Reflexión del Evangelio Dominical

DOMINGO V DE PASCUA / 28 de Abril 2024

Los invitamos a orar junto a las reflexiones del Evangelio Dominical entregada por el P. Ramón Tapia y el P. Julio González en este V Domingo de Pascua:

PERMANECER EN EL SEÑOR

Por Padre Ramón Tapia

Cuando recién empezaba a usar el celular me pasó algo que nos puede ayudar a recibir el evangelio de hoy. Le quedaba un 14% de carga al celular y lo enchufé para recargarlo. Al rato lo vi y me di cuenta que no cargaba porque tenía 10%. Y le dije a un sobrino que estaba ahí. Y me dijo lo que pasa tío que usted no lo enchufó bien, tiene que enchufarlo hasta el fondo. Y ahí empezó  a cargar. No había puesto el celular en contacto con la electricidad.

También puede pasarnos a ustedes y a mí en la oración. No enchufarse profundamente con Jesús, dejando que el toque lo más profundo del corazón. El Señor siempre nos regala su energía, pero debo permanecer bien enchufado, no por encima. El evangelio de hoy nos dice 7 veces permanecer en el Señor. Y seis veces nos dice dar fruto.

PERMANECER EN EL SEÑOR: Estamos llamados por el Señor a permanecer en Jesús, a vivir injertados en su persona, en su palabra, a chupar de su savia, a no separarme. Permanecer es distinto a estar un rato. Y ¿cómo permanezco en el Señor? En este año de la oración el Papa nos invita a “recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo”

Estar, permanecer en la presencia del Señor. Orar es permanecer, estar tranquilos delante del Señor. Sentarnos como María a los pies de Jesús. María está sosegada, tranquila, no está apurada ni nerviosa. Se dedica a estar con Jesús, a escucharlo. Para orar es necesario sosegar nuestro corazón y nuestra mente. Orar es permanecer en presencia de Dios con la mente en el corazón, es decir, en el punto de nuestro ser que no existen divisiones ni distinciones porque en él somos totalmente uno con nosotros mismos, con Dios, con los demás hombres y con el conjunto de la creación.

Permanecer con Jesús es escuchar su palabra, adorarlo en el Santísimo sacramento, vivir la eucaristía conscientemente. Así el Señor nos comunica su vida, nos va haciendo pasar su savia divina a nosotros los humildes sarmientos. Vayamos siempre hacia Jesús con deseos de recibir su savia, su vida, su energía.

DAR FRUTO: Nos llama a dar fruto porque así seremos discípulos. El que no da fruto no ha empezado a ser discípulo. Los frutos no son cualquiera: ser honrado, dar limosna a los pobres porque eso lo pueden y de hecho lo hacen también ateos y agnósticos. Dar fruto es vivir el amor hasta poner la otra mejilla, perdonar, dar mis bienes y capacidades a los pobres, desprenderme; amar no con la boca sino con hechos y verdad como nos dice hoy la segunda lectura. Son los frutos del Espíritu Santo. Si no nos unimos no podremos dar fruto porque Jesús nos dice que sin Mí, no podemos hacer nada. Los frutos no vienen por las fuerzas humanas sino por la gracia de Dios.

El Papa nos invita a orar en este año como voz “de un solo corazón y una sola alma, que se traduce  en ser solidarios y en compartir el pan de cada día”. Que nuestra oración, el permanecer unidos a Jesús se manifieste en la vida de cada día, en nuestro hogar, en la calle, en el barrio, en la comunidad parroquial.

Santa Virgen María tú permaneciste siempre unida al Señor, te alimentaste de la vida divina y de la Palabra de tu Hijo. Danos la gracia de recuperar el deseo de estar y permanecer con Jesús la vid para que como sarmientos demos los frutos que Dios quiere de nosotros.

Todos los días digamos en este año de la oración: SEÑOR, ENSEÑANOS A ORAR.

QUINTO DOMINGO DE PASCUA (Año par. Ciclo B)

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo domingo:

a.- Hch. 9, 26-31: Les contó cómo había visto al Señor.

b.- 1Jn.3, 18-24: Este es su mandamiento: que creamos y que nos amemos.

c.- Jn.15, 1-8: El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

– “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador”

El evangelio nos presenta la parábola de la Vid verdadera. El texto revela quien es Jesús, y a su vez descubre la persona del Padre, y el sentido de la comunidad en torno a Jesús. Así como la viña del AT, que Yahvé había cuidado con esmero, (Is.5,1-7; 27,2-5; Sir. 24,17; Sal. 80, 9-20; Jr. 2,21; Os.10,1; Ez. 17,5-10; 19,10-14).), ahora, Jesús dice que el Padre es el viñador que cuida los sarmientos. La comunicación del Padre con el Hijo y su obra es lo primero que nos presenta este evangelio: Jesús es la Vid verdadera, los discípulos son los sarmientos, el Padre, el Viñador. Si en la viña del profeta Yahvé tiene interés en que dé sus frutos, aquí tiene presenta mayor deseo desde su cercanía e intimidad con los sarmientos. Este evangelio además de revelar la persona de Jesús y el Padre, clarifica la identidad del discípulo llamado a ser otro Jesús, manifestar en los frutos sus actitudes, su mismo ser. El texto quiere comunicar la comunión profunda y estable que se establece entre Cristo y los que creen en ÉL. Está para entregar la vida, es fuente de vida para ellos. Si Jesús dice que es la Vid verdadera quiere significar con ÉL se recupera el sentido de la viña de Israel. Si el Verbo se hizo carne, es porque Dios lo constituye en fuente de vida, para los sarmientos que mantiene la comunión con ÉL. Los sarmientos unidos a la vid poseen la savia que los mantiene vivos, mientras el Padre, el viñador los cuida. Los sarmientos secos o desgajados son arrancados para no quitar vitalidad a otros, el Padre los corta, en cambio, el que da fruto lo poda, lo limpia, para que dé más fruto (v.2). La clave de la alegoría está en permanecer en ÉL (vv. 4.5.6.7.9.10). Si en el discurso anterior, la clave estaba en creer en Jesús (cfr. Jn.14,1), ahora en este discurso de despedida, está en permanecer en ÉL.

– “Y mis palabras permanecen vosotros”.

Si el Padre nos lleva a Jesús, quien se separa de ÉL, corta la relación con ambos (Jn.6,44). Mientras la poda se relaciona con la muerte, como el grano de trigo caído en tierra (Jn.12,24), así mismo la fecundidad y los frutos. Es la palabra, el evangelio, quien purifica, con el Espíritu de Jesús que va calando la vida de los discípulos. Se trata de permanecer en Jesús para dar frutos. Una comunión tal es sinónimo de ser y permanecer en Jesús, produce una inhabitación mutua de vida divina, de donde germinan los frutos. El sarmiento seco echado al fuego viene a significar la vida sin sentido del que se aparta de Cristo. Para permanecer en Jesús con seguridad es necesario que su palabra permanezca en la vida del discípulo. Más allá de cumplir dicha palabra se trata de su acogida en la vida del discípulo, tenga en él su morada. La palabra construye al discípulo, su oración es fruto de ella, de ahí que siempre es escuchada. Finalmente, si el Padre es el viñador, Juan nos dice que la gloria del Padre consiste en que los discípulos de su Hijo den mucho fruto. Quedan ligados dar frutos y ser discípulos con el precepto del amor.   

Lectura mística. S. Teresa de Jesús enseña que Jesús es el buen hortelano que hace crecer las virtudes: “Digo que, en tan alta oración como ésta, que cuando la da Dios al alma puede hacer todo esto. Y mucho más que éstos son sus efectos. Y entiende que lo hace sin ningún cansancio del entendimiento. Sólo me parece está como espantada de ver cómo el Señor hace tan buen hortelano y no quiere que tome él trabajo ninguno, sino que se deleite en comenzar a oler las flores; que en una llegada de éstas, por poco que dure, como es tal el hortelano, en fin criador del agua, dala sin medida, y lo que la pobre del alma con trabajo por ventura de veinte años de cansar el entendimiento no ha podido acaudalar, lo hace este hortelano celestial en un punto, y crece la fruta y madúrala de manera que se puede sustentar de su huerto, queriéndolo el Señor” (Libro de la Vida 17,2).

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