Domingo 15 de diciembre, Tercer Domingo de Adviento
Lc 3, 10-18
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
TERCERO DE ADVIENTO CICLO C.
¿QUÉ DEBEMOS HACER?
Hoy en el evangelio la gente le pregunta tres veces a Juan Bautista: ¿Qué debemos hacer?
El los invitaba y nos invita a la conversión, al cambio de vida, y en este evangelio Juan concretiza la conversión: compartir por la mitad lo que tenemos (ropa y comida), no buscar más dinero, no dejarnos llevar por la violencia.
Hoy también podemos preguntarle al Bautista: ¿Qué debemos hacer? ¿Qué debo hacer? ¿En qué concretamente debo convertirme? Muchas veces ustedes y yo no aterrizamos la conversión, el cambio de vida. Nos quedamos en buenos deseos, buenas intenciones pero en concreto no hacemos nada. Recordemos que el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Dialoguemos en la oración con Él. Siempre cuando pensamos en un mundo mejor, en una familia mejor damos receta de lo que los demás deben cambiar. Qué debo hacer yo para que mi familia sea mejor, viva el amor, la alegría, la paz ¿qué debo hacer en mi trabajo para que las relaciones sean más cordiales, sinceras y fraternas? ¿Qué debo hacer en mi grupo y comunidad de parroquia para que seamos una familia donde Dios sea el centro?
Compartir la cena de navidad, compartir los regalos, compartir las compras, los gastos de Navidad.
El Señor en Navidad se nos regala para que ustedes y yo nos regalemos a los demás. Cuando la Iglesia parte el pan de la Eucaristía nos llama a partir, compartir, repartir los bienes con los demás.
Nos dice el papa Benedicto: “Con el paso de los años y la difusión progresiva de la iglesia, el ejercicio de la caridad se confirmó como uno de sus ámbitos esenciales, junto con la administración de los sacramentos y el anuncio de la Palabra (…) La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los sacramentos y la Palabra” DCE 22
VIENE UNO QUE ES MÁS PODEROSO QUE YO
También hoy es importante mirar la humildad de Juan Bautista. La gente estaba expectante y creía que Juan era el Mesías. Si él lo hubiera afirmado todos hubieran creído en él, pero él dijo que bautizaba sólo con agua, pero que venía uno que bautizaría con Espíritu Santo, vendría uno que es más poderoso que él. San Agustín nos comenta este texto: “¿Qué significa: preparen el camino, sino: sean humildes en sus pensamientos? Imiten el ejemplo de humildad del Bautista. Lo toman por Cristo, pero él dice que no es lo que ellos piensan ni se adjudica el honor que erróneamente le atribuyen. Si hubiera dicho: Soy Cristo, con cuanta facilidad lo hubieran creído, ya que lo pensaban de él sin haberlo dicho. No lo dijo: reconoció lo que era, hizo ver la diferencia entre Cristo y él, y se humilló. Vio dónde estaba la salvación, comprendió que él era sólo una antorcha y temió ser apagado por el viento de la soberbia.
El Adviento nos llama a la humildad, a bajarnos de nuestros pedestales para poder encontrarnos con Jesús que nace en el suelo. El camino del Señor es siempre un sendero de humildad, de pequeñez, de sencillez. Si estamos subidos en la arrogancia, en la soberbia no podremos encontrarnos con el Señor que viene en la humildad de nuestra carne. La humildad nos lleva a reconocer que sin el Señor no podemos hacer nada, a pedir al Señor que él crezca y que nosotros disminuyamos.
Oremos: Virgen Madre tú que eres nuestra Señora de la prontitud, que sales de tu pueblo para auxiliar a los demás sin demora, enséñanos a vivir el evangelio poniéndolo en práctica, haciendo lo que el Bautista nos enseña. Virgen humilde y sencilla en la cual el Señor hizo grandes cosas, danos la gracia de vivir en la pequeñez y sencillez. Ruega por nosotros. Amén.
