Hoy, 19 de marzo, en el día de la fiesta de San José, esposo de la Virgen María, todos los sacerdotes rezamos y meditamos en el Breviario, las oraciones y los escritos que nos ayudan a comprender y profundizar en los misterios de nuestra fe y en el testimonio de los santos para renovar cada día el servicio evangelizador y solidario al pueblo de Dios. Hoy compartimos con la comunidad eclesial la meditación de san Bernardino de Siena sobre San José.
Nos unimos en oración comunitaria en la Diócesis de Valparaíso para rezar por los que más sufren, especialmente los enfermos de Covid-19, los difuntos y sus queridas familias, por los que han perdido el trabajo y por los que cuidan la vida y la salud de todas las personas del país. Que San José, el que tiene un corazón de padre, nos muestre con Jesús y la Virgen María, el corazón misericordioso de Dios nuestro Padre Santo, quien siempre nos anima y fortalece con el don de la fe y de su amor para comprometernos con las familias que más lo necesitan.
Que este año Jubilar de San José nos ayude a vivir y entregar el amor de Dios nuestro Padre, tal como nos enseña Jesús, San José, su padre adoptivo y su Madre María.
Unidos en la oración, la conversión y en la misión, vivamos esta Semana Santa con la certeza que Jesús vence a la muerte y al pecado porque verdaderamente Resucitó.
+ Pedro Ossandón Buljevic
Administrador Apostólico de Valparaíso
De los sermones de san Bernardino de Siena, presbítero
(Sermón 2, Sobre san José: Opera omnia 7,16. 27-30)
PROTECTOR Y CUSTODIO FIEL
La norma general que regula la concesión de gracias singulares a una criatura racional determinada es la de que, cuando la gracia divina elige a alguien para un oficio singular o para ponerle en un estado preferente, le concede todos aquellos carismas que son necesarios para el ministerio que dicha persona ha de desempeñar. Esta norma se ha verificado de un modo excelente en san José, que hizo las veces de padre de nuestro Señor Jesucristo y que fue verdadero esposo de la Reina del universo y Señora de los ángeles. José fue elegido por el eterno Padre como protector y custodio fiel de sus principales tesoros, esto es, de su Hijo y de su Esposa, y cumplió su oficio con insobornable fidelidad. Por eso le dice el Señor: Eres un empleado fiel y cumplidor; pasa al banquete de tu Señor. Si relacionamos a José con la Iglesia universal de Cristo, ¿no es este el hombre privilegiado y providencial, por medio del cual la entrada de Cristo en el mundo se desarrolló de una manera ordenada y sin escándalos? Si es verdad que la Iglesia entera es deudora a la Virgen Madre por cuyo medio recibió a Cristo, después de María es san José a quien debe un agradecimiento y una veneración singular. José viene a ser el broche del antiguo Testamento, broche en el que fructifica la promesa hecha a los patriarcas y los profetas. Sólo él poseyó de una manera corporal lo que para ellos había sido mera promesa. No cabe duda de que Cristo no sólo no se ha desdicho de la familiaridad y respeto que tuvo con él durante su vida mortal como si fuera su padre, sino que la habrá completado y perfeccionado en el cielo. Por eso, también con razón, se dice más adelante: Pasa al banquete de tu Señor. Aun cuando el gozo significado por este banquete es el que entra en el corazón del hombre, el Señor prefirió decir: Pasa al banquete, a fin de insinuar místicamente que dicho gozo no es puramente interior, sino que circunda y absorbe por doquier al bienaventurado, como sumergiéndole en el abismo infinito de Dios. Acuérdate de nosotros, bienaventurado José, e intercede con tu oración ante aquel que pasaba por hijo tuyo; intercede también por nosotros ante la Virgen, tu esposa, madre de aquel que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
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