Domingo 08 de diciembre 2024, segundo domingo de Adviento
La Inmaculada Concepción de la Virgen María (S)
Lc 1, 26-38
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
PREPAREN EL CAMINO DEL SEÑOR COMO LA VIRGEN MARÍA
Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
San Lucas 1, 26-38.
Hoy es el segundo Domingo de Adviento pero la santa Sede autorizó a la Iglesia de Chile para celebrar la solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
En este domingo de adviento Juan Bautista nos proclama: Preparen el camino del Señor. Y ¿cómo nos preparamos? Nos preparamos mirando a la Virgen María. Durante este Mes de María la hemos mirado a ella buscando ser “dignos hijos de la más santa y de la mejor de las madres”. Lo hacemos porque ella es llamada como dice el Vaticano II “toda santa e inmune de toda mancha de pecado… Enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular, la Virgen Nazarena es saludada por el Ángel, por mandato de Dios, como llena de gracia.
El ángel invita a María a alegrarse, a exultar en Dios, a entrar en el gozo de Dios y la llama por un nombre nuevo. No le dice María sino llena de gracia, llena de Dios, llena de espiritualidad, llena del Espíritu Santo. La Virgen María está llena, plena de Dios. No se le puede agregar más. La gracia es la vida de Dios en el ser humano y nosotros la recibimos en el Bautismo y si la perdemos por el pecado la recuperamos en el sacramento de la Reconciliación. La gracia es la vida sobrenatural en nosotros. Nuestra Buena Madre la tiene en plenitud. Significa que en ella nunca entró el pecado, nunca perdió la gracia.
En esta Fiesta celebramos que la Virgen María fue concebida sin pecado original, fue preservada de la culpa original en vista de los méritos de su Hijo Jesús. Se le adelantó a ella la salvación, la redención y por eso fue concebida, nació y vivió sin pecado, llena totalmente de la gracia de Dios. Una oración cristiana dice que a los demás seres humanos nos dejan caer y después el Señor nos levanta, pero a Ella no se le dejó caer. Por eso rezarle a la llena de gracia, a María pura y limpia, bellísima nos lleva a desear vivir sin pecado, a luchar con la ayuda de la gracia de Dios y de la Virgen María contra las tentaciones que siempre se nos presentan. El pecado no es algo que por capricho de Dios se nos prohíbe, sino que es algo que nos daña profundamente. El pecado nos desordena, crea un caos en nuestro interior, nos saca del camino de Dios. Durante todo este Mes de María le hemos dicho a la Virgen en su oración inicial: Sí, los lirios que Tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡Oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.
San Juan Pablo II decía que el hombre tiene nostalgia de reconciliación, buscamos volver a la inocencia original, buscamos purificarnos de nuestros pecados. Solos no podemos liberarnos de nuestras caídas. Necesitamos la gracia de Dios en la Confesión, en la oración, en la eucaristía, en la devoción a la Virgen María. En la Bula del Jubileo el Papa Francisco nos exhorta: “La Reconciliación sacramental no es sólo una hermosa oportunidad espiritual, sino que representa un paso decisivo, esencial e irrenunciable para el camino de fe de cada uno. En ella permitimos que Señor destruya nuestros pecados, que sane nuestros corazones, que nos levante y nos abrace, que nos muestre su rostro tierno y compasivo. No hay mejor manera de conocer a Dios que dejándonos reconciliar con Él (cf. 2 Co 5,20), experimentando su perdón. Por eso, no renunciemos a la Confesión, sino redescubramos la belleza del sacramento de la sanación y la alegría, la belleza del perdón de los pecados”.
Sigamos orando a nuestra madre en su oración para que ella ruegue por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
(8 de Diciembre 2024)
Lecturas Bíblicas
a.- Gén. 3, 9-15.20: Establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre su estirpe y la tuya.
b.- Ef. 1, 3-6. 11-12: Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo.
Lc. 1, 26-38: Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo.
