Dios para el hombre. Jesús única Palabra del Padre; Jesús el Revelador, su Enviado, su Ungido, el Hijo Predilecto.

– “Adorarás al Señor tu Dios y a ÉL sólo darás culto” (Lc. 4,8; Dt. 6,13)

Jesús frente al poder temporal: La segunda tentación se refiere a la política, ambicionar el poder, mandar y ordenar las estructuras de este mundo, teniendo como aliado los poderes de Satanás, fuente de todo poder opresor. Satanás parece ser dueño del mundo, porque le ofrece todo el poder y la gloria que esos reinos generan. Quiere que Jesús de rodillas le adore, lo que consiste, en adelantar Jesús, su Hora, para convertirse en un Mesías con poder, ejércitos, luchar contra los enemigos de Israel. Todo un proyecto, pero distinto completamente de la voluntad del Padre. Sólo el Padre le señala la Hora al Mesías, Mesías, Jesús al que nos ha conducido el Siervo sufriente de Isaías, camino de humildad, el Siervo que toma sobre sí las culpas de sus hermanos. Finalmente, está la confianza radical en el poder de los milagros, que nos quisiera liberarnos del esfuerzo diario, humilde y personal, fortalecido por la fe en Dios. No vivimos de milagros, sino de fe pura y desnuda. Sólo Dios es digno de adoración; sólo Dios es poderoso, omnipotente, pero también quien ama gratuitamente, perdona y salva. Jesús invita a no adorar los poderes de este mundo, ni lo social, ni la política, la economía, la medicina, la informática, son grandes avances que Dios permite por la inteligencia que concedió al hombre cuando es bien utilizada, pero no son fines, sino medios, ayudan, pero no deben ocupar el lugar de Dios en nuestra vida. La verdadera adoración, consiste en recordar nuestra condición de criaturas e hijos frente a Dios Padre; la adoración es el éxtasis del amor.

– “No tentarás al Señor tu Dios” (Lc.4, 12; Dt. 6,16).

La tercera tentación, consiste en tentar a Dios, es decir, abusar de la protección prometida, obligando a Yahvé a actuar. El demonio usa la Palabra de Dios, a su favor, no cree en ella, pero quiere saber si se cumple en Jesús. El Padre debería recoger, por medio de sus ángeles, a su Hijo antes de tocar las piedras en su caída. Jerusalén, ciudad de Dios, lugar de su presencia en el templo. Si es Hijo de Dios, los ángeles lo rescatarán en su caída al vacío. La gran tentación que padeció Jesús a lo largo de su ministerio fue la de apartarse de la voluntad de Dios. Abusar de su condición de Hijo de Dios, y proyectarse como Mesías político, poderoso en ejércitos, vencer a los enemigos de Israel, quizás acabar con la pobreza, etc. En el fondo, la tentación es una sola, su condición de Hijo de Dios le debiera servir a Jesús, para ponerla en clave de poder y así convertirse en un gran Mesías a gusto de las gentes, y del príncipe de este mundo, Satanás, enemigo de Dios y del hombre. Sin embargo, Jesús no se aparta del camino trazado por el Padre, obedece hasta el fin. El verdadero pan del hombre, es la palabra de Dios, más que la necesaria comida diaria. El hombre, es mucho más, que la economía, lo que hace que alimentada la mente y el corazón del cristiano, pueda compartir lo que tiene con los más necesitados. El poder del Evangelio de Jesús está en el servicio que presta a la humanidad, donde hay que conjugar la obediencia al Padre y el amor al prójimo. No se identifica Jesús ni su evangelio, con ningún poder político o económico. Su mesianismo es humilde, cimentado en el amor a Dios y al prójimo, con las características del Siervo sufriente de Isaías, para ser Crucificado, porque asume las culpas de sus hermanos, pero Resucitado para dar vida eterna a los que creen en su palabra de gracia. Jesús y el cristiano sirven a Dios, no se sirven de Dios. Prima en su actitud el deseo de obedecerle y no de manipularlo. Si bien, la tentación es una invitación a la desobediencia, también es verdad, que para quien no cede, es prueba superada por la fuerza del amor que crece por la acción del Espíritu Santo en su alma.

Lectura mística. S. Teresa del Niño Jesús, los dos últimos años de su vida sufrió la noche de la fe. Sufrió tentaciones sobre la existencia del cielo o la vida eterna, como las que sufren los ateos. “Que Jesús me perdone si le he disgustado. Pero él sabe muy bien que, aunque yo no goce de la alegría de la fe, al menos trato de realizar sus obras. Creo que he hecho más actos de fe de un año a esta parte que durante toda mi vida. Cada vez que se presenta el combate, cuando los enemigos vienen a provocarme, me porto valientemente: sabiendo que batirse en duelo es una cobardía, vuelvo la espalda a mis adversarios sin dignarme siquiera mirarlos a la cara, corro hacia mi Jesús y le digo que estoy dispuesta a derramar hasta la última gota de mi sangre por confesar que existe un cielo; le digo que me alegro de no gozar de ese hermoso cielo aquí en la tierra para que él lo abra a los pobres incrédulos por toda la eternidad.” (Ms. C 7r).

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