Reflexión Evangelio

Domingo 6 de octubre, 27° durante el año. Mc 10, 2-16

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

MATRIMONIO CRISTIANO: SERÁN LOS DOS UNA SOLA CARNE

DOMINGO 27. Ciclo B. San Mateo 10,2-16

En mi vida sacerdotal muchas veces he celebrado los aniversarios matrimoniales de 25,40, 50 y 60 años. Y junto con todas sus familiares me he alegrado de la perseverancia en el amor. Como dice la oración de bendición de los esposos de aniversario: tú Señor, que los has mantenido unidos por el amor en sus penas y alegrías, míralos hoy con benevolencia; renueva constantemente su alianza nupcial, acrecienta su amor, fortalece su vínculo de paz, para que gocen siempre de tu bendición. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Durante los años que han permanecido unidos han hecho realidad lo que dice el Evangelio de hoy: De dos personas distintas, de dos sexos distintos, de familias distintas, de caracteres distintos el Señor los ha ido haciendo uno. Pasando del yo-tú al nosotros. No ha sido fácil por supuesto, ha habido crisis, dificultades, problemas pero como decía san Juan Pablo II: el amor es más fuerte.

Un matrimonio que acompañé en sus dificultades me decían: lo que pasa, padre es que nosotros somos muy diferentes para seguir unidos. Y yo les decía: oigan las cosas distintas se pueden unir, si son iguales no se puede hacer; dos cosas redondas no se unen. También en el matrimonio dos personas iguales no se pueden unir, se aburren; pero dos personas distintas se complementan. Como dice hoy la primera lectura cuando Dios le presenta al varón la mujer: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Es la ayuda adecuada. Si uno es extrovertido y la otra introvertida se complementan porque se necesitan mutuamente. Si los dos son introvertidos hay complicaciones.

Por supuesto, en nuestro tiempo el matrimonio es más difícil porque nos falta el amor, la paciencia. Queremos que mi conyugue sea perfecto, que funcione como los aparatos electrónicos; pero los seres humanos no somos aparatos, somos personas con sentimientos e ideas y lentamente cambiamos.

El Papa Francisco nos enseña tres palabras claves: En la familia «es necesario usar tres palabras. Quisiera repetirlo. Tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave!». «Cuando en una familia no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir “gracias”, y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir “perdón”, en esa familia hay paz y hay alegría». No seamos mezquinos en el uso de estas palabras, seamos generosos para repetirlas día a día, porque «algunos silencios pesan, a veces incluso en la familia, entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre hermanos». En cambio, las palabras adecuadas, dichas en el momento justo, protegen y alimentan el amor día tras día.

Sabemos que el amor y la perseverancia en la vida matrimonial necesita de la ayuda de lo alto, por eso necesitamos orar mucho por las familias, orar en familia. Como dice el salmo: si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles. Oremos insistentemente a la Sagrada Familia por nuestras familias, por los matrimonios, por los novios con la oración del Papa Francisco:

Jesús, María y José
en ustedes contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a ustedes, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de cerrazón y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José,
escuchen, acojan nuestra súplica.

Amén.

Por: P. Julio González C., Espiritualidad Carmelitana.

VIGÉSIMA SÉPTIMA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año Impar. Ciclo B)       

DOMINGO   

Lecturas bíblicas:   

a.- Gen. 2, 18-24: Serán los dos una sola carne.   

En esta primera lectura, segundo relato de la Creación, el autor sagrado hace una reflexión sapiencial acerca del origen, el sentido y la verdadera vocación del hombre y la mujer (cfr. Gn.1,27-28). Luego de la creación Yahvé, considera que no es bueno, que el hombre esté sólo, quiere darle una ayuda adecuada (v.18; Ecls. 4,9-11). Los animales eran de naturaleza inferior y distinta al hombre (cfr.Gn.1,19-20), no un complemento a la suya. El sueño de Adán, dado por Yahvé, porque no les es permitido ver su acto creador (cfr. Ex. 33, 18-23), toma una costilla de Adán, y crea la mujer, por lo tanto, tiene la misma dignidad del hombre, pero al mismo tiempo, se establece la primera diferencia de esa sociedad: hombre y la mujer, varón y varona (v.22; cfr. Gn.15, 12). Cuando Yahvé se la presenta, Adán la reconoce, como huesos de sus huesos, carne de su carne (v. 23). En las palabras de Adán hay un reconocimiento de su realidad humana, la mujer, es semejante a él, pero al mismo tiempo distinta. Una vez constituidos como primera sociedad, el texto termina, hablando de la relación matrimonial (v.24), como realidad buena, querida por Dios, proyecto instituido por Dios para la humanidad. Serán una sola carne, es decir, una relación establecida entre ellos, y que involucra todos los aspectos de la persona, su afectividad, psicología,  sexualidad, desarrollo laboral, unidad que no se debe  romper jamás.        

 b.- Heb. 2,9-11: El sacerdocio de Cristo.  

