Reflexión del Evangelio

DOMINGO IV DE PASCUA / 21 de Abril

Los invitamos a orar junto a las reflexiones del Evangelio Dominical entregadas por los sacerdotes P. Ramón Tapia y P. Julio González en este 4 Domingo de Pascua:

PASTOR BUENO CONDUCENOS: SEAMOS BUENAS OVEJAS DE TAN BUEN PASTOR
Pbro. Ramón Tapia


Los seres humanos buscamos en la vida un buen pastor, alguien que nos guie, queremos seguir a alguien que nos de seguridad, amor, vida plena. Y caminando en la vida muchas veces nos desilusionamos de personas que no ofrecen la salvación porque como nos dice hoy San Pedro en la primera lectura: “En ningún otro existe la salvación, ni hay bajo el cielo otro Nombre dado a los hombres por el cual podamos salvarnos”. Sólo Jesús salva. Yo soy el Buen Pastor nos dice Jesús. Un pastor de ovejas debe ser muy amable, suave, cariñoso, sereno porque estos animalitos son muy tímidos y se asustan y arrancan ante cualquier gesto o palabra dura. Jesús es así, nos busca con misericordia, con dulzura, con ternura. Él nos ama y da su vida por nosotros. El sigue ofreciéndose por nosotros en la Eucaristía. El asalariado no da la vida, huye ante el lobo, no se preocupa por las ovejas. El asalariado es el que hace las cosas por dinero, por un pago material o espiritual, afectivo.
Hermanos Jesús es el Buen Pastor, Él dio la vida por nosotros en la cruz, Él se sacrificó por nosotros sus ovejas. Siendo pastor se hizo cordero para ser entregado, dio su vida por cada persona. Es un
Pastor que no se reserva nada. Muriendo a sí mismo nos da la Vida, vida en abundancia.
Es un buen pastor que conoce a las ovejas, que te conoce y me conoce. Pero no es un conocimiento frío, estadístico o anecdótico, sino que es un conocimiento lleno de amor, perdón, misericordia. Nos
ama conociéndonos y nos conoce amándonos. El asalariado es aquel que no busca el bien de las ovejas o de las demás personas sino que sólo su bien personal, usa a las personas
para estar bien él, busca su propio interés, por eso no le interesa el bien real de las personas. Nosotros como cristianos podemos ser como Jesús el buen pastor o como el asalariado.
Ser como Jesús el buen pastor significa hacer mi trabajo, mi vida de familia, mi vida de barrio, mi vida comunitaria en la parroquia como un servicio, como un estar para los demás. Será darse a los demás, expropiarse, salir del egoísmo; ser parte de la Iglesia, no ser espectador que sólo critica lo que hacen o no hacen los demás. Ser buen pastor significa dar tiempo para los demás en la junta de
vecinos, en el barrio. Dar tiempo para los ancianos, para los enfermos. Pero también podemos ser malos pastores o asalariados como dice Jesús. ¿Cuándo somos así? Cuando decimos: yo no me
meto con nadie, yo no le hago mal a nadie, que los demás hagan las cosas. Soy mal pastor cuando me interesa que los que trabajan conmigo, los que viven conmigo me tengan en el centro, cuando
busco y exijo su atención, su dinero, sus cosas. Lo importante es saber que cuando uno es buen pastor con minúscula da vida pero en realidad encuentra la vida. Cuando uno “pierde tiempo”, se niega un
poco a sí mismo, da algo de sus bienes y capacidades a los demás encuentra la alegría, el gozo de la vida. Dejémonos conducir por el Buen Pastor, sigamos sus huellas, escuchemos sus palabras,
imitemos sus gestos. Jesús buen pastor está a las puertas de tu corazón y el mío porque quiere entrar y conducirnos a los pastos de la Vida. Dejémonos guiar por sus silbidos, sus palabras, por sus
muestras de cariño.
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, condúcenos hacia los gozos celestiales, para que tu rebaño, a pesar de su debilidad, llegue a la gloria que le alcanzó la fortaleza de Jesucristo, su Pastor. Que vive y
reina por los siglos de los siglos. Amén.

