
Domingo 18 de mayo, 5° de Pascua Jn 13, 31 -35
Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso
CONVIRTÁMONOS AL AMOR
DOMINGO QUINTO DE PASCUA. C. Juan 13,31-35
El Papa León en su primera homilía nos ha dicho que estando “llamados a dar testimonio de la fe gozosa en Jesús Salvador”(…) debemos crecer en una relación personal con El, en el compromiso con un camino de conversión cotidiano”
Mirando el evangelio de este Domingo avancemos en este camino de conversión cotidiano.
ÁMENSE LOS UNOS A LOS OTROS: El momento de este evangelio es muy solemne e íntimo. Están en la última Cena, Jesús ha lavado los pies a los discípulos invitándolos a servirse mutuamente. También es el momento de la traición, Judas sale para vender a Jesús. Jesús trata a sus discípulos con cariño: Hijos míos. Y les da la contraseña de los cristianos: Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. No les dice: tolérense, sopórtense, aguántense sino ámense los unos a los otros. Ellos son distintos, tienen ideas diferentes, incluso contradictorias, pero más allá de sus modos de ser Jesús les dice Ámense los unos a los otros. ¿Por qué es un mandamiento nuevo? porque ya no es amar como a sí mismo sino amar “como Yo los he amado”. Es amar con el Amor de Jesús, en el Amor de Jesús. Nos dice el Papa Benedicto: “Consiste (el amor a los hermanos) justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco” Porque con las fuerzas tuyas y mías amamos hasta un límite, amamos hasta que el otro me cae simpático o es afín a mí. En verdad todavía me estoy amando a mí mismo, no salgo todavía de mí. Necesito el Amor de Dios para salir de mí y amar al otro como es.
EN ESTO RECONOCERÁN QUE SON MIS DISCÍPULOS: EN EL AMOR QUE SE TENGAN
Todos queremos ser cristianos, queremos mostrarnos en nuestra vida diaria como verdaderos seguidores de Jesús. Pero vemos que muchas veces no nos sale ser como cristianos. Podemos poner cara de cristianos, de bondad, de amor, de misericordia pero en el corazón podemos tener los sentimientos contrarios al amor.
En su carta sobre el amor en la familia el Papa Francisco nos da dos ejemplos donde podemos fallar en nuestro amor:
Primero a los que comulgamos: Amoris laetitiae 186: Cuando quienes comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente. En cambio, las familias que se alimentan de la Eucaristía con adecuada disposición refuerzan su deseo de fraternidad, su sentido social y su compromiso con los necesitados.
También fallamos en el amor los que estamos más comprometidos: sacerdotes, diáconos, religiosas, catequistas, servidores de la eucaristía o miembros de comunidades parroquiales: Amoris Laetitiae 97: Es decir, algunos se creen grandes porque saben más que los demás, y se dedican a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil.
Por eso oremos mucho para que el Señor nos cambie el corazón duro, el corazón de piedra en un corazón de carne que se compadezca con los demás como el Señor se compadece de ti y de mí.
Lo hacemos con una parte de la Plegaria V b: Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana,
inspíranos el gesto y la palabra oportuna
frente al hermano solo y desamparado,
ayúdanos a mostrarnos disponibles
ante quien se siente explotado y deprimido.
Que tu Iglesia, Señor, sea un recinto
de verdad y de amor,
de libertad, de justicia y de paz,
para que todos encuentren en ella
un motivo para seguir esperando. Amén.

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
QUINTO DOMINGO DE PASCUA
(Año Impar. Ciclo C)
Lecturas bíblicas
Abrimos nuestra Biblia y buscamos:
a.- Hch.14, 21-27: Contaron a la Iglesia todo lo que Dios había hecho por ellos.
b.- Ap. 21,1-5: Dios enjugará las lágrimas de sus ojos.
c.- Jn. 13, 31-33.34-35: Su testamento: Os doy un mandamiento nuevo que os améis los unos a los otros.