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
TERCER DOMINGO DEL TIEMPO DE ADVIENTO
(Año par. Ciclo C)
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Domingo:
a.- Sof. 3, 14-18: El Señor e alegrará en ti.
b.- Flp. 4, 4-7: El Señor está cerca.
c.- Lc. 3, 2-3. 10-18: ¿Qué hemos de hacer?
– “Pues, ¿qué debemos hacer?” (v.10s).
EL evangelio nos presenta la respuesta de la gente a la predicación del Bautista, es decir, los frutos del arrepentimiento. ¿Quiénes escuchaban a Juan? Los diversos estamentos que constituían esa sociedad. Se ve que sus palabras les han tocado el corazón y están dispuestos cambiar de vida. “¿Pues, ¿qué debemos hacer?” (vv. 10.12.14; cfr. Hch. 2,37). La pregunta y la respuesta son el puente por la que Juan desciende de la visión apocalíptica a poner los pies sobre la tierra para dar a cada estamento la respuesta que necesitan. A quienes poseían bienes como ropa y comida, los invita a compartir con los más pobres (v.11). A los publicanos les aconseja seguir con su profesión, pero actuar con honestidad, cobrar lo justo (v.13). Si los publicanos eran mal vistos, no era mejor la situación de los soldados, posiblemente judíos, no romanos ni al servicio de Herodes, a quienes Juan aconseja, no intimidar con sus armas, no hacer falsas denuncias, y contentarse con la paga (v.14). Estas respuestas de Juan nos hablan de que su mensaje, no sólo es ascético, sino que hay que abrir el corazón a Dios, mirando las necesidades del prójimo, desde la profesión que cada uno tenga. Juan Bautista sigue más bien la línea profética: hacer el bien, ser justos, humillarse delante del Señor (cfr. Miq. 6, 6-8). Los oyentes a medida que tienen respuestas surgen más interrogantes ahora acerca de su identidad. Si en su palabra hay señales apocalípticas: ¿No será Juan, el Mesías esperado? (v.15; cfr. Jn.1, 6-8.15.19).
– “Como el pueblo estaba expectante…” (v.15s).
La respuesta sobre la propia identidad que da Juan a sus seguidores define además la personad de Jesús. Si bien la existencia de Juan se orienta hacia la de Jesús, esta se manifiesta en la superioridad de Jesús sobre Juan. Jesús es más fuerte que Juan; trae un bautismo superior, y lo más importante es el Juez de los últimos tiempos (vv.16-17; Is.11, 2ss). El propio Juan se considera incluso indigno de desatarle la correa de sus sandalias, servicio propio de esclavos. La fortaleza del bautismo de Cristo es superior porque será con Espíritu y fuego (cfr.Is.4,4-5; 66,16), mientras el suyo es sólo de agua. La última escena nos presenta a Jesús que tiene el bieldo en su mano para separar el trigo de la paja: guardará el trigo, los buenos en los graneros del Reino de Dios y la paja, los malos, irán al fuego inextinguible de la condenación. Adviento es el tiempo, el ahora, la salvación está alboreando, llega con Jesús de Nazaret, pero vendrá como Juez a limpiar su era y recoger la cosecha en día del Juicio final, y guardar su grano. Mientras tanto, Juan Bautista, nos da su testimonio comienzo vivificante del Espíritu que lo anima y de la Buena Noticia que nos comunica en clave bautismal.
Lectura mística. S. Teresa de Los Andes interpreta este texto evangélico. Vive sumergida en la S. Trinidad, fruto del Bautismo.
“Miro primero a Dios -esa Trinidad incomprensible-, me abismo en el seno de mi Padre, de mi Esposo, de mi Santificador, y luego miro a ese Verbo eterno humanado, a mi Divino Jesús. Entonces, es cuando canto mi alabanza de gloria y de amor.” (Cta.105).
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