Queridos hermanos, el don inmerecido del sacerdocio ministerial requiere una eternidad para prepararnos, una eternidad para vivirlo y una eternidad para agradecerlo.
El Presbítero de Valparaíso, signo claro del Buen Pastor
La sociedad actual pide signos, gestos y experiencias. Como sacerdotes estamos llamados a presentar el evangelio a través de los signos pobres de nuestra propia vida. Anhelamos, como Pablo, llegar a ser «olor de Cristo» (2 Cor 2, 15), e «instrumento vivo de Cristo» (Presbyterorum ordinis, 12) para la comunidad.
Jesús se transparenta a través de nosotros: «he sido glorificado en ellos» (Jn 17, 10). Estamos llamados a Ser su otro yo. El pueblo de Dios necesita ver en nosotros los rasgos de la fisonomía del Buen Pastor.
En este día de la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, meditemos sobre cómo poder, con nuestras limitaciones y debilidades, -hombres «de barro»- (2 Cor 4, 7), SINTONIZAR mejor con los criterios, la escala de valores y el actuar de Cristo. Es un proceso continuo de santificación que es tan necesario como posible.
La fidelidad de Cristo, su presencia, su inmolación y su oración (Jn 17, oración sacerdotal), en una palabra: su gracia, hacen posible una respuesta generosa de santidad. Nuestra fuerza proviene de Cristo resucitado, y se materializa en el humilde y sacrificado empeño diario de ser fieles a la unción y acción del Espíritu santo (Jn 16, 14; 15, 26-27).
Lo propio de nuestra unción sacerdotal es santificarnos a través de la caridad pastoral. La formación recibida y toda nuestra vida giran en torno a este eje (Optatam totius, 4).
La caridad pastoral auténtica no admite dicotomías, ni fronteras en la acción apostólica. Es un fuerte llamado a la «UNIDAD DE VIDA» (Presbyterorum ordinis, 14), que se convierte en el «máximo testimonio del amor» (Presbyterorum ordinis, 11).
La diaria, y dolorosa constatación de nuestra debilidad se pueden convertir en instrumento de gracia, si somos dóciles a la acción del Espíritu Santo. Tú y yo, como otro PABLO, encontramos fuerza en nuestra propia debilidad (2 Cor 12, 10). Es una santidad que se amasa de cosas pequeñas, en una dedicación fiel y plena. Entonces, como dice el Concilio: «conseguirán de manera propia la santidad ejerciendo sincera e incansablemente sus ministerios en el Espíritu de Cristo» (Presbyterorum ordinis, 13).
A nuestra Madre Purísima de Lo Vásquez nos encomendamos con filial afecto y devoción.
¡FELIZ Y BEDECIDO DÍA DE LA SANTIFICACIÓN DEL CLERO!
Fuente: Comisión Diocesana del Clero de Valparaíso
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