Reflexión Evangelio

Domingo 21 de julio, XVI Domingo Ordinario. Mc 6, 30-34

Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

DESCANSEMOS ORANDO CON EL AMOR DEL BUEN PASTOR

DOMINGO 16.ciclo B. San Marcos 6,30-34.

En este año de la Oración este evangelio nos ayuda a crecer en la comunicación con Dios, lo vemos en dos momentos donde vemos la compasión de Jesús.

1.- VENGAN USTEDES SOLOS A UN LUGAR DESIERTO PARA DESCANSAR UN POCO. Jesús no es un jefe explotador, solo preocupado de que produzcan sino un pastor cariñoso que se da cuenta del cansancio, del desgaste de las fuerzas. La misión consume energías  y fuerzas y se necesita el descanso del cuerpo y del alma.

        Y la oración es descansar en Dios. En las celebraciones, en la oración personal y comunitaria descansamos en el Señor. Reposar en el corazón de Jesús. Necesitamos bajar las revoluciones, la adrenalina para entrar en comunión con el Señor. El P. Ignacio Larrañaga, creador de los talleres de Oración y Vida nos dice que para entrar en la oración es importante silenciar el cuerpo, silenciar la mente. Vamos a la oración a descansar un poco. Jesús te invita, me invita en la oración a soltar mis tensiones, mis preocupaciones para descansar el corazón. Como dice Jesús en otro evangelio: Vengan a Mí, todos los que están cansados y agobiados y Yo los aliviaré. El Señor en la oración nos atrae, nos llama para que le entreguemos toda mi mochila que me agobia.

        El Catecismo nos dice: “para la oración personal el lugar favorable puede ser un “rincón de oración”

        2.- JESÚS VIO UNA GRAN MUCHEDUMBRE Y SE COMPADECIÓ DE ELLA PORQUE ERAN COMO OVEJAS SIN PASTOR Y ESTUVO ENSEÑANDOLES LARGO RATO: Jesús se compadece enseñando su Palabra con calma, con serenidad, sin apuros ni prisas. Se queda con ellos.

        Orar es escuchar la Palabra de Dios. No es sólo hablar y hablar sino que es escuchar lo que el Señor me dice en su Palabra. La oración es un diálogo persona a persona y por eso no sólo debo hablar yo sino que debo hacer silencio para escuchar al Señor.

        Jesús se compadece de las personas, es decir, padece con ellas porque ve a tantas personas desorientadas, sin un pastor, sin una guía, sin nadie que los conduzca y acompañe.

        Jesús nos ama a los seres humanos con un amor infinito y tierno por eso quiere acariciarnos con su palabra, su vida, su corazón. Escuchar la palabra de Jesús nos hace entrar en su Reino de misericordia y perdón. Las personas del evangelio y ustedes y yo al escuchar al Pastor bueno que es Jesús no escuchamos sólo sonidos sino que sentimos el Amor de Dios en vivo y en directo, por eso Él se compadece enseñándoles largo rato. El salmo 22 de hoy nos dice: El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas.

        Hermano, hermana a Jesús le llega tu dolor, tus penas, tus preocupaciones. Él sabe todo lo que te pasa, me pasa y por eso viene a tu corazón cansado a darle el descanso y el consuelo que sólo Él puede darnos. Un descanso que nos posibilita el encontrarnos tranquilamente con el Señor. Date ese tiempo, deja que tu alma repose en el Buen Pastor.

        Es bueno también para orar buscar el “lugar desierto” que dice el evangelio. Buscar los Santuarios de la Virgen de lo Vásquez, de la Virgen de las cuarenta Horas, de la Virgen de Lourdes. Ir a orar a los monasterios de vida contemplativa: Los benedictinos en Lliu Lliu (Limache), las benedictinas en Rautén (Quillota), las Carmelitas en Lagunillas, las hermanas de Belén en lo Ovalle (Casablanca), las hermanas del Convento eucarístico de Villa Alemana.

        Repetir muchas veces con voz suave o en silencio: SEÑOR ENSEÑANOS A ORAR.

        Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

        DECIMO SEXTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Año par. Ciclo B)

        Lecturas bíblicas:

        Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Domingo:

        a.- Jr. 23, 1-6: Reuniré al resto de mis ovejas y pondré pastores que las apacienten.

        b.- Ef. 2, 13-18: ÉL es nuestra paz y ha hecho de dos una sola cosa.

        c.- Mc. 6, 30-34: Andaban como ovejas sin pastor.

        – “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y lo que habían enseñado” (Mc.6, 30).

        El regreso de los apóstoles habla que la misión ha sido todo un éxito, la gran muchedumbre parece explicar el regreso de los apóstoles. El evangelista apunta a la futura misión de la Iglesia. El evangelio hace una síntesis: regreso de la misión de los Doce (cfr. Mc. 6, 6-13), donde son designados como apóstoles, es decir, enviados. Se dice que enseñaban, hacen lo mismo que Jesús, lo que tendrá su importancia en las comunidades de la Iglesia primitiva del futuro. Jesús los invita a descansar a un lugar apartado, para recuperar las fuerzas físicas y espirituales. Se trata de un tiempo de reflexión, búsqueda de silencio, que se convierte en tiempo de oración e intimidad. En el fondo, Jesús descubre que la repuesta de fe, no es la que esperaba. Se recoge en el círculo más íntimo de sus discípulos, lo que servirá a las futuras comunidades como enseñanza que, junto a la actividad apostólica, se cultivará el recogimiento y la meditación. Ambos aspectos son parte esencial de la vida cristiana (cfr. Lc. 10, 38-42).

