Domingo 01 de diciembre 2024, Primer domingo de Adviento
Lc 21, 25-28.34-36
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
I Domingo de Adviento. Ciclo C. Luc 21.25-28 y 34-36.
SEÑOR JESÚS ACÉRCATE A NOSOTROS. VEN SEÑOR JESÚS.
ENTONCES SE VERÁ AL HIJO DEL HOMBRE VENIR SOBRE LAS NUBES DEL CIELO. TENGAN ÁNIMO, ESTÁ POR LLEGARLES LA LIBERACIÓN.
Todos nosotros hemos experimentado al Señor. En un retiro, jornada, Misa, peregrinación o en la oración personal hemos sido tocados por el Amor desbordante del Señor. Su Palabra nos ha hablado, nos ha salvado de situaciones difíciles. Y hoy nos invita a tener ánimo porque se acerca, está por llegarnos su liberación, su salvación. Viene el Señor a liberarnos de nuestros pecados. Solos no podemos liberarnos de nada. El viene con su Espíritu a liberarnos. Los seres humanos buscamos liberarnos de tantas ataduras y esclavitudes interiores que nos impiden vivir en plenitud.
TENGAN CUIDADO DE NO DEJARSE ATURDIR POR LOS EXCESOS, LA EMBRIAGUEZ Y LAS PREOCUPACIONES DE LA VIDA.
Nos invita el Señor a no aturdirnos, que es como perder la conciencia, vivir despreocupados, alienados, atontados, entretenidos. Los excesos en comida y bebida nos hacen vivir sólo para el cuerpo, para el estómago. Vivir aturdidos es vivir sin pensar, sin reflexionar, sin profundizar. Es vivir superficialmente, por encima, a nivel de piel. No llegamos a lo profundo del corazón, vivimos anestesiados. Pablo Neruda dice en un poema: me canso de ser hombre. No dejarnos llevar por la comodidad, por el ambiente. El Papa Francisco nos lo dice: “Atraídos por nuestros intereses y distraídos por nuestras vanidades corremos el riesgo de perder lo esencial”
Vivimos superficialmente: los seres humanos estamos hechos para vivir desde adentro hacia afuera, de lo profundo a la exterioridad. La superficialidad nos hace vivir sólo desde afuera, sólo de lo que gusta, sólo a flor de piel. Renunciamos a lo más profundo de nosotros los humanos, la interioridad. Se exalta la vanidad. Como decía un amigo: cuando no hay nada que mostrar como persona se muestra el cuerpo. No sólo la farándula es superficial sino también la vida cotidiana se banaliza. Dice el Papa Benedicto: “De los dinosaurios se afirma que se extinguieron porque se habían desarrollado erróneamente: mucho caparazón y poco cerebro, muchos músculos y poca inteligencia. ¿No estaremos desarrollándonos también nosotros de forma errónea: mucha técnica pero poca alma? ¿Un grueso caparazón de capacidades materiales pero un corazón que se ha vuelto vacío? ¿La pérdida de la capacidad de percibir en nosotros la voz de Dios, de reconocer lo bueno, lo bello y lo verdadero?
ESTÉN PREVENIDOS Y OREN INCESANTEMENTE.
Para estar animosos a la Venida del Señor y no dejarnos aturdir debemos estar siempre despiertos y orando sin cesar, en todo momento. La Oración nos ayuda a vivir unidos al Señor en el trabajo, en la micro, en la casa, en el supermercado, en las actividades de la familia. Orar incesantemente es vivir en la presencia de Dios. Orar con el corazón. “La oración permite que Dios esté cerca de nosotros, por eso nos libera de la soledad. El primer mensaje del Adviento es reconocer que Dios está cerca y decirle: acércate más. Él quiere acercarse a nosotros pero, se ofrece, no se impone. Nos corresponde a nosotros decir sin cesar: VEN. Invitémoslo. Podemos decir: Ven Señor Jesús (Papa Francisco).
Invoquémoslo: Ven Señor Jesús, te necesitamos. Acércate a nosotros. Tú eres la Luz, despiértanos del sueño de la mediocridad, despiértanos de la oscuridad de la indiferencia. Ven Señor Jesús, haz que nuestros corazones distraídos estén vigilantes; haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar.
Oremos a la Virgen María: Madre buena tú conoces nuestro corazón inquieto y disperso, enséñanos a vivir, ayúdenos tu oración. Amén.
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO
(Año par. Ciclo C)
Comenzamos el tiempo de Adviento, preparación remota a la Navidad, preparación inmediata a la Inmaculada Concepción, conmemoramos la primera venida de Jesucristo, pero nuestra mirada de fe apunta a la segunda venida, en Juicio y gloria al final de los tiempos. Adviento suena y se vive en clave de alegre esperanza teologal.
