Con la presencia de autoridades civiles y militares, sacerdotes, pastores y representantes de diversas Iglesias y Comunidades Cristianas hermanas y fieles se realizó el décimo quinto Te Deum Ecuménico en la Iglesia Catedral de Valparaíso con el que se dio comienzo oficial a las celebraciones Patrias de este año en Valparaíso.
El Te Deum Ecuménico fue presidido por Mons. Pedro Ossandón Buljevic, Administrador Apostólico de la Diócesis de Valparaíso quien en su homilía “Con esperanza construimos la paz” se refirió a varios temas de interés para nuestra sociedad.
Mons. Ossandón inició su homilía refiriéndose a la misión de Jesús y a la invitación que él nos hace. “Es tan grande su labor que no tiene tiempo ni para reclinar la cabeza. Es por esta vocación de donación total que Jesús no quiere perder tiempo para sí mismo. Quiere ir a otras orillas, a otras periferias. Sabe escuchar y hacer propio el clamor de su pueblo que requiere urgentemente ser amado. Lo hace porque quiere amar hasta el extremo de ofrecer su propia vida y para que así recibamos y entreguemos Vida en abundancia. Y no lo quiere hacer sólo, nos invita a todos”.
“En esta invitación de Jesús encontramos su verdad y vocación. En el amor de Cristo podemos pasar de la guerra a la paz. De la muerte a la Vida. De una patria dividida y ensimismada a un Chile unido pacífico y solidario. Hoy nosotros también queremos acoger la invitación de Jesús. Lo hacemos aprendiendo de nuestros padres en la fe, el pueblo judío. Lo hacemos aprendiendo también de las personas de buena voluntad que han sabido pasar del egoísmo individualista al servicio del bien común. Lo agradecemos así mismo en el testimonio de nuestras autoridades aquí presentes y en cada dirigente que se decide a asumir la causa de la justicia y el derecho”.
También agregó que “Jesús nos recuerda, y hoy nos lo dice especialmente a nosotros los católicos, de que es posible pasar de una Iglesia ensimismada a una Iglesia que sale al encuentro de Cristo al servicio de los pobres y sufrientes. También nos exhorta a todos los chilenos a que podemos pasar de la corrupción y la descalificación que nos desgasta y divide, a una cultura de la probidad y la honestidad que nos ayuden a cultivar una amistad cívica que se concentra en priorizar a los que más sufren. Digamos hoy con renovada esperanza, de que es posible en Chile pasar de la inequidad que proviene de las injusticias sociales a la distribución solidaria y equitativa de todos los bienes recibidos en nuestra Patria como dones del Cielo. Es posible superar la pobreza, la violencia del narcotráfico, el desempleo, la cultura machista que humilla la dignidad de la mujer, el abandono y maltrato a los niños desprotegidos desde el instante de su concepción. Es posible que los ancianos y los jóvenes, junto a sus familias, tengan un trato digno y se sepan útiles, protagonistas y valorados. Es posible trabajar unidos para que las ciudades y campos del país respiren aire limpio, cosechen la tierra con frutos sanos, y tomemos agua pura y compartida solidariamente”.
Mons. Ossandón también se refirió a la crisis que estamos viviendo como Iglesia. “La crisis de la Iglesia católica, y también en algunos aspectos, del cuerpo social y político de Chile, nos urgen a volver a cultivar el debate de altura, escuchando sin prejuicios, permitiendo que el otro pueda dar su opinión y estar disponible a encontrarle la razón, sin renunciar a la conciencia libre. Dios permite la crisis para aprender, en discernimiento comunitario, a liberarnos de dogmatismos y de sectarismos, tan propios de la psicología de élite. Nos enseña a ser discípulos de la verdad y no dueños de la verdad. Aprender juntos a discernir va siempre en la dirección de caminar desde un exacerbado amor al poder, a un radical ejercicio del poder del amor”.
“La crisis también nos enseña, si así lo queremos, a pedir ayuda, a ser humildes. El grito de los pobres, el dolor de las víctimas de abuso y el clamor de la creación quieren ser abrazados y no utilizados. Quieren ser consolados, sanados y dignificados desde una comunión profética, humilde y generosa. Así lo esperan porque el máximo anhelo humano es la alegría de ser un pueblo de amigos y hermanos”.
Junto a lo anterior, también señaló que “Es desde estas convicciones que los católicos y ciudadanos chilenos queremos reconocer nuestros errores y delitos. Ofrecemos al país, desde nuestra humillación, un renovado desafío de cuidado de la dignidad humana: el de crear, y ya lo estamos haciendo en nuestra Diócesis de Valparaíso, una pastoral de la prevención de abusos para cultivar ambientes sanos y seguros. Es conmovedor ver llegar a tantas personas, y no solamente católicas, ofreciendo su ayuda y experiencia para atender a las víctimas, entregar formación y hacer realidad el ‘nunca más´ de los abusos en la Iglesia y también en todos los ámbitos del pueblo de Chile”.
Finalizó su homilía, pidiendo que la Virgen María, Reina y Madre de Chile nos proteja siempre con su manto protector.
El Te Deum terminó con un esquinazo presentado por el Sindicato de Músicos profesionales de la Región de Valparaíso, SIMUPROVAL.
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