El día en que la comunidad parroquial de Valencia le celebró el cumpleaños número 90 -hace ya 5 años-, y ante el ofrecimiento de un regalo de grandes dimensiones, disparó: “Espero que no sea un paquete de pañales desechables”. Estallido de carcajadas, abrazos y que siga la fiesta.
Así es ella. Una persona “con mucha chispa”, dice su hijo, el sacerdote José Antonio Atucha, párroco del Sagrado Corazón de Jesús de Quilpué. Elvira Abad debe ser la catequista más antigua de la diócesis de Valparaíso. Al menos, una de ellas.
No es común hallar catequistas de más de 90 años que lideren un grupo y sigan predicando con voz potente. Ella lo hacía hasta hace poco… y no sólo eso. Los feligreses pueden verla cada cierto tiempo ingresar sonriente a misa en el templo ubicado en el paradero 30 y medio del camino Troncal.
Como el domingo pasado, cuando llegó a celebrar el inicio de Semana Santa y su cumpleaños 95, en compañía de familiares y de los feligreses del sector.
Venía hecha para la catequesis, no por nada llegó al mundo en Domingo de Ramos. Por eso su primer nombre: Ramos. “No me gusta ninguno de los dos”, dice. Habría preferido llevar otros que son de mucho uso en España, su tierra natal, aunque ella aclara que “Yo no soy española, soy vasca”.
Un cumpleaños tan especial merecía grandes agasajos, como los que tuvo en su parroquia, con su grupo de oración “San José” y con su familia, integrada además por sus otros tres hijos: Iñaki, Alfredo y Marina; nueras, yerno, diez nietos y una bisnieta.
Casi un siglo… qué de cosas han ocurrido en el mundo en este tiempo, cuánta historia se ha escrito… cuántos cambios… cuántas guerras… cuántos terremotos…
Si de guerras se trata, vivió en carne propia la civil española… y sobre terremotos, los conoció en Chile.
Su historia de vida seguro le ha templado el carácter. Se ve fuerte y al mismo tiempo tranquila. Se siente en paz con la vida.
Siguió a su esposo, también vasco, a Chile, donde se instaló a formar familia y adonde trajo a su madre y a un hermano. Dice haber criado a sus hijos a su imagen y semejanza y está orgullosa de ellos. Sacó aún más fuerza para continuar cuando murió su esposo, hace 31 años. Y nunca le faltaron fuerzas para su labor catequística, que desempeñó en Viña del Mar y en todas las comunidades a las que ha acompañado a su hijo en su servicio pastoral, en Quillota, Llolleo, El Quisco… En Valencia formó el grupo de oración “San José”.
Cuando cumplió 90, dijo que fue “algo que me cogió de sorpresa. Sabía que iba a cumplir 90 años pero no le daba mucha importancia, pues como siempre he tenido buena salud y continúo teniéndola… No estoy más ciega, ni más sorda, ni las cosas se me olvidan…A veces se olvidan las cosas que uno quiere que se olvide”.
Se siente agradecida de todo lo recibido. “Agradezco mucho al Señor la vida que me da, también es cierto que el Señor dijo honra a tu padre y a tu madre y yo prolongaré los rieles de tu vida. Yo soy muy católica. Creo que de haber nacido hombre habría sido cura. Dios es lo más importante en mi vida y después mis hijos”.
¿Y de dónde viene esta religiosidad?
De mi madre. En mi casa, en España, se rezaba el rosario todos los días y las letanías las rezábamos de rodillas, con las empleadas, pues no teníamos ninguna distancia con ellas. En casa de mi padre había dos empleadas que eran hermanas y vivieron años con nosotros hasta que se casaron. Hoy, quién tiene esa relación de tantos años…
¿Cuántos hermanos eran?
Cuatro, Marina, Alfredo, Iñaki y yo.
Le puso los mismos nombres a sus hijos…
Sí, Alfredo era el nombre de mi padre y uno de los nietos también lleva ese nombre.
