Se celebró Misa Crismal en la Iglesia Catedral de Valparaíso

Mons. Jorge Patricio Vega Velasco svd., Obispo de Valparaíso presidió la celebración de la Misa Crismal que se realizó en la Iglesia Catedral con un aforo reducido y que fue seguido a través de las redes sociales del Obispado de Valparaíso y radio Stella Maris. La Misa Crismal es una celebración muy especial y única en el año litúrgico que se celebra tradicionalmente en Jueves Santo.

 

Mons. Jorge Patricio inició su homilía saludando a los presbíteros, a los diáconos permanentes, a la vida consagrada, al laicado presente en el Templo Catedral. También saludó a aquellos que celebran algún año especial de ordenación sacerdotal, a los sacerdotes de nuestra diócesis que nos acompañan desde lejos, desde Roma el padre Gustavo Álamos y desde Rapa Nui el padre Bernardo Astudillo.

 

En su homilía, hizo un recorrido del tiempo de pandemia que estamos viviendo “No imaginábamos que la pandemia afectaría tan fuerte nuestra vida eclesial. Dio la impresión que los templos y la vida eclesial entraron en una profunda hibernación, pero gracias a Dios debemos reconocer, que esto no fue así, y a semejanza de las Iglesias de las catacumbas, la vida eclesial se intensificó. Aprovechándose de las nuevas tecnologías, se entregó formación, se realizaron retiros, etc. Entre las celebraciones afectadas hasta hoy, está la celebración de la Misa Crismal pues ella no se ha podido celebrar en el momento litúrgico que corresponde”.

 

También reflexionó sobre las lecturas que se proclamaron, en especial el Evangelio. “En este texto vemos que Jesús después de haber predicado en varias sinagogas de Galilea, regresa a su pueblo y como de costumbre va a la sinagoga. En esa época a quienes estaban de visita en una sinagoga se les invitaba a proclamar alguna lectura y luego a hacer una pequeña reflexión. Al proclamar el mensaje, Jesús lo hace suyo como el programa de lo que será su ministerio mesiánico. Es sabido que muchos esperaban un mesías político, uno nacionalista, guerrero que libertara a su pueblo por medio de las armas, por el contrario, Jesús anuncia que ha venido a dar la buena noticia a los pobres, a los cautivos, a los oprimidos, es al fin de cuentas una salvación donde nadie queda excluido”

 

“A semejanza del maestro, también nosotros, ya sea individualmente y también como Iglesia particular de Valparaíso, deberíamos hacer nuestro este programa evangelizador donde los pobres, los cautivos, los excluidos, los oprimidos y los marginados de los tiempos actuales sean nuestros principales interlocutores en esta tarea evangelizadora que tenemos por delante. En fin, un programa que nos impulse a ir al encuentro del otro”.

 

“En estos meses que llevo peregrinando en Valparaíso, he podido darme cuenta que también, así como en tiempos de Jesús, entre nosotros existen hermanos pobres, cautivos, oprimidos y hermanos marginalizados, solo que a veces por ir tan apresurados no los vemos y pasamos de largo a su lado. Entre los hermanos pobres veo a los migrantes, al hombre y mujer de calle cada uno con esa historia tan particular y personal que les llevó a estar en esa condición. No debemos juzgarlos ni excluirlos. Impresiona encontrarse a tantos ancianos a los que su jubilación no les alcanza para llegar a final de mes. Entre los hermanos marginalizados sobre salen las personas de pueblos diferentes o de otras razas, ellos son los marginalizados del siglo 21. Debemos reconocerlo y con mucho dolor y vergüenza somos una sociedad racista, por lo mismo provocamos mucho sufrimiento a quienes son diferentes a nosotros. También en las personas enfermas que por falta de recursos no pueden acceder a un tratamiento eficaz”.

 

“Siempre surge la misma pregunta ¿Con cuáles elementos contamos para hacer nuestro este proyecto evangelizador de Jesús? Al mirar nuestra Iglesia particular de Valparaíso, estoy descubriendo en ella muchos rostros y también un solo corazón que con certeza se pueden transformar en la mejor herramienta de este proyecto evangelizador”.