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo domingo:
a.- Jr, 33,14-16: Suscitaré a David un vástago legítimo.
b.- 1Tes. 3,12; 4,1-2: Que el Señor os fortalezca interiormente, para cuando Jesús vuelva.
c.- Lc. 21, 25-28.34-36: Se acerca vuestra liberación.
– “Habrá señales en el cielo…” (v.25).
El evangelio posee dos temas: la manifestación gloriosa del Hijo del Hombre (vv. 25-28), y estar preparados para ese regreso de Jesús (vv. 36-38). De las predicciones del tiempo final, se pasa a los acontecimientos que vendrán, la caída de Jerusalén y el tiempo de los gentiles (cfr. Lc. 21, 20.24). En la primera parte, el lenguaje llamado apocalíptico, donde las imágenes, no opacan el mensaje global: el mundo no es eterno, tendrá un fin, que coincide, con la venida de Jesucristo a juzgar a vivos y muertos. El Señor Jesús, viene con poder y gloria. El final de la historia, primera parte del texto evangélico presenta las imágenes que no quieren señalar, sino la relatividad e inestabilidad del mundo creado, que algún día tendrá su fin. Se anuncian grandes acontecimientos cósmicos, trastornos en el universo en el firmamento (v.25; Mc. 13,24); en la tierra, la gente se verá presa de la angustia y el terror (v.26), el mar mostrará sus fuerzas caóticas. ¿A que sujetarse cuando las fuerzas del universo tambalean? Mientras a los gentiles los invade el miedo, la angustia, el cristiano, sabe que son señales que Él viene y predijo. El pánico consume a los gentiles, los cristianos viven esa hora con gozosa esperanza: la venida del Señor; el “Hijo del Hombre” (v. 27; cfr. Dn. 7,13; Is.13, 9s; 34,4s; Ez. 32,7s).
Con estas imágenes del trastorno del universo a la venida del Hijo del Hombre, sirven para presentar el poder que Dios le ha dado sobre el cielo y la tierra. Entonces se hará visible el Hijo del Hombre, los ojos de todos lo podrán contemplar, seguros que es ÉL. Muy unida a la vigilancia, Jesús recomienda la oración al cristiano, insistente, pedir la fuerza para superar, la tentación de apostasía durante la persecución (cfr. Lc. 6,12; 18,1). Estar de pie, actitud que deberá tener el cristiano el día del Juicio ante Jesucristo Juez, (v.36; cfr. Hch.7, 56). El que ora está presente ante Dios y el que está en vela por Dios, teologal y místicamente ora ante el Dios Padre (v.36; cfr. Ef. 6, 8). La oración es un buen ejercicio de espera y también de Juicio, porque tenemos que presentarnos ante Jesucristo con toda verdad para ser juzgados en su Verdad. La participación en el banquete eucarístico es otra forma de vigilia, de oración y alimentarse del Pan de vida eterna. (cfr. Lc. 22, 15). Si Jesús anuncia su venida, es porque el Padre le ha confiado todo poder, su mensaje es válido, garantiza sus promesas y amenazas; Jesús nos presenta la actitud que debemos tener. Mientras tanto ÉL sigue de camino a Jerusalén, al Templo, requerido por el Sanedrín se presenta ante ellos, vive su pasión y muerte, lo que lo conduce a la gloria de la resurrección (cfr. Mt. 26, 64). El Hijo del Hombre tiene la última palabra no sus enemigos. En este Adviento viene el Niño Jesús, con toda su debilidad en su manifestación terrena, paradójicamente, ahí reside toda la fuerza de su amor misericordia.
Lectura mística que hace S. Teresa de Los Andes de este pasaje evangélico: En el retiro de 1916, reflexiona sobre la condición de ser hijo de Dios.
“Por Dios, de Dios y para Dios. Este es el fin de toda criatura. Fuimos creados por Dios. ¡Qué bondad la de Dios, pues nos tuvo en su mente una eternidad y después nos sacó de la nada! Soy un poco de barro, pero hay algo más grande en mí: mi alma, que Dios hizo a su imagen y semejanza. Luego lo único que tengo yo de valer es mi alma, puesto que es inmortal. Luego es más grande que el mundo, ya que éste tiene fin. Mi alma no es del mundo. De consiguiente, es de Dios, único capaz de saciarla porque es infinito. Soy de Dios. El me creó. Es mi principio y mi fin. Para ser enteramente de El debo cumplir perfectamente su divina voluntad. Si Él es mi padre y conoce el presente, el pasado y el porvenir, ¿por qué no abandonarme a Él con entera confianza?” (Diario 17).
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