– “Cuando salió, dice Jesús: Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él.” (Jn.13, 31-32).
La salida de Judas en la noche conduce a una confesión, un grito de triunfo ha comenzado la pasión, puesto que Judas, impulsado por Satanás, acaba de salir, Jesús celebra ya su triunfo, como algo consumado. Las palabras de Jesús están muy unidas a la salida de Judas (cfr. Jn.13, 30). Es determinante para entregar su vida, ser levantado, con lo que da a conocer a Dios y atraer hacía Sí a todos los hombres (cfr. Jn.3,14; 8, 28; 12,32-33). Jesús proclama: Ha llegado la hora en que el Hijo sea levantado para su glorificación, y mediante ella, se lleve a cabo la glorificación de Dios (v.31). Cuando utiliza el término, Hijo del Hombre, apunta a la crucifixión (cfr.Jn.1, 51; 3,14;6, 27.53; 8,28; 12,23). La glorificación de Jesús la encontramos en la Cruz, donde se revelará, también la gloria de Dios. El uso que hace Juan de la palabra “gloria”, referida a la revelación, hace pensar en la gloria de Dios revelada en el Sinaí, gloria que se hizo visible, ahora es la cruz, el lugar y el espacio, donde Dios, se revelará (cfr.Jn.114; 2,11; 5,44;7,18; 11,4.40; 12,41.43). Jesús, será glorificado, el Hijo del Hombre en la Cruz. Acontecimientos que tendrán lugar inmediatamente (cfr. Jn.13,18-20), con lo que los apóstoles elegidos y enviados, por Jesús creerán en Él, como enviado del Padre, su Revelador, su revelación.
– “Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros.” (Jn.13,33).
El gran amor que Jesús tiene a sus discípulos, el apóstol, lo refleja tiernamente en la forma como se dirige a ellos: “hijitos” (v.33). Recuerda las palabras dichas a los judíos anteriormente, que lo buscarán y no lo encontrarán, todavía estará un tiempo entre ellos, previendo el arresto violento, con que vendrán los guardias de los fariseos al Huerto de los Olivos (cfr. Jn.7, 33; 18,1-8). Ese momento lleno de tensión y conflicto, lo buscarán, y no lo encontrarán. Los discípulos, serán confundidos, pero amados, a pesar de sus fallos, siguen siendo sus discípulos, sus amigos.
– “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros.” (Jn.13, 34-35).
Jesús les da un mandamiento nuevo, fruto del ejemplo de amor que les ha dado mientras a estado con ellos, como el lavado de pies y el bocado compartido (cfr. Jn.13,1-30). Tanto el ejemplo, como el mandamiento, están muy relacionados con la exigencia que Jesús hace a sus discípulos de que le sigan en esa entrega de la vida. Está implícito en el mandato, que obren con el prójimo, como ÉL había hecho con ellos (cfr. Jn.13,15), que ahora se hace explícito, en el mandamiento nuevo, de que se amarán uno a otros como Jesús les había amado. Se trata de un amor singular, como el de Jesús por los suyos, lo que caracterizará a sus discípulos. En poco tiempo Jesús, no estará con ellos, y éstos no podrán ir donde está Jesús. En ese tiempo de ausencia, tienen el mandato que hace presente el amor de Jesús, haciendo presente su estilo de amar y servir al prójimo. El mandamiento nuevo del amor, distinto a la Ley; mandamiento de la alianza nupcial. Es nuevo, porque nace del Corazón de Cristo, de su amor, para la naciente comunidad: “Amaos como Yo os he amado” (cfr. Lev. 19,18; Jn. 2, 1-11; 3, 29; 20, 1-18). Para Juan, creer y amar, constituyen todo el quehacer del cristiano; determinan desde la raíz el núcleo de la existencia cristiana. La historia de Jesús es la demostración más clara del amor del Padre por el hombre al entregarlo a su único Hijo. ