Reflexión Evangelio

Domingo 02 de junio 2024, Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo

PREPARÉMONOS PARA PARTICIPAR EN CADA EUCARISTÍA

CUERPO Y SANGRE DE CRISTO. Ciclo B.

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

Hoy en el evangelio aparece tres veces la palabra preparar: preparar la comida pascual, la cena pascual. Era la Celebración más importante del pueblo judío que revivían el Paso del Señor que los liberó de la esclavitud de Egipto. Era necesario prepararla bien con todos sus detalles.

Pero en ese rito Jesús introduce un cambio fundamental: el pan ya no les recordará la amargura, la esclavitud sino que: Tomen, esto es mi cuerpo. Y el vino no les recordará la libertad, la tierra prometida sino que: Esta es mi sangre, la sangre de la alianza.

Hoy el Señor nos invita a prepararnos personal y comunitariamente para vivir el Misterio de la Fe, el sacramento admirable para que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de su redención.

En los textos para vivir este año de la oración hay uno dedicado a la oración en la comunidad parroquial:

La Eucaristía

El Año de la Oración, que prepara el Jubileo ordinario del 2025, ofrece una ocasión especial de preparación y de mayor profundización en el verdadero significado de la Eucaristía. Vivir de manera plena este grande misterio requiere una disposición adecuada del corazón y de la mente cada vez que nos acercamos a la Eucaristía. Tanto las pequeñas como a las grandes decisiones cotidianas ayudan al cristiano a ser más consciente de lo que se celebra durante la Misa y, por lo tanto, una mayor conciencia y una mayor participación en la mesa eucarística lo ayudará a crecer convirtiéndolo en testimonio cada vez más creíble y auténtico, haciéndolo de manera más nítida: «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5, 13-16). La celebración dominical de la Eucaristía del Señor está en el centro de la vida de la Iglesia y de la parroquia en cuanto que es «fuente y cumbre de toda la vida cristiana» (Lumen Gentium), memorial de la Pascua de Cristo y actualización de su sacrificio para la salvación de la humanidad: el momento más alto de la oración, vivida de manera comunitaria, reúne a toda la asamblea en torno a la mesa del cuerpo y la sangre de Jesús. Por esta razón, proponemos un camino de oración que puede ayudarnos a vivir con más conciencia y participación activa el gran don que es para nosotros la Eucaristía.

Prepararse bien a la Santa Misa: acercarse al momento comunitario de la Eucaristía con una breve preparación personal en recogimiento y silencio que ayude a salir del ritmo frenético de lo cotidiano para reflexionar sobre el misterio que se está por vivir. Se puede hacer una visita delante del Sagrario, donde está presente el Santísimo Sacramento, durante algunos minutos, reconociendo que pronto se hará presente sobre el altar, para donarse a nosotros con su Cuerpo. Sería de mucha utilidad, además, leer antes los textos de la Palabra de Dios que serán proclamados en la liturgia.

Para todo buscamos prepararnos en la vida, por eso para encontrarnos con Jesús, con su Palabra, con su Cuerpo y Sangre es necesario prepararse de corazón. Hacer crecer lo que decía el Papa Juan Pablo II el asombro eucarístico. Voy a celebrar lo más importante, lo más grande de la Iglesia, el sacrificio de Jesús, su Resurrección. Dice que su fundamento es el Triduo pascual, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo que en la Misa “está como incluido, anticipado, y “concentrado” para siempre en el don eucarístico”

En la Misa volvemos a la Ultima Cena, al Calvario, a Jesús que se aparece. El Papa Benedicto nos exhorta: “¡Qué emoción debió embargar el corazón de los apóstoles ante los gestos y palabras del Señor durante aquella Cena! ¡Qué admiración ha de suscitar también en nuestro corazón el Misterio eucarístico¡

Por eso no podemos improvisar la Santa Misa. Mientras nos acercamos a la Capilla, al templo parroquial, al Santuario vayamos preparando el corazón y la mente con pequeñas oraciones, con la lectura del evangelio. Al entrar arrodillémonos delante del Señor presente en el Sagrario. Pidamos a la Virgen María que pueda vivir la Santa Misa con el mismo fervor de los santos, con devoción, humildad y asombro.

Preparémonos a vivir la santa Misa como si fuera la primera, la última y la única.

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

(Año par. Ciclo B).

NOVENA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

Lecturas bíblicas

a.- Ex. 24,3-8: Esta es la sangre de la alianza que el Señor hace con vosotros.

b.- Hb. 9,11-15: Él es mediador de una Alianza nueva.   

c.- Mc.14,12-16.22-26: Institución de la Eucaristía.   

El evangelio nos presenta los preparativos para la cena pascual (vv.12-16) y, institución de la Eucaristía (vv. 22-25). En esta cena pascual de Jesús con sus discípulos confluyen la traición de Judas y la entrega amorosa de Jesús. A la pregunta de los discípulos, Jesús manda lo que se ha de hacer, lo que se cumplió, para celebrar la Pascua. La mención del primer día de los Ázimos y el cordero pascual hablan de lo básico, panes y sacrificio, para celebrar. Jesús intuye que esta es la última cena de su vida (cfr. Mc.14,3-9). Mientras comen, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición y dice que es su cuerpo y lo mismo hace con la copa de vino, que es su sangre, de la alianza. El sentido de sus acciones simbólicas, transforman el sentido sacrificial de la Pascua. El cuerpo y la sangre hablan del hombre entero; su cuerpo ya está ungido en la cena de Betania, es decir, su vida ya está entregada. La invitación a beber de la copa, y la significación de la sangre derramada por muchos, reitera el tema de la vida, la persona de Jesús entregada como alianza. Si la alianza del Sinaí se ratificó con sangre, el hecho de cumplir con la Ley, la sangre derramada de Jesús, significa la culminación de todo lo que ha vivido, significado para ÉL, y las personas y sobre todo para Dios. Si la Ley fue un pacto entre Dios y su pueblo, Jesús entiende su existencia como una nueva alianza entre Dios y a favor de todos los hombres. Termina Jesús, refiriéndose al banquete mesiánico (cfr. Is.25,6), que está por venir, el reinado de Dios inaugurado por ÉL, pero a su vez es consciente de su inmediato final, alusión escatológica de su resurrección.    

S. Teresa de Jesús, tuvo variadas experiencias eucarísticas en que vio, contemplo al Señor Jesús, resucitado, glorioso: “Cuando yo me llegaba a comulgar y me acordaba de aquella Majestad grandísima que había visto, miraba que era el que estaba en el Santísimo Sacramento y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia” (Libro de la Vida 38,19).

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