Y su mamá…
Marina, como mi hija y mi hermana. Yo nací un Domingo de Ramos, por eso me pusieron Ramos Elvira, que ninguno de los dos nombres me gusta, pero bueno…Además acá en Chile Ramos se usa como apellido. Me habría gustado Carmen, Magdalena, Visitación.
¿Y en qué parte de España nació?
En Bilbao. Nosotros somos vascos, no españoles. Los vascos siempre hemos querido la separación. Pasa que la parte vasca es la que más plata produce con los astilleros, los altos hornos, la industria gruesa…entonces, claro, a España no le conviene esa independencia pues pierde el beneficio. Me gusta hacer la diferencia… porque somos distintos.
¿Hasta qué edad vivió en Bilbao?
Viví hasta los 28 años, que fue cuando me casé y nos vinimos a Chile, porque era donde vivía hacía muchos años un hermano de mi marido. Primero se vino él y luego yo, en unas navieras muy bonitas.
¿Cuánto duró el viaje?
Uf, mucho. Y yo venía sola. Cosas que hace la juventud nada más.
¿Cuáles son sus recuerdos de España?
En primer lugar, el no poder ir a la universidad por consecuencias de la guerra. Fueron tres años. Todo se cerró. Y cuando las cosas se calmaron, mis necesidades eran otras, pues debía trabajar, porque mi padre había muerto. Como en aquellos años se usaba mucho la taquigrafía en las oficinas, con eso me defendí perfectamente por muchos años en la Compañía Española de Oxigeno. Luego me casé.
¿Qué recuerdos tiene de la guerra?
Lo que más recuerdo es que pasamos mucha hambre. Nos iban a bombardear muchísimo… Fueron tres años, que para sufrir son mucho. Pero éramos jóvenes, por lo que tampoco pensábamos de forma caótica al final de esto. Claramente lo más triste fue la pérdida de mi padre.
¿Cómo murió su padre?
Él tenía úlcera y el médico de la familia lo sabía, pero no sé por qué le recetó una purga. Se le perforó el estómago, tuvo un derrame y eso fue lo que lo mató. Cuando él estaba grave, muriendo, en tiempos de guerra, yo sabía que en el edificio del frente había un cura escondido, así que lo fui a buscar. No le pudo dar la comunión, pero le habló maravillosamente.
Usted se trajo a su madre a Chile…
Claro, ella se acostumbró muy pronto, vivió muy contenta acá muchos años con nosotros. Mi hermano también se casó acá y tuvo dos hijos.
UN DON DE DIOS
¿A qué atribuye su buen estado de salud?
Pues ahí sí que me pillas. Desde siempre mi familia comió bien, se tomaba vino en las comidas, en fin, capaz que ése sea el secreto (ríe), ya que es un excelente digestivo… No sé. Jamás he fumado, ni mucho trasnoche. En general, una vida sana. Creo que sólo ha sido un don de Dios.
¿Cómo se toma las situaciones adversas de la vida?
Siempre he sido muy tranquila. Jamás he perdido una amiga. Yo no me hago problema, siempre he tratado de simplificar la vida y de tomar lo que me resulte más cómodo y mejor. Pero lo que sí, siempre me he preocupado mucho de la gente, sobre todo de la gente mayor y sola. Por eso también siempre fui cercana a los carmelitas, muchos son vascos también. Entonces, se me ocurrió formar un grupo de la mujer sola, pero pasó que venían las solas y las acompañadas, así que el grupo que se armó fue enorme. Lo armé con el patrocinio de San José, porque soy devota de él.
¿Permanece ese grupo?
Entre las niñas que asistían al grupo había una chica que tenía un hermano sacerdote, retirado, ya muy mayor, entonces le pregunté si quería asistir y así lo hizo. Sucede que le di la preferencia y le dije pues mejor dirija usted, que claramente sabe más que yo y así lo hizo hasta el día en que murió. De a poco el grupo se fue dispersando hasta desaparecer.
¿Cómo lo hizo para transmitir todo esto a sus hijos?
