Se celebró Misa Crismal en la Diócesis de Valparaíso

Con el inicio del Mes de María, se celebró la Misa Crismal en el Santuario de Schoenstatt ubicado en la comuna de Quillota. En este lugar, tomando en cuenta todas las medidas sanitarias, se reunieron sacerdotes, seminaristas del Pontificio Seminario Mayor San Rafael de Lo Vásquez y representantes de diáconos permanentes, religiosas y laicos.

 

En esta Misa los sacerdotes renuevan ante el Obispo su ministerio. Ellos ante Dios, ante la Iglesia vuelven a renovar sus promesas sacerdotales. Al mismo tiempo, se consagra el Santo Crisma y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Con ellos, los sacerdotes celebran los sacramentos y atienden a los enfermos.

 

El obispo Pedro Ossandón, Administrador Apostólico de la Diócesis de Valparaíso inició su homilía señalando que hoy celebramos esta Eucaristía de manera muy especial “con un corazón “contrito y humillado”, ese que Dios jamás desprecia. Un corazón sacerdotal que en esta tragedia que nos ha tocado padecer solidariamente con todos los fieles de nuestra comunidad, de la diócesis, del país y del mundo entero, no ha estado ajeno ni distante de las mismas angustias y sufrimientos de todos, así como también de la fragilidad humana, del miedo y la soledad, el vacío y las preguntas radicales que queman sobre la verdad de nosotros mismos, de la sociedad, de nuestras convicciones de fe, de la Iglesia que amamos y servimos y sobre todo, de la verdad de Dios que se acerca y es siempre fiel”.

 

También reflexionó sobre ¿Qué les enseña hoy Jesús a los sacerdotes? “Lo mismo de siempre: que oremos y lo adoremos con devoción, que recemos con renovada fidelidad el Breviario, que meditemos la Palabra de Dios de la que hemos sido servidores, que nos confesemos frecuentemente y tengamos director espiritual, que celebremos con generosidad y debida preparación los sacramentos, que seamos amables y serviciales con todos los que nos pidan apoyo sacerdotal, que seamos solidarios y misioneros y que nos dejemos asesorar por los fieles laicos, las religiosas y los diáconos permanentes para que así nuestro ejercicio de la autoridad sea el del servidor que no ha venido a ser servido, sino a servir”.

 

“La gran novedad de la respuesta del sacerdote hoy a los nuevos desafíos de la acción evangelizadora es hacer lo que siempre nos ha enseñado la Iglesia, nuestra maestra y nuestra Madre. Parece humillante que la novedad del Evangelio es la misma, la única, la de siempre, pero es una gran alegría volver a descubrir que Dios siempre nos sorprende porque está siempre con nosotros. Hemos escuchado en estos meses de una manera novedosísima a Jesús diciéndonos una y otra vez “Ánimo, no tengan miedo, soy yo” Invitándonos a pedir la gracia de la fe para encontrarnos con Él y volver a escucharlo diciéndonos a cada uno: “Sígueme”. Jesús no se cansa de enseñarnos desde el misterio de la Encarnación y de la Redención de que “nadie se salva solo” como nos recuerda el querido Papa Francisco. Todos nos necesitamos y que mientras más frágiles nos descubrimos más fuerte descubrimos la presencia del amor de Dios. “Porque cuando soy débil, dice el apóstol, entonces soy fuerte” o sea, entonces dejo que sea “Cristo quien viva en mi”.

 

El obispo Ossandón enfatizó que “en definitiva, en una palabra: Jesús nos llama hoy a ser santos. Él es el único Santo de Dios y ha tenido la gentileza de sacrificar su vida para compartir su propia divinidad perdonando nuestros pecados por su infinita misericordia para que unidos a Él vivamos en la oración, celebremos en su nombre los sacramentos, sirvamos con humildad y amabilidad al santo pueblo de Dios y demos la vida para que los pobres, los enfermos, los humillados y los pecadores tengan Vida en abundancia”.

 

Al término de la homilía, en el momento de la renovación de las promesas sacerdotales, el padre José Lino Yáñez Caiga, sacerdote Salesiano de Don Bosco, las renovó primero como homenaje a sus 60 años de sacerdote. Luego, el resto de los sacerdotes presentes renovaron sus promesas de ordenación sacerdotal. Después, el obispo Ossandón consagró el Santo Crisma y bendijo los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Los nuevos óleos son llevados a las iglesias y los viejos se queman o se dejan que ardan en la lámpara del Santísimo.

 

Oraciones

 

Durante la Misa Crismal se hizo oración especial por todos los sacerdotes de la diócesis de Valparaíso, por el Pontificio Seminario Mayor San Rafael, por sus seminaristas, por los sacerdotes que están lejos de nuestra diócesis o en encargos especiales, de manera muy agradecida por el Padre Bernardo Astudillo que sirve en la Isla de Pascua. También se rezó por los hermanos sacerdotes ancianos, enfermos, en situaciones difíciles, por los que han dejado el ministerio, por las mamás y papá de sacerdotes que fallecieron desde la última Misa Crismal, por los Obispos de Valparaíso ya fallecidos: Mons. Eduardo Gimpert Paut, Mons. Rafael Lira Infante, Mons. Raúl Silva Henríquez, Mons. Emilio Tagle Covarrubias y Mons. Francisco de Borja Valenzuela, por la salud de los Obispos eméritos de Valparaíso: Mons. Jorge Medina, Mons. Francisco Javier Errázuriz y Mons. Gonzalo Duarte.

 

Por los sacerdotes fallecidos desde la última Misa Crismal: P. Ramiro Ávalos, P. Miguel Rodríguez, P. Kepa Bilbao, P. David González, P. Txomin Lezama, Mons. Javier Prado, P. Wenceslao Barra, P. Enrique Sagredo, P. Sergio Rojas y P. Felipe Gutiérrez. También se pidió por los diáconos permanentes fallecidos desde la última Misa Crismal: Orlando Escobar, Nelson Aravena, Luis Enrique Franco, Rubén Moraga, Richard Fernández y Giuseppe Formolo.

 

Al término de la Misa, todos los presentes se dirigieron al Santuario Mariano para iniciar como Iglesia de Valparaíso el querido Mes de María.

 

 

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