Editorial: Renovados en el Bautismo del Señor hacia nuestro Centenario Jubilar

En este año jubilar en que nuestra querida Diócesis de Valparaíso celebra su Centenario, la liturgia nos regala la fiesta del Bautismo del Señor, un momento profundamente significativo que nos invita a contemplar el misterio trinitario y renovar nuestra identidad eclesial. Este acontecimiento, narrado en los Evangelios, se convierte en una fuente de inspiración para la misión que Dios nos confía como Iglesia particular.

El Bautismo de Jesús no fue un acto aislado ni meramente simbólico. Al descender al Jordán, Jesús, el Hijo amado, se identifica con la humanidad pecadora que ha venido a redimir. El Padre manifiesta su amor y complacencia, y el Espíritu Santo desciende en forma de paloma, inaugurando la misión salvífica de Cristo. Este momento revela la acción unificada de la Trinidad, que no sólo se manifiesta, sino que también inaugura un tiempo nuevo para la historia de la salvación.

En este Centenario, estamos llamados a beber de esta fuente de renovación espiritual. El gesto humilde de Jesús al ser bautizado por Juan nos recuerda que la Iglesia también está llamada a ser servidora, humilde y cercana a las periferias. ¿Cómo estamos viviendo esta humildad como comunidad diocesana? ¿Cómo podemos escuchar con mayor claridad la voz del Padre que nos llama sus hijos amados, enviados a una misión en común?

El agua del bautismo que purifica, renueva y envía a la misión nos interpela como Diócesis. Celebrar cien años de historia no es sólo mirar al pasado con gratitud, sino también dejarnos transformar por el Espíritu que siempre nos conduce hacia adelante. En palabras del Papa Francisco, “el Espíritu Santo es el protagonista de la Iglesia, Él es quien hace todo, Él renueva todo”. Este año jubilar es la oportunidad de discernir juntos, como pueblo de Dios, dónde el Espíritu nos está llamando a renovar nuestra evangelización, nuestra comunión y nuestro compromiso con los más vulnerables.

Hoy, al mirar hacia el Jordán, pidamos la gracia de que el mismo Espíritu que descendió sobre Jesús renueve nuestros corazones y comunidades. Que el Padre nos recuerde que somos su Iglesia amada en Valparaíso, y que Cristo, nuestro hermano y Señor, nos impulse a continuar la obra que Él comenzó hace dos mil años. En este Centenario, renovemos nuestro bautismo, nuestra fe y nuestra misión. Seamos una Diócesis que, sostenida por la Trinidad, camina con esperanza hacia el futuro, construyendo juntos el Reino de Dios.

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