Introducción
El deseo de simplificar la vida cotidiana y mejorar la eficiencia ha sido un motor impulsor para la creación de inventos ingeniosos a lo largo de los siglos. Desde la invención de la rueda, pasando por los ingeniosos diseños de Da Vinci en el Renacimiento, hasta la revolución industrial con sus máquinas impulsadas por vapor, cada etapa histórica ha aportado a este camino hacia la automatización.
Las últimas décadas han estado profundamente marcadas por el fuerte avance de las tecnologías informáticas, que hoy en día podemos encontrar presentes en casi todos los lugares que frecuentamos, desde las empresas más grandes, hasta los negocios más pequeños, instituciones de educación, hospitales, medios de movilización e incluso en nuestras propias parroquias.
Todo este avance ha sido la cuna para el desarrollo de lo que hoy conocemos como Inteligencia Artificial y que, a lo largo del último año, ha sido un tema recurrente en el espacio público, provocando en muchos, gran asombro y al mismo tiempo inquietudes.
La inteligencia artificial, en su esencia, consiste en la creación de sistemas informáticos y máquinas capaces de realizar tareas que emulan las capacidades de la inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento y la toma de decisiones. Estos sistemas, alimentados por algoritmos y enormes cantidades de datos, tienen el potencial de mejorar diversos aspectos de nuestras vidas y transformar nuestras sociedades, tal como lo podemos comprobar diariamente con la aparición de nuevas herramientas y servicios basados en este tipo de tecnología.
Es inevitable pensar en la inteligencia artificial y no recordar las icónicas películas como “El Hombre Bicentenario” y “Yo, Robot”, adaptaciones de las obras del célebre autor de ciencia ficción, Isaac Asimov, o incluso la influyente película “Matrix”. Estas producciones cinematográficas han estimulado nuestra imaginación sobre el potencial de la IA y han planteado cuestionamientos sobre su verdadero impacto en la humanidad.
A medida que la inteligencia artificial se integra cada vez más en nuestras vidas y sociedades, es fundamental reflexionar sobre su valor, limitaciones y ética, explorando sus diversos aspectos y cómo su desarrollo ha llegado a marcar nuestra realidad actual, reconociendo el valor irremplazable de cada persona y considerando las implicaciones teológicas y pastorales que puedan surgir en el camino.
I. El Valor Irremplazable de la Persona
En el vertiginoso avance de la tecnología y la aparición de la inteligencia artificial, es fundamental recordar y reafirmar el valor irremplazable de cada persona. Detrás de los algoritmos sofisticados y las capacidades aparentemente asombrosas de la inteligencia artificial, está la esencia misma de lo que nos hace humanos: la capacidad de sentir, de amar, de crear, y de compartir experiencias con los demás.
La inteligencia artificial puede brindar beneficios notables en diversos ámbitos, mejorando la eficiencia en tareas cotidianas, facilitando diagnósticos médicos, optimizando procesos industriales y agilizando la toma de decisiones. Sin embargo, no debemos perder de vista que, en última instancia, la tecnología no puede reemplazar la conexión humana y la empatía que compartimos unos con otros. El poder de una sonrisa reconfortante, de un abrazo afectuoso, y del apoyo mutuo en tiempos de dificultades son aspectos que ninguna máquina puede replicar. La interacción humana es fundamental para nuestro bienestar emocional y social. El Concilio Vaticano II, en su declaración sobre la dignidad de la persona humana (Gaudium et Spes), subrayó que el ser humano es la “cumbre de la creación” y es “la única criatura en la tierra que Dios ha amado por sí misma”. Esto implica que, más allá de cualquier avance tecnológico, cada persona es única, valiosa y merecedora de respeto.
La tecnología, incluida la inteligencia artificial, debe considerarse como una herramienta que potencie nuestras capacidades y nos permita avanzar como sociedad, pero no como un sustituto de la verdadera esencia humana. En la era digital, es fundamental que sigamos cultivando la importancia de la empatía, la compasión y la solidaridad con nuestros semejantes.
El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si’, también hace un llamado a proteger la dignidad humana y la integridad del ser humano frente a los desafíos del progreso tecnológico. Nos recuerda que el desarrollo y la tecnología deben estar al servicio de toda la humanidad, especialmente de los más vulnerables, y que no debemos permitir que la tecnología se convierta en un fin en sí misma, sino que siempre debe estar al servicio del bien común.