Pues como me gusta decir, los eduqué a mi imagen y semejanza. Les entregué mis valores y, por supuesto, lo más importante, vivir en presencia de Dios toda la vida, el respeto al prójimo y la caridad entre la familia y fuera de ella si es posible. Creo que hice bien la tarea. Mis hijos viven mucho la vida familiar, que es lo que ahora tanto falta. Soy una convencida de que si hubiera más amor al interior del hogar no habría tanta delincuencia. Así también creo que la sociedad vive muy alejada de Dios.
ADIÓS A LOS TACONES
¿Cómo es su rutina actualmente?
A esta edad ya no uso los tacos de los 40, que tanto me gustaban. Cuando tenía mis hijos chicos, yo iba y venía con tacones. Hoy día mi vitalidad claramente no es la misma, los años aplacan y yo debo salir con alguien, nunca sola. Salgo mucho a caminar.
¿Va al cine?
Casi nunca.
¿Escucha música?
Sí, eso sí, me gusta mucho la música, la estudié también. Dos de mis hijos tocan el acordeón. Yo los llevé al conservatorio y eligieron ese instrumento.
¿Qué le molesta de las personas?
La hipocresía. Yo no lo soy y nunca lo he sido. Soy lo que se ve y por ello creo también que nunca he tenido problemas con las personas y menos con mis amigas.
¿Es buena para comer?
Mucho. Me encanta la comida y cocinar. De hecho, no está bien que lo diga yo, pero soy muy buena cocinera.
¿Le gusta viajar?
Me encanta! Conozco España completa, Estados Unidos, Colombia, México.
Tiene que haber querido mucho a su marido para seguirlo al fin del mundo…
Nos llevábamos bien. No puedo decir que era todo perfecto, porque eso creo que no existe, pero no llegó la sangre al río, como se dice. En esos años el hecho de viajar a América también resultaba todo un acontecimiento para mí. Si bien yo tenía entonces un pretendiente muy distinto de quien fue mi marido, yo lo vi a él como lo que me había deparado el destino. Como decimos en España, matrimonio y mortaja, del cielo baja.
UN REGALO DE LA VIRGEN
¿Cómo asumió la vocación de su hijo sacerdote?
Yo soy muy devota de la Virgen. Ella siempre fue mi paño de lágrimas. Con mi fe siento que ella me escuchaba y me dio un hijo sacerdote quien cuidara de mí en la vejez.
Y usted lo ha seguido en todo su sacerdocio.
Siempre hemos vivido juntos. Hoy es un hombre de 50 años, pero yo soy su voz de la experiencia, por lo que siempre tengo un consejo.
En Chile conoció los terremotos, ¿Cuál es el primero que recuerda?
Yo estaba en Olmué… en los años 50. Pero para mí el más fuerte fue el del 27 de febrero. Lo pasé en Quillota, en casa de mi hijo mayor. Se rompieron muchísimas cosas pero al menos ni a nosotros ni a la casa nos pasó nada.
¿Qué siente que le falta por hacer?
No podría decir que me falte algo, pues veo a mis hijos bien, con salud, buena situación económica. A mis años sólo me gustaría morir en gracia de Dios, pero no tengo ningún interés en morirme aún, porque yo no me aburro de nada. Lo que me gusta es hacer caridad. Mi ánimo no es el de hace 10 años, pero siempre estoy viendo cosas a favor de los más necesitados, que estén a mi alcance.
Y en el balance de estos años, ¿pesan más los sufrimientos o las alegrías?
He sufrido, sí; sobre todo cuando joven. Pero creo que, por haber sido esa parte vivida en una etapa en que uno sobrelleva todo mejor, puedo decir que mi vida se ha inclinado más a lo gratificante.
¿Cree que se acabará el mundo pronto?
Creo que eso es algo que nadie puede decir con certeza. Sólo Dios lo sabe y si sucede, pues que nos pille confesados. No me gustaría vivir para verlo.
Fuente: Sandra Pizarro, Comunicadora Parroquial
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