El evangelio nos presenta el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (vv.26-33), y una pregunta, y una respuesta de María (vv.34-38). En el trasfondo, encontramos que nada es imposible para Dios, necesita de la colaboración humana, una mujer, para llevar adelante su economía de salvación. Nazaret, es un pueblo de Galilea. “Alégrate, llena de gracia el Señor está contigo” (v.28). El ángel es Gabriel, viene como enviado de Dios a una joven llamada María, la que es invitada a alegrarse, más que un saludo, es toda una invitación a la alegría mesiánica (v.28; cfr. Sof.3,14-15; Jl.2,21-27; Zac.2,14; 9,9; Lc.1,14), por ser llena de la gracia de Dios, colmada del favor divino (v.28; Is.62,11-12), su presencia la acompañará, “el Señor está contigo” (v.28; Ex.3,32; Jos.1,5-9; Jc.6,12; Jr.1,8; 15,20), en la misión que quiere encomendarle. No hay méritos de su parte, sino pura creatividad y gratuidad de parte de Dios. “No temas” (v.30). La turbación de la joven es aclarada por el motivo de su visita: le anuncia que será madre (v.31; Is.7,14), le explica su el rol de este niño en la historia de la salvación y los calificativos que acompañarán su misión de Hijo de Dios. El niño se llamará Jesús, es decir, Dios salva. Lucas, insiste en el rol de María quien da el nombre a Jesús como Eva quien da el nombre a Set (Gn.4,25), o Isabel a Juan Bautista (Lc.1,60) o la Iglesia que confiesa el nombre de Jesús (Hch.4,12). El ángel señala que será grande, hijo del Altísimo, heredará el trono de David su padre (vv.32-33). Mientras Juan será grande ante los ojos del Señor (Lc.1,15), Jesús superará su grandeza, pues será Hijo del Altísimo, lo que equivale, a Hijo de Dios (Sal.82,6). Heredará por medio de José, su padre legal, en la casa de Jacob, la promesa hecha a David por Natán a su descendencia (cfr.2Sam.7,8-16). La joven se pregunta por el cómo de esa concepción de Jesús: “María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (v.34; Gn.15,8; Jc.6,15). El Espíritu Santo la cubrirá con su sombra: será madre, conservando su virginidad, sin concurso de varón (v.35; Ex.24,16; 25,8; 40,34; Nm.9,18.22; 10,34; 1Re.8,10-11). Si Dios fue capaz de crear al hombre del barro, lo mismo hará en seno de esta joven. El AT, da testimonio de ese poder creativo del Espíritu: la nube y la sombra de la columna, signo de la presencia de Dios (cfr. Ex. 40,16; Ez.37,14; Jdt.16,14; Lc.9,34). Si Isabel fue madre por la acción de Dios, en una edad en que era imposible, mayor será el prodigio de ser madre sin concurso de varón (cfr. Zac.8,6, Jr.32,27). El que está por nacer será Santo, es decir, Consagrado, e Hijo de Dios (v.35). Si por la carne era hijo de David, por la acción del Espíritu será Hijo de Dios, lo que alude a du divinidad. El ángel le da a María, un signo: su parienta Isabel ha concebido, está en su sexto mes, la que consideraban estéril, porque para Dios nada es imposible (vv.36-37; Gn.18,14). María, acepta el proyecto de Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (v.38). María, cree en la palabra del mensajero de Dios, su poder creador, pone su existencia a disposición del Dios todopoderoso. De tal Madre, tal Hijo, si ella acepta la Palabra del Padre, también el Hijo, sólo quienes acepten y vivan su evangelio serán admitidos a su nueva familia (cfr. Lc. 8,21; Mc.3,31; Mt.12,46). María se convierte en mediadora de la Encarnación, posibilita que Dios se haga hombre; lo humano de Cristo procede de María. Concibe al Salvador como su propio Hijo, lo concibe para la salvación de todos los hombres, para el Reino de Dios, del cual es la primera beneficiada. Lo activo en la concepción del Hijo por parte de María es su colaboración a la redención del género humano. Recibe al Hijo de parte de Dios, significa para ella dar a este Hijo al mundo. Aceptar la maternidad del que es la Cabeza del género humano, María se convierte en Madre de la humanidad redimida. El rol de María en la economía de la salvación encuentra su raíz en el Sí de la anunciación. María, Madre de la divina Gracia, discípula perfecta que intercede por nosotros, para que lleguemos a la plenitud de la salvación, es decir, a la santidad (LG 65). En el Adviento, María es aurora de salvación para toda la humanidad.
Santa Teresa de Ávila, invita a sus hijos e hijas a poner la mirada en la Inmaculada Concepción. Si Jesucristo, es el Rey del Castillo interior, María es la Castellana, es decir, la Señora del Castillo, nuestro espíritu. “¡Parezcámonos, hijas mías, en algo a la gran humildad de la Virgen Sacratísima, cuyo hábito traemos, que es confusión nombrarnos monjas suyas; que por mucho que nos parezca nos humillamos quedamos bien cortas para ser hijas de tal Madre y esposas de tal esposo!” (Camino de perfección 13,3).
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