Domingo 12 de enero
El Bautismo del Señor (F)
Lc 3, 15-16. 21-22
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
BAUTISMO DEL SEÑOR C. Lucas 3, 15-16 y 21-22.
“Y MIENTRAS ESTABA ORANDO, SE ABRIÓ EL CIELO Y EL ESPIRITU SANTO DESCENDIÓ SOBRE ÉL”
San Lucas es el que más habla de la oración y muchas veces presenta las acciones de Jesús en un ambiente de oración. Aquí en el Bautismo del Señor también lo hace y dice que mientras estaba orando se abre el cielo y baja el Espíritu Santo.
Eso mismo que sucede con Jesús sucede en nuestras asambleas litúrgicas. Al orar de corazón, al cantar y participar activamente en la Eucaristía, en la oración comunitaria o personal se abre el cielo y entramos en comunicación con el Señor y el Espíritu desciende sobre nosotros. Creámoslo, gocémoslo.
Necesitamos ponernos de cara a Dios, abrirnos al Señor “La oración confiada es una reacción del corazón que se abre a Dios frente a frente, donde se hacen callar todos los rumores para escuchar la suave voz del Señor que resuena en el silencio”
Comuniquémonos con el Señor frecuentemente. Recibamos su amor gratuitamente. Orar es disfrutar de la presencia de Dios. Es alegrarse, es recibir más que dar o que hacer algo. Dios siempre se nos da en la eucaristía, en la oración.
“TÚ ERES MI HIJO MUY QUERIDO, EN QUIEN TENGO PUESTA TODA MI PREDILECCIÓN”
Esta proclamación, este piropo del Padre al Hijo, declarándolo su Hijo muy querido es la vida íntima de Dios. Entre el Padre y el Hijo hay un amor eterno, infinito en el cual el Padre se goza. En el Hijo el Padre pone su predilección, su amor preferencial.
Pero algo muy hermoso es que esa misma palabra la dice el Padre de nosotros: tú eres mi hijo muy querido, tú eres mi hija muy querida cuando recibimos el bautismo el Padre nos la dice a cada uno de nosotros: Tú eres mi hijo amado, mi hijo querido, tú eres mi regalón. Cada uno aplíquese este amor a su persona: Yo soy el hijo amado del Padre. Yo soy la hija muy querida del Padre. Así como se gozan los papás y las mamás con las pequeñas cosas y gracias que hace el hijo pequeño también el Padre Dios se goza, pone su predilección en nosotros. Nos amó antes que existiéramos, nos creó con su amor y el amor de nuestros padres; nos amó primero dice san Juan y nos sigue amando primero dice el Papa Benedicto.
Que este amor penetre nuestro corazón, nuestro interior, lo profundo de nuestro ser para que llene nuestros vacíos afectivos, para que seamos abrazados por el amor de Dios. No somos cualquier hijo, no somos bastardos, somos los hijos amados. Su amor llena la tierra y quiere siempre derramarse en cada corazón que lo acoge, que se abre a él. Lo que nos impide abrirnos a Dios es “la demasiada seguridad en sí mismos”. “Lo que falta es la humildad auténtica” y así recibir “la capacidad evangélica de ser niños en el corazón”
En este Amor eterno del Padre por ti por mí debemos reposar, debemos consolarnos. Él te ama, el me ama como un Padre cariñoso y amoroso. Él nos ama siempre y en todo lugar. No nos deja de amar cuando pecamos o nos olvidamos de Él.
Ámate hermano como él te ama. Perdónate como Él te perdona. Acéptate como Él te acepta. Eso mismo me lo digo a mí.: que me ame como el me ama, que me perdone como Él me perdona, que me acepte como Él me acepta.
Siempre es bueno recordar lo que el Papa dice en la carta a los jóvenes: “Ante todo quiero decirle a cada uno la primera verdad: DIOS TE AMA. Si ya lo escuchaste no importa, te lo quiero recordar: Dios te ama. Nunca lo dudes, más allá de lo que te suceda en la vida, en cualquier circunstancia eres infinitamente amado”
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