El sábado 01 de junio fue ordenado sacerdote por el Obispo Castrense de Chile, don Santiago Silva en la Iglesia Naval Nuestra Señora del Carmen de Las Salinas en Viña del Mar.
El Pbro. Jaime Andrés Muñoz Sepúlveda, escogió el siguiente lema sacerdotal “Tengan, pues, los mismos sentimientos (actitud) de Cristo Jesús” Flp. 2,5. Dependiendo la traducción de la Biblia, es sentimientos o actitudes. Tiene 32 años y fue ordenado como Diácono en Tránsito el 21 de abril del año pasado.
Su parroquia de origen es la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Pichidegua, en la diócesis de Rancagua. Su formación la realizó en el Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez donde ingresó en marzo del año 2009. “La llegada al Seminario Mayor de esta diócesis, se debe a que como el Obispado Castrense no tiene seminario, el obispo confía la formación de los candidatos al sacerdocio a los seminarios que existen. En mi caso, se me envió a este Seminario” señaló el padre Muñoz.
En la diócesis de Valparaíso, durante sus años de formación ha estado en diversas parroquias: Nuestra Señora de los Desamparados de Quillota (2010 – 2011); Santuario de Nuestra Señora Purísima de Lo Vásquez (2012); Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Puchuncaví y la Parroquia La Resurrección del Señor de Las Ventanas en el Año Pastoral (2013); en año 2016, en la parroquia Santo Nombre de Jesús de La Calera. Además, en las diversas misiones de verano que le tocó realizar: en Placilla, Algarrobo, el Refugio de Cristo (La Calera). Desde agosto del 2017, vive y colabora en la Parroquia Asunción de María de Achupallas.
Como Capellán Naval se le puede enviar a cualquier lugar del país. En su caso, continuará acompañando los lugares que hasta el momento lo está haciendo. “Mi primera responsabilidad es acompañar a la comunidad encomendada. Sin embargo, esto no quita que se pueda ayudar en otros lugares como ha sido hasta ahora en Achupallas o en otras parroquias. Se puede ayudar a los demás, sin descuidar las responsabilidades que son propias como capellán”.
¿Cómo surgió la vocación al sacerdocio?
La vocación surge en mi parroquia en Pichidegua junto a la comunidad parroquial y al testimonio de los sacerdotes que conocí en ese tiempo. La verdad no estaba en mis planes ser sacerdote, por eso estudie una carrera, Técnico en Enfermería. Pero, con el correr del tiempo fui dándome cuenta que a pesar de que la ayuda de las personas me gustaba, no me llenaba, no me dejaba pleno, había algo que faltaba. Cuando pequeño, como participaba en la parroquia, me cuestioné el querer ser sacerdote, pero cuando estaba estudiando, volvió con más fuerza este cuestionamiento.
¿Por qué eligió servir en el Obispado Castrense?
En ese tiempo, no tenía ningún vínculo con el Obispado Castrense, la verdad es que nunca había escuchado hablar de él. Pero cuando surgió la inquietud por responder a la llamada vocacional, me acerque a un sacerdote, que era párroco y capellán. Lo acompañé en su vida en la parroquia y también en la vida de la repartición en la que prestaba servicio. La verdad, es que me llamó mucho la atención, la vida del uniformado y como al igual que en el mundo civil, ellos tienen esa necesidad de Dios, y como lo buscan. La opción de entrar al seminario, por el Obispado Castrense surge de la pregunta, ¿Dónde te gustaría servir como sacerdote?
¿Es más difícil ser sacerdote hoy?
Es difícil, debido a que ya no son las cosas como antes; esto es, hoy vivimos en una sociedad donde algunos cierran las puertas a Dios. El sacerdote es solo el medio o el instrumento para entregar y llevar a Dios, y muchas veces se cuestiona al sacerdote por sus actitudes o su actuar, es decir, se cuestiona al sacerdote por lo que es o hace, más que por el mensaje que quiere transmitir. Pero a pesar de esto, la vida del sacerdote es fascinante, ya que te permite ver como Dios te toma desde lo que eres, con defectos y virtudes; y él mismo te ayuda y sostiene para realizar su obra. Por eso al final del día uno dice “esto es pura gracia, esto es solo de Dios”.
¿Cuáles son tus principales desafíos como sacerdote?
Mi principal desafío es anunciar a Jesús, en la realidad que me toca vivir. Creo que ese es el principal. De este empeño, se desprende algo importante, que es el no perder la centralidad de Jesucristo, es decir, que, para poder anunciarlo a él, no nos podemos olvidar de él, porque creo que eso ha sido lo que nos ha traído los problemas actuales, olvidarnos de Jesús. Creo que el único desafío, que también es el mandato de Jesús, es el de anunciarlo por todas partes. Esto, no es fácil, por eso es un desafío y una misión.
¿Qué consejo le darías a los jóvenes que se están planteando el sacerdocio?
Lo primero que le diría a alguien que se cuestiona una vocación sacerdotal, es que el camino no es fácil, ya que implica varios sacrificios, no solo por la contingencia actual, sino porque el mismo Jesús lo dice, dejar padre, madre, familia, por seguirlo. Lo segundo que diría, es algo que va tomado de la mano de lo anterior, y es que a pesar de los sacrificios y renuncias que conlleva el seguimiento de Jesús en el sacerdocio, la recompensa es súper grande, y eso se muestra en el cariño del pueblo de Dios.
Además, le diría a ese joven que para seguir a Jesús se debe hacer desde lo que uno es; es decir, Jesús nos llama tal cual somos, con defectos y virtudes; con una realidad familiar concreta; y como dice la frase “Dios no llama a los más capaces, sino que capacita a los que llama”, teniendo esto claro, responder a la llamada que Dios nos hace de manera generosa.
Pero lo más importante, es que, si se cuestiona una llamada al sacerdocio, es porque Dios le puso ese “bichito”, esa inquietud, y es Él mismo quien lo va a acompañar para poder responder generosamente a su llamada. En lo personal, llegué preguntando y diciendo “Vengo a ver si esto es lo mío”, testigo de ello es el rector que me recibió en el seminario. Y hoy puedo afirmar que “parece que esto es lo que Dios quería…”
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