        – “Pues los que iban y venían eran muchos, no les quedaba tiempo ni para comer” (Mc. 6, 31).

        El pueblo no se aparta de Jesús, contempla que se retira, pero le sigue. Pero este reposo de Jesús no dura mucho, la multitud llega antes que ellos, y es ahí cuando ÉL siente compasión de esa gente (v. 34). La imagen de las ovejas dispersas está tomada del AT., Moisés pide a Yahvé un varón, “que pueda ir delante de ellos, y que los saque e introduzca, a fin de que el pueblo del Señor no quede como ovejas sin pastor” (Nm. 27,17). Ese era Josué, ahora es Jesús quien se hace cargo de Israel. Con Ezequiel, sabemos que, ante el abandono de los pastores de sus deberes, será Yahvé, el verdadero Pastor de su pueblo (cfr. Ez. 34, 10-16). Promesa que mira al futuro, Dios dará un pastor mesiánico al pueblo que no tiene guía. “Yo suscitaré para ponérselo al frente un solo pastor que las apacentará, mi siervo David: él las apacentará y será su pastor. Yo, Yahvé, seré su Dios, y mi siervo David será príncipe en medio de ellos. Yo, Yahvé, he hablado.” (Ez. 34, 23-24). Esas multitudes que seguían a Jesucristo sedientas de verdad y de una palabra de vida, no fueron usadas por ÉL para un mesianismo político, sino para ejercer su ministerio de Pastor y de enseñar a su pueblo. Jesús actúa como el Mesías prometido defiende los derechos de Dios sobre su pueblo.

        – “Y se puso a enseñarles muchas cosas” (Mc. 6, 34).

        Se cumplía lo anunciado por Amos, el pueblo tiene hambre y sed de la palabra de Dios (v.33; cfr. Am. 8, 11). Jesús satisfizo plenamente esta sed y esta hambre de la palabra de Dios, hasta sentir compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor (v. 34). Jesús va del grupo de los apóstoles a la muchedumbre, interviene para nutrirlos con su palabra y el pan bendecido y multiplicado por sus manos; su reacción expresa sentimientos, más que emotivos, presenta connotaciones maternas entrañables. No queda indiferente ante este pueblo verdaderamente abandonado de las autoridades políticas y religiosas. Viene a su encuentro con la palabra que los conforta, y un amor que los vivifica; más que la madre que protege surge la figura del Pastor, solícito. Es el pueblo, que, sin pastor, sin guía, no es capaz por sí solo de encontrar los buenos pastos, ni el agua fresca, las fuentes de la vida. Entonces Jesús, se puso a enseñarles (v.34). Fruto de esta escucha, nace el hambre de esta gente, y Jesús satisface multiplicando el pan por primera vez para ellos (Mc. 6, 35-44).  La comunidad eclesial se contempla como el rebaño de Dios, que tiene como Pastor a Jesús, el Mesías. Interpelado una y otra vez por su compasión mesiánica, Jesús se vuelve a su pueblo y le enseña y le conduce, lo alimenta y le conserva la vida (cfr. Jn.10, 10). Después de la palabra, hay que priorizar las necesidades del ser humano, el hambre, al estilo del Maestro. La Iglesia, es presentada al mundo por el Concilio Vaticano II, como Pueblo de Dios, formado por todos los redimidos, bautizados en su misterio pascual, convocados por el Espíritu Santo, para formar un Cuerpo que tiene por Cabeza a Jesucristo. Tiene por condición la libertad y dignidad de sus miembros, son hijos de Dios, una ley, amar a Dios y al prójimo, como Cristo los amó y como fin, trabajar por el Reino de Dios (cfr. LG 9).  Desde la jerarquía y el pueblo fiel están llamados a una profunda nueva evangelización, y convertirse en misioneros en medio de nuestras parroquias y comunidades, para luego anunciar la Buena Noticia a la sociedad. Necesitamos buenos Pastores, siempre se puede mejorar, laicos responsables, comprometidos con el único Pastor de nuestras almas y su evangelio.

        – Lectura mística del Doctor de la Iglesia S. Juan de la Cruz interpreta este pasaje evangélico: El místico contempla al Buen Pastor que libera al alma de la sensualidad y del demonio y la hace reposar en sus brazos. “Tanto era el deseo que el Esposo tenía de acabar de libertar y rescatar esta su Esposa de las manos de la sensualidad y del demonio, que, ya que lo ha hecho, como lo ha hecho aquí, de la manera que el buen Pastor se goza con la oveja sobre sus hombros, … así este amoroso Pastor y Esposo del alma es admirable cosa de ver el placer que tiene y gozo de ver al alma ya así ganada y perfeccionada, puesta en sus hombros y asida con sus manos en esta deseada junta y unión.” (Libro Cántico espiritual B 22,1).

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