Domingo de Oración por las Vocaciones Sacerdotales y Religiosas

P. Julio González, Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo
domingo:
a.- Hch. 4,8-12: Ningún otro puede salvar.
b.- 1Jn. 3, 1-2: Veremos a Dios tal cual es.
c.- Jn. 10,11-18: El Buen Pastor da la vida por sus ovejas

“Yo soy el buen pastor” (Jn.10,11s).
En el evangelio, Jesucristo, se presenta como el Buen Pastor. Las palabras de Jesús se dirigen directamente a los fariseos. Él es la puerta de las ovejas y el buen pastor. Con esta revelación Jesús quiere responder a la expulsión del hombre que había sanado en el templo que ha creído en ÉL (Jn.9), ha entrado por la puerta que es Cristo, al redil que es la comunidad mesiánica, la Iglesia. Estos creyentes constituyen el nuevo Israel, guiados por Jesús, buen pastor.
Él es el Buen Pastor, es decir, el auténtico, el único. El término bueno encierra otros significados como bondad, acogida. Jesús no es otor pastor más, sino el modelo, y su característica dar la vida por sus ovejas para librarlas del ataque del lobo en contraste de lo que haría el mercenario, el que no es pastor. La queja de Jesús se se refiere expresamente a los dirigentes religiosos, por la responsabilidad que tenían de dirigir el pueblo a ellos confiados. Los fariseos son los ladrones y saltadores, porque nos les interesan las ovejas. La alegoría del pastor tiene hondas raíces bíblicas, con la cual se establecen las relaciones existentes entre Yahvé e Israel, más en concreto la que establece el profeta Ezequiel (cfr. Ez. 34; 37,16ss). La contraposición, entre el verdadero Pastor y los fariseos, que no entran por la puerta, establece la diferencia, ya que mientras Jesús libera y alivia con su evangelio, los fariseos aplastan a los hombres, cargan pesadas cargas sobres los hombros del pueblo, con su interpretación de la Ley de Moisés. Ellos poseían la llave del saber, les traía grandes beneficios para ellos y sus familias, incluso económicas (cfr. Mt. 23; Mc. 12,38). Jesús, es el Pastor legítimo, le preocupan las ovejas, vino a servirlas y no a servirse de ellas. Quien no ama, como los fariseos, hasta dar la vida como Jesús, no es pastor.

“Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí” (Jn.10,14s).
La segunda revelación de Jesús como Buen Pastor, es su conocimiento personal de cada una de las ovejas, conocimiento bíblico, que equivale a un conocimiento amoroso. La autoridad que
tiene es reconocida por las ovejas, primero, por el conocimiento mutuo que existe y porque les abre la puerta, las sirve; por la fe que confiesan, los que creen en ÉL, al reconocerlo como Señor (cfr, Jn. 9,
38). Esta intimidad divina es tal, que Jesús la asemeja, con la que tiene con su Padre. Este mutuo conocimiento, es comunión de corazón, supone la entrega de la vida, lo que trae posesión. “Yo soy el
buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.” (vv.14-15). Luego el Pastor extiende su mirada amorosa más
allá de Israel, el mundo donde hay otros hombres, que no lo conocen, también ellos escucharán su voz, para que exista un solo rebaño y un solo pastor (v.16).

“Doy mi vida, para recobrarla de nuevo” (Jn.10,17ss).
La entrega de la vida de parte del Pastor, manifiesta el amor del Padre. El evangelista hace un velado anuncio del misterio pascual de muerte y resurrección. Este misterio está dentro del gran misterio del
Padre y del Hijo: el Padre dona al Hijo, al Buen Pastor al mundo. Toda la obra de Jesús, Pastor, es revelación del amor del Padre por la humanidad. Cruz y resurrección, son signos del amor del Padre por los hombres y motivo supremo del amor del Padre por el Hijo, que llevó a buen fin el designio del Padre. Todavía este último tema es una ampliación del gran amor del Padre por el mundo, que no vacila en
entregar a la muerte al amado Hijo. Lectura mística de este evangelio: S. Teresa enseña afinar el oído
para escuchar al Pastor. “Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias (que ya he dicho que son la gente de este castillo, que es lo que he tomado para saber decir algo), que se han ido fuera y andan
con gente extraña, enemiga del bien de este castillo, días y años; y que ya se han ido, viendo su perdición, acercando a él, aunque no acaban de estar dentro ­porque esta costumbre es recia cosa­, sino no son ya traidores y andan alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan
suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y se meten en el castillo”
(4Moradas 3,2).

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