Reflexión Evangelio

Domingo 24 de noviembre, Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo (S).

Jn, 18, 33-37

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

CRISTO REY B. San Juan 18,33-37

1.- MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO

Todas las personas y especialmente nosotros los cristianos queremos que el Reino de Jesús que contiene los valores más anhelados por el ser humano: verdad y vida, d gracia y santidad,  justicia, amor y paz reinen en el mundo, en nuestra sociedad, en nuestro país. Pero a cada rato vamos viendo que esos valores se viven un tiempo pero después caemos en los vicios contrarios. Los seres humanos queremos el bien, el amor, la paz pero, somos débiles  y limitados y no lo logramos en plenitud. Nos dice el Papa Francisco: “Tengamos cuidado: advirtamos que nuestro corazón no es autosuficiente; es frágil y está herido“ DN 30.

Por eso Jesús nos dice que su Reino no es de este mundo. No se realiza plenamente en este mundo. Aquí en la tierra está limitado por el tiempo, el espacio, las heridas humanas. Como dice el Concilio Vaticano II: “Además de criatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones; se siente sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior. Atraído por muchas solicitudes, tiene que elegir  y renunciar. Más aun como enfermo y pecador, no raramente hace lo que no quiere y deja de hacer lo que querría llevar a cabo” GS10.

El Reino de Dios nos dice el Papa Benedicto: es cuando “El actúa y reina, reina al modo divino, es decir, sin poder terrenal, a través del amor que llega hasta el extremo (Jn 13,1)”

2.-HE VENIDO PARA SER TESTIGO DE LA VERDAD

En este momento tan dramático para Jesús porque está siendo juzgado por el poder romano y será condenado a muerte, Él declara que es Rey y que ha nacido y venido para ser testigo de la verdad y el que es de la verdad lo escucha.

Lo contrario de la verdad es la mentira, pero también la hipocresía, el cinismo, las medias verdades. Jesús en Jn 8,32 dice que “conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres”. Es decir, vivir en la mentira es vivir en la opresión, en la esclavitud, es vivir en el reino del tentador que es mentiroso por excelencia (“Él fue un homicida desde el principio y no perseveró en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, habla de lo que lleva dentro, porque él es mentiroso y es el padre de la mentira”) Jn 8,44.

Por eso el Señor nos llama a vivir en la verdad, aunque a veces nos moleste o complique, sólo en la verdad nos encontramos con el Señor. Por eso hacer espacio al Reino de la Verdad es desechar las grandes o pequeñas mentiras. Es importante escuchar la verdad de la Palabra de Dios que se abre espacio en nuestro corazón disipando nuestras oscuridades.

El papa Benedicto hablando de la oración dice: “Debe liberarse de las mentiras ocultas con que se engaña a sí mismo” (SS 33)

Cada vez que oramos y escuchamos la Palabra de Dios que es verdad toca nuestras mentiras y faltas de transparencia. Toca nuestras máscaras detrás de las cuales nos escondemos. Sólo la verdad nos hace libres desde adentro. La verdad de Jesús tiene que penetrar como una espada en tu corazón y el mío para iluminar nuestras oscuridades, aceptar nuestra realidad, nuestra verdad. La Verdad del Señor nos aclara por dentro, nos alegra e ilumina. Nos hace ver lo que realmente somos, no lo que creemos o hacemos creer a los demás.

Oremos: Señor Jesús quiero que ensanches mi corazón para que tu Reino entre en mí. Jesucristo Rey purifica mi corazón de todos los sentimientos contrarios al Reino de Dios. Venga a nosotros tu Reino de verdad y vida, de gracia y santidad, de justicia, amor y paz. Amén.

*Fuente Imagen: https://www.vaticannews.va/

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 (Año par. Ciclo B)

 Solemnidad de Cristo Rey del Universo

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Domingo:

a.- Dn. 7,13-14: Su poder es eterno.  

b.- Ap. 1,5-8: Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.

c.- Jn. 18,33-37: Tú lo dices: Soy Rey.

– “¿Eres tú el rey de los judíos?” (Jn.18, 33s).