El autor sagrado no se contenta con demostrar que Cristo es superior a los ángeles, sino que presenta a Jesucristo, desde la solidaridad con aquellos a quienes viene a redimir del pecado y la muerte. Un Cristo que es Hijo, y que murió y resucitó (cfr. Sal. 8,46). La mentalidad de la época, consideraba que el mundo, estaba gobernado por los poderes angélicos, siempre poderes sujetos a Dios. Pero, con la venida de Cristo, el rey de la creación, ya no serían los ángeles, sino el hombre. ¿Qué hombre? El Hijo del Hombre. Jesús, fue hecho, un poco inferior a los ángeles, por poco tiempo, porque ÉL, es superior a los ángeles; es el período de su vida terrena que corona con su misterio de muerte y resurrección y exaltación a la gloria del Padre. ¿Por qué el Hijo, hizo este abajamiento hasta hacerse menor a los seres angélicos? Por el principio de solidaridad: debía representar a toda la humanidad, y ofrecer su vida por ellos, guiarlos a la salvación, por medio del sufrimiento, habiendo asumido previamente todo el caudal humano, menos el pecado. La  exaltación de Jesús coronado de gloria y honor, a la derecha del Padre, habla de la supremacía de Cristo, luego de entregar, la vida por todos. El autor presenta a Jesucristo,  como autor de salvación eterna, abriendo la vía por la cual caminan los redimidos,  los salvados, y le siguen hasta el cielo, como meta de su caminar. Semejante, con quienes debía representar ante Dios. En Jesús, santificador y santificados, tienen un mismo origen: Dios (cfr. Sal.22, 22; Mc.15, 34). La humillación, lo exaltó a la gloria del cielo, vía para todos los salvados, los que Él se propuso llevar a la gloria de Dios Padre.    

c.- Mc. 10,2-16: Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre.    

El evangelio, nos presenta: una pregunta sobre el divorcio de parte de los fariseos (vv.2-12), y una bendición a los niños de parte de Jesús (vv.13-16). Son los fariseos, los que quieren saber la opinión de Jesús, acerca del tema de la licitud del divorcio, y ÉL les habla de la indisolubilidad del matrimonio. Se remite al proyecto original de Dios Padre, sobre la unión del hombre y la mujer.  Esta realidad, se opone a la tolerancia de Moisés, que permitió el divorcio: el varón podía dar un acta de libertad a su mujer, siempre que encontrara algo que le desagradara de su esposa (cfr. Dt. 24,1). Cristo Jesús, interpreta la resolución de Moisés, como una concesión inevitable, por la dureza de corazón de los judíos, incapaces de una mayor grandeza moral. Con el poder de su palabra, declara abolida esa normativa de Moisés, al traer a la memoria el plan original de Dios, respecto del matrimonio y de la familia; proyecto que no se conjuga con la ruptura matrimonial, por medio del  divorcio. La indisolubilidad, según Jesús, nace del propio matrimonio, no es una ley externa a esa realidad, está en su misma naturaleza. Hombre y mujer, están hechos el uno para el otro, en absoluta igualdad, unidos en matrimonio; forman una sola carne, por voluntad de Dios. Por eso concluye: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre” (v. 9). El matrimonio cristiano, es una realidad sacramental, vocación a la santidad, signo eficaz de la gracia de Dios y de la salvación activa. Los  contrayentes se hacen entrega de la salvación, por medio de la gracia del Sacramento del Matrimonio: vivir esa unión entre ellos, con Cristo Jesús. Todo auténtico amor viene de Dios, como de su fuente y a ÉL tiende; conjugados el amor   humano y cristiano. En un segundo estadio, vemos a Jesús rodeado de niños a los cuales bendice y los  propone como los mejores receptores del Reino de los Cielos, su dependencia del  padre y la madre, nos sirve de imagen que refleja nuestra dependencia de Dios  Padre. Con ellos, sus padres, el niño es feliz y se siente seguro, lo mismo nosotros,  si adoptamos la actitud de niños pequeños, que tienden sus brazos hacia su Padre  Dios del Cielo. Se trata de revivir ante Dios, nuestra filiación divina, realidad que  recreamos exclusivamente ante Dios con su Hijo, en su Hijo. La vida cristiana, debe  ser un continuo vivir en relación con el Padre, esperarlo todo de su bondad, es el  último grado de la pobreza espiritual. Hacer su voluntad y servirlo,  da plenitud al  corazón del hombre, es el gozo que el Padre derrama en este hijo muy amado, su  alegría de ser Padre.   

Santa Teresa de Jesús, vivió la gracia del matrimonio espiritual con Cristo Jesús.  “De esto sirve el matrimonio espiritual; de que nazcan siempre obras, obras” (7 Moradas 4,6).

                                                                           

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