II. El uso de la IA para Revivir a los Difuntos
El avance de la inteligencia artificial ha generado especulaciones acerca de la posibilidad de revivir digitalmente a personas fallecidas, a través de la creación de réplicas virtuales basadas en sus datos y comportamientos pasados. Desde una perspectiva teológica y pastoral, surgen interrogantes importantes que requieren una reflexión profunda y respetuosa.
La fe cristiana contempla la vida después de la muerte como una realidad trascendental, donde las almas encuentran su destino eterno junto a Dios. Las enseñanzas cristianas enfatizan la importancia de vivir en la esperanza y la certeza de la vida eterna, confiando en el amor y la misericordia divina. La posibilidad de recrear digitalmente a los difuntos plantea cuestionamientos sobre la dignidad y el respeto a la vida eterna, así como sobre la aceptación del ciclo natural de la existencia humana.
Desde una perspectiva pastoral, el duelo y el proceso de aceptación ante la pérdida de un ser querido son etapas esenciales para el bienestar emocional y espiritual de quienes quedan. La tecnología puede facilitar el acceso a recuerdos y momentos compartidos con los difuntos, pero también es importante discernir cuándo estas herramientas pueden ser un apoyo saludable en el proceso de duelo y cuándo pueden dificultar el necesario proceso de desapego y aceptación de la realidad de la muerte.
Asimismo, es necesario considerar los aspectos éticos de la creación de réplicas digitales de personas fallecidas. ¿Cómo se obtienen los datos para crear estas réplicas? ¿Qué impacto podría tener en la privacidad de los difuntos y de sus seres queridos? ¿Existen riesgos de manipulación de la identidad o mal uso de esta tecnología?
En el ámbito teológico y pastoral, se hace necesario reflexionar sobre el respeto a la dignidad de cada persona, incluso después de su partida terrenal. La creación de réplicas digitales plantea desafíos respecto a la preservación del legado y memoria de los difuntos sin desvirtuar su identidad ni su descanso en la paz de Dios.
Es fundamental que la mirada teológica y pastoral sobre el uso de la inteligencia artificial para revivir a los difuntos esté en sintonía con las enseñanzas de la Iglesia, orientadas hacia el cuidado y acompañamiento de las personas en su proceso de duelo, y respetando la dignidad y la trascendencia de cada alma ante el misterio de la vida y la muerte.
III. ¿Qué mirada tener sobre el uso de la IA?
Para los católicos, la evolución tecnológica y el desarrollo de la inteligencia artificial son temas que deben abordarse desde una mirada integral y coherente con los principios de la fe. A través de las enseñanzas del magisterio pontificio encontramos orientación para considerar responsablemente el uso de la IA en la sociedad actual.
En primer lugar, la ética y la dignidad humana ocupan un lugar central en la enseñanza católica. Los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia destacan el valor inalienable de cada persona y la promoción del bien común. En el contexto de la inteligencia artificial, esto implica un compromiso con el desarrollo de tecnologías que contribuyan al bienestar y la justicia social, protegiendo siempre la dignidad y los derechos de las personas.
El cuidado del medio ambiente, como se resalta en “Laudato Si”, también es un aspecto importante en la reflexión sobre la IA. Los católicos estamos llamados a ser custodios de la creación de Dios y a promover un desarrollo tecnológico sostenible, que no agote ni destruya los recursos naturales de manera irresponsable.
En cuanto a la relación con los demás, la inteligencia artificial no debe ser vista como una amenaza para la interacción humana, sino como una oportunidad para fortalecer los lazos de solidaridad y empatía. El Papa Francisco, en “Evangelii Gaudium”, nos invita a una “cultura del encuentro”, en la cual la tecnología pueda ser un medio para acercarnos y cuidarnos mutuamente, especialmente a los más vulnerables y necesitados.
En este sentido, estamos invitados a fomentar una mirada crítica y reflexiva sobre la inteligencia artificial, buscando un equilibrio entre sus beneficios y sus posibles desafíos éticos. Es esencial participar activamente en los debates sobre la regulación y el uso responsable de la IA en la sociedad, con una conciencia informada por los valores cristianos y una búsqueda constante del bien común. La inteligencia artificial, vista desde la perspectiva de la fe, puede ser una oportunidad para potenciar el servicio a los demás y el desarrollo integral de la humanidad. Sin embargo, siempre debe estar subordinada a la dignidad humana y al respeto por la vida y el medio ambiente.
Por Pbro. Sergio Herrera, Vicario Parroquial de las Parroquias San Benito y Nuestra Sra. de los Dolores, Viña del Mar, e Ingeniero en Conectividad y Redes, DuocUC Sede Viña del Mar.
Visto 1,952 veces, 2 vistas hoy