Reflexión Evangelio

Domingo 11 de agosto 2024, XIX Domingo ordinario

Jn 6, 41-51

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

DE LA MURMURACIÓN AL ASOMBRO

DOMINGO 19 B. San Juan 6,41-51.

Parte el evangelio diciendo que los judíos murmuraban porque Jesús había dicho: Yo soy el Pan bajado del cielo. La murmuración de ellos tiene cierta lógica porque no entienden cómo podremos comer a Jesús. Comer su cuerpo, es algo que los excede, que no entra en su razón. Además que ven a Jesús como una persona humana normal. ¿Cómo vamos a comer a Jesús? Esta murmuración de los judíos nos hace ver que la santa Eucaristía es un Misterio de fe, es el misterio de la fe. Con nuestras capacidades humanas quedamos cortos para entenderla y vivirla. Por eso como dice el Papa Juan Pablo II de la murmuración pasemos al asombro eucarístico: “Este asombro ha de inundar siempre a la Iglesia, reunida en la celebración eucarística” o como enseña Benedicto XVI: “Este es el Misterio de la fe. Con esta expresión pronunciada inmediatamente después de las palabras de la consagración, el sacerdote proclama el misterio celebrado y manifiesta su admiración ante la conversión sustancial del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor Jesús, una realidad que supera toda comprensión humana”. Santo Tomás de Aquino admirado y asombrado ante el Misterio de la eucaristía reza: “Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios”. Acerquémonos siempre asombrados, humildes y con el fervor de la Virgen y los santos a recibir la santa comunión porque “bajo las especies consagradas del pan y el vino Cristo mismo, vivo y glorioso, está presente de manera verdadera, real y sustancial, con su Cuerpo, su Sangre, su alma y su divinidad (Catecismo 1413)

Otra idea importante en este evangelio es lo que dice Jesús: Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió.

A la Eucaristía no vamos por iniciativa propia sino que el Señor nos lleva, nos atrae. No tenemos méritos para celebrar  y recibir a Jesús en la Eucaristía, es El el que nos hace dignos. Yo no soy digno  que entres en mi casa le decimos al Señor antes de comerlo, de comulgarlo. Dejémonos atraer por el Señor. Él nos atrae siempre con lazos de amor, de ternura; el misterio de la Eucaristía es el sacramento de su inmensa bondad dice una oración de la Iglesia. En la homilía de Navidad 2020 el Papa Francisco nos dijo: “Dios sabe que la única manera de salvarnos, de sanarnos interiormente es amarnos. Sabemos que nosotros mejoramos sólo aceptando su amor incansable, que no cambia sino que nos cambia”. Que el Padre nos atraiga al banquete de su Hijo.

En este año de la Oración recordemos que la Eucaristía es la más alta expresión de la oración personal y comunitaria. En un texto para vivir este año se nos invita a prepararnos bien a la Santa Misa: “acercarse al momento comunitario de la Eucaristía con una breve preparación personal en recogimiento y silencio que ayude a salir del ritmo frenético de lo cotidiano para reflexionar sobre el misterio que se está por vivir” Hablar amigablemente con el Padre que nos da a su Hijo como Pan de Vida, dialogar fraternalmente con el Hijo que nos va a hablar y se nos va a dar en comunión, conversar humildemente con el Espíritu Santo que realiza el misterio de la salvación en la santa Liturgia. Pedir cariñosamente a la Virgen que vivamos la santa Misa uniendo nuestras palabras y gestos con el corazón. 

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

DÉCIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 (Año par. Ciclo B)

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos:

a.- 1Re. 19,4-8: Con la fuerza de aquel alimento caminó al monte de Dios.

b.- Ef. 4, 30-5,1-2: Vivid en el amor como Cristo.

c.- Jn. 6,41-52: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo.

– “Yo soy el pan que ha bajado del cielo” (Jn.6, 41).