 

“Veo en estos muchos rostros y en un solo corazón cuando todos se esfuerzan en alcanzar la mayor gloria de Dios y la dignidad del hermano a quien sirve. Veo en muchos rostros y en un solo corazón cuando juntos y cada uno desde su vocación particular son capaces de levantar la cruz de Cristo para que ella sea punto de referencia de quienes habitan en la Diócesis de Valparaíso. Veo en estos muchos rostros y un solo corazón cuando cada uno de ellos es capaz de poner esos dones personales, recibidos del mismo Dios, al servicio de su Reino. Veo en estos muchos rostros también un corazón herido como consecuencia del pecado y por las veces que se ha sido infiel a la vocación personal. Veo en estos muchos rostros un corazón que está buscando sanar sus heridas reconciliándose con el hermano y con Dios”

 

También hizo mención a dos acontecimientos eclesiales en este momento en desarrollo: la Asamblea Eclesial latinoamericana y al Sínodo convocado por su Santidad el Papa Francisco para tratar el tema de la Sinodalidad. “Ambos acontecimientos son relevantes para el caminar eclesial hoy y por qué no decirlo, con implicancias en el peregrinar eclesial a futuro. Por lo mismo ninguno de los rostros antes mencionados pueden quedar ajenos a estos dos acontecimientos. Cada uno de los rostros deben transformarse en actores relevantes con su participación activa. Quienes ocupamos un rol importante en la animación de estos dos acontecimientos somos los sacerdotes pues debemos animar al Pueblo de Dios a nosotros confiado para que se transforme en actor privilegiado en este momento eclesial histórico”.

 

Al término de la homilía, los sacerdotes renovaron sus promesas sacerdotales, que hicieron el día de su ordenación sacerdotal. En esta ocasión se rindió un especial reconocimiento a tres sacerdotes: Padre Pedro Aguiar Darrouy que fue ordenado sacerdote el 26 de mayo de 1956 y este año cumplió 65 años de vida ministerial. Padre Jorge Bosagna Aguayo que fue ordenado el 22 de diciembre de 1956 y este año cumplirá 65 años de vida ministerial. Padre Jorge Sapunar Dubravcic que fue ordenado un 23 de septiembre de 1961 y este año cumplió 60 de vida ministerial. De los tres sacerdotes homenajeados, solo estuvo presente el Padre Jorge Sapunar. El Obispo Vega renovó en primer lugar las promesas sacerdotales del Padre Sapunar y a continuación, los demás sacerdotes presentes renovaron sus promesas de ordenación.

 

Después, Mons. Vega consagró el Santo Crisma y bendijo los óleos de los catecúmenos y de los enfermos. Los nuevos óleos son llevados a las iglesias y los viejos se queman o se dejan que ardan en la lámpara del Santísimo.

 

Durante la Misa Crismal se hizo oración especial por las 3487 víctimas de la pandemia en la región de Valparaíso, por todo el personal de salud fallecidos, por todos aquellos quienes no pudimos despedir con dignidad, por aquellos que murieron solos y desesperados, por aquellas familias que quedaron sin un sustento, por aquellos a quienes se han visto afectados en su salud mental y por todos aquellos que siguen sufriendo las consecuencias de esta fatal enfermedad. Por todos ellos ofrecemos también un momento de silencio antes del canto para traer su recuerdo a nuestras memorias.

 

También se rezó por los hermanos sacerdotes ancianos, enfermos, en situaciones difíciles, por los que han dejado el ministerio, por los sacerdotes fallecidos recientemente, por los Obispos de Valparaíso ya fallecidos: Mons. Eduardo Gimpert Paut, Mons. Rafael Lira Infante, Mons. Raúl Silva Henríquez, Mons. Emilio Tagle Covarrubias, Mons. Francisco de Borja Valenzuela y Mons. Jorge Medina Estévez.

 

También se hizo oración por los hermanos detenidos desaparecidos que compartieron el ministerio presbiteral y cuyos cuerpos no han sido encontrados: Antonio Llidó Mengual y Miguel Woodward Iriberri.

 

Después de la comunión se rindió un homenaje de gratitud y afecto a los papás y mamás de sacerdotes. A cada sacerdote se les entregó un pequeño presente de parte del Obispo Jorge Patricio Vega.

 

 

 

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