El evangelio nos introduce en el clima de la pasión de Jesús. Delante de Pilatos, Jesús se declara Rey, no de este mundo, sino testigo de la verdad, mejor aún, servidor de la verdad. Si Jesús se dice Rey de los judíos, le crea un problema político a Pilatos, representante de Roma en Judea. La acusación de las autoridades religiosas de Jerusalén perseguía la pena capital para Él, por declararse igual o superior a César. El procurador debía condenarlo a muerte, para no perder el favor de Tiberio, el emperador. Su pregunta es crucial: “Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v. 33). Confirma que es Rey por dos veces, testigo de la verdad, y todo el que ama la verdad, es su discípulo (v. 33 y 37). Momento dramático donde Juan presenta, por un lado, el exterior del pretorio, donde se encuentran los judíos, enemigos de Jesús; por otro, el interior, donde se encuentra Jesús en calidad de prisionero. Pilatos, entra y sale del pretorio, mejor dicho, sale cuatro veces (cfr. Jn.18, 29.38; 19, 4.13), y vuelve a entrar otras tres (cfr. Jn.18, 33; 19,1.9); al interior de este recinto, hay calma y prima la razón, brilla la inocencia de Jesús; fuera de él, domina la violencia, el odio, el soborno, la coacción. Pilatos sufre interiormente, pues tiene la convicción más profunda que Jesús es inocente, y por otro, siente la manipulación judía, que manda condenarlo.

– “¿Luego tú eres rey?” (Jn. 18, 37s).

Jesús, ha venido a manifestar, no su soberanía, sino a Dios Padre, revelar la verdad plena. Ese tipo de rey afirma que su Reino no es de este mundo, no le debía preocupar: “Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo.  Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí.» (v. 36). Lo quiso liberar, pero los judíos prefirieron a Barrabás, la flagelación fue otra posibilidad que buscó para concederle la libertad, luego de una seria amonestación (cfr. Jn.19,1), pero por haberse declarado Hijo de Dios, había que condenarlo, lo dicho constituía una blasfemia. Cuando se toca el tema de la autoridad, Pilatos descubre que posee, una autoridad secundaria, Cristo en cambio, la tiene del Padre, origen de toda autoridad (vv.10-11). Finalmente, los judíos acusan al propio Pilatos de no ser amigo del César, y ante tal amenaza, Pilatos se lo entrega a la muerte (vv. 12-15). Juan, deja claro, que Jesús fue ejecutado por los romanos, pero por la acusación de ser Rey de los judíos; la culpa es de éstos, no de los romanos. Pilato trató de librarlo de todos los modos, pues la realeza de Jesús no era contra Roma, no fue un traidor; su realeza no era política. Si bien Pilato tuvo una buena intención, no bastó, era necesario reconocer la verdad, aceptarla, escucharla y decidirse por ella. En esta maraña política y religiosa quedó atrapado, por querer servir a los intereses humanos y propios. El Reino de Jesús, es de la salvación, que ÉL inauguró con su venida. Es la soberanía amorosa de Dios sobre los hombres, sus hijos. Cuenta con la libertad de éstos y por eso los respeta, no creó esclavos, sino hijos libres en su amor.

– “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn. 18, 37).

La soberanía de Jesucristo es sobre todas las naciones, Rey y Sacerdote eterno, los bautizados en su misterio pascual, forman un reino de sacerdotes, pueblo sacerdotal para Dios. Servidores como ÉL, de un Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, amor y paz. Todo lo que se oponga a estos valores, pertenece a Satanás o al reino de las tinieblas: la mentira, la injusticia, el odio, etc. El compromiso con Cristo y los valores del Reino, supone un compromiso real con ellos que favorezca la reconciliación entre los hombres, los derechos humanos y la dignidad de las personas (GS 76). Hay que trabajar entonces, para que Dios reine en la mente, corazones y voluntad de los hombres, y así se extienda el Reinado de Jesucristo, el Señor en nuestra sociedad.

Lectura mística. Teresa de Jesús, que conoció las monarquías de su tiempo, nos invita a servir a este Rey eterno: “No vendrá el Rey de la gloria a estar unido con nuestra alma, si no nos esforzamos a ganar virtudes grandes” (Camino de perfección 6,6).

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