El evangelio, nos narra la primera parte del discurso del Pan vivo bajado del cielo. La presentación que hace de sí mismo Jesús provoca escándalo, porque había dicho de sí mismo que era: “el pan vivo bajado del cielo” (v.41; cfr.Jn.6,35-40). Conocían su origen, saben que José era su padre, por lo tanto, sus palabras sonaban a arrogancia insana (v.42). La murmuración de la muchedumbre es eco de la murmuración del pueblo de Israel contra Dios en el desierto, es decir, falta de fe, voluntad de no creer (cfr. Ex. 16,2; 17,3; Nm. 11,1; 14,27; 1Cor.10, 10). Los judíos no entienden el misterio de la Encarnación, Dios hecho hombre, entre los hombres; desciende de su Padre celestial. Sus quejan van contra el Señor como en tiempos de Moisés (cfr. Ex.16,8), sin embargo, Jesús los exhorta a creer que es el Padre quien lo envió y atrae los creyentes a ÉL y su respuesta de fe les traerá vida eterna (vv.43-44). Las palabras de Jesús para ser comprendidas necesitan de la fe, que se ha alimentado de la escucha atenta de las palabras de Aquel, que Dios Padre ha enviado (cfr.Is.54,13; Jr.31,33; 1Jn.2,20.27). Creer es ya tener vida eterna, es la escatología presente y futura de Juan, de saber que vamos a resucitar en el último día (v.40).  Jesús, se halla testimoniado en la Escritura, por eso pide escuchen a Dios, para ser enseñados como anunciaron los profetas (v.45; cfr. Is. 54,13). Jesús es el único que da a conocer al Padre, porque viene de ÉL, lo ha visto, lo da a conocer (v.46). La diferencia entre Jesús y Moisés está en sus orígenes, la revelación da al primero autoridad, es el pan vivo bajado del cielo que posee vida eterna. Si comparamos la Ley ya no da vida, Jesús, el verdadero pan, vino para dar a conocer a Dios, supera con creces el maná del cielo, ÉL es el pan de vida (v.48). El pan de Moisés no produjo vida, ahora Jesús se identifica como el pan de vida (cfr.Dt.16,15; Jn.1,14).

– “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.” (vv. 50-51s).

El discurso se centra en Jesús, quien hace una promesa: el pan que dará para vida del mundo es su carne (v. 51). Este verdadero pan hará conocer a Dios mediante el don de sí mismo para vida del mundo. ¿Cuándo ocurrirá? Clara alusión a la futura pasión, muerte y resurrección de Cristo. Juan sustituye cuerpo por carne, lo que habla de la debilidad y mortalidad del hombre (cfr.1Cor.11,24; Jn.1,14; Mt.16,17; 1Cor.15,50; Ef.6,12). Jesús, Sabiduría del Padre nos da acceso al árbol de la vida, del que Adán nos privó, para nunca más ser arrojados del paraíso (cfr. Gn.3, 22-23; Pr.3,18; Jn.6,37). En el futuro habrá un alimento que saciará las necesidades de todos los que crean en Jesús. La indignada pregunta de los judíos (v. 52), dará luz sobre el cómo y el cuándo, dará Jesús ese pan que superará todo lo conocido y celebrado por la Pascua mosaica. Palabra y Pan para la vida del mundo dos modos de Dios para acercarse al hombre, dos realidades del creyente para vivir la comunión con Dios Padre y su Hijo en el Espíritu que vivifica y unifica a su comunidad eclesial. Lectura mística del Doctor de la Iglesia S. Juan de la Cruz, teólogo y poeta enseña que la fe es la fuente que la Trinidad nos dona la Eucaristía: “Aquella eterna fonte está escondida/ en este vivo pan para darnos vida, aunque es de noche. Aquesta viva fuente que deseo/ en este pan de vida yo la veo, /aunque es de noche” (Poesía. Cantar del alma que se huelga de conocer a Dios por la fe). 

  

       

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