Una hermosa mañana acompañó la ceremonia en la que Mons. Santiago Silva Retamales, quien fuera obispo auxiliar de nuestra diócesis por trece años, tomó posesión del Obispado Castrense.
La Eucaristía que se efectuó en la Iglesia Catedral Castrense contó con la presencia de Mons. Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico en Chile, sus hermanos del Episcopado de Chile, así como también los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y de Orden y de Seguridad. Junto a ellos, lo acompañaron con mucho cariño y oración sacerdotes, religiosas, diáconos permanentes, fieles y su familia quienes viajaron desde la diócesis de Valparaíso para estar con él en este inicio de servicio de su ministerio episcopal en las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile.
La ceremonia comenzó con la recepción al nuevo obispo por parte del administrador apostólico del Obispado Castrense, Mons. Claudio Verdugo, y el rector de la Iglesia Catedral, p. Jaime Casal. Luego, Mons. Santiago Silva visitó la Capilla del Santísimo Sacramento, donde realizó un momento de oración.
Al inicio de la Eucaristía, se efectuó el rito de entrega de la sede episcopal, en el que Mons. Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico en Chile, leyó la Bula pontificia, firmada por el papa Francisco, que acredita el nombramiento del nuevo Obispo Castrense de Chile. Las actas que acreditan la entrega oficial de la sede episcopal fueron firmadas por Mons. Ivo Scapolo, Nuncio Apostólico enChile; el cardenal Ricardo Ezzati Andrello, arzobispo de Santiago y presidente de la Conferencia Episcopal de Chile; Mons. Santiago Silva Retamales, Obispo Castrense de Chile; Mons. Claudio Verdugo Cavieres, momento Administrador Apostólico del Obispado Castrense de Chile, y el Pbro. Jaime Casals Cirer, Secretario Canciller.
Creo en Jesucristo, fuente de misericordia y de paz…
Mons. Santiago Silva inició su homilía refiriéndose a lo que ha vivido desde mayo cuando el Papa Francisco le pidió asumir el servicio de obispo Castrense de Chile. Luego reflexionó sobe el Evangelio de Lucas que se leyó y finalizó efectuando una profesión de fe.
“Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios que, al hacerse ser humano como nosotros, nos reveló las preferencias de su Padre Dios por los pobres, los desvalidos, los que sufren, por la naturaleza humana dañada que ansía salvación. Ellos, porque son los preferidos de su Padre, son la preocupación más importante de Jesús. A nosotros, sus discípulos, nos pide acciones fraternas que muestren nuestra cercanía, que nos lleven a compartir con ellos los bienes de la tierra y del país y el gozo de creer en el Resucitado que venció todo egoísmo”.
“Con la Iglesia, creo en la misericordia que recibimos de Dios y que debemos ofrecer al próximo, particularmente al enemigo y a quien nos odia. La misericordia o la compasión es la única fuerza que, establecida la verdad y la justicia, hace realidad la reconciliación y suscita conductas y sistemas sociales al servicio de débiles y desposeídos”.
“Creo que tenemos un solo Juez, Dios Padre, que conoce la intimidad de nuestra conciencia y que su juicio no es para condenarnos, sino para levantarnos. Ese Juez, por su Hijo Jesús, ya pagó por nuestros pecados. Su Hijo ahora vive resucitado para ofrecernos siempre segundas oportunidades que con su Vida nueva hagan nueva nuestra vida”.
“Como miembro de la Iglesia, creo en la fuerza transformadora de la gracia de Dios que recrea a seres humanos, a familias y comunidades, cimentándolos en valores radicalmente humanos: la paz edificada sobre la justicia y la equidad; el valor incuestionable de la vida humana en cuanto don de Dios; el respeto irrestricto por el otro y su derecho a ser escuchado. Creo en la fuerza humanizadora del Evangelio”.
“Creo con esperanza que los frutos malos de una persona, pueden llegar a ser buenos, pues el corazón, el que sea, puede escuchar a Dios y cambiar. Creo en la sinceridad de su arrepentimiento, en la restitución que restaura la justicia quebrantada y en el compromiso por el bien de todos. Creo en vidas y familias que, luego de tempestades, vuelven a reconstruir sus relaciones en cimientos que resisten la cotidianidad de la vida, buscando caminos de manifestación renovada de su cariño y de realización de su proyecto familiar”.
“Tengo la certeza que las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile están preparados para luchar con la más poderosa de las armas: el servicio a la paz y a la integridad de la identidad nacional. Así como Jesús nos pide, no se trata sólo de palabras, sino de acciones concretas en servicio de la ciudadanía, manifestando con hechos el deseo de vivir de cara a las necesidades de la gente, particularmente de aquella que sufre por catástrofes naturales. Tengo la certeza de que en la familia castrense de Chile existe el compromiso irrenunciable de servir a la patria en todo momento y situación y –para quienes creemos en Jesucristo– de hacerlo siguiendo a Aquel que dijo que su vida se explicaba, porque vino a darla para servir y no para ser servido (Mt 20,26-28)”.
Finalizó su homilía, pidiendo tal como lo hace el Papa Francisco, que oren por él y su servicio como Obispo Castrense, servicio que pone junto a todas las Fuerzas Armadas y Carabineros al cuidado de la Santísima Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, Patrona y Generala de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
Visto 54 veces, 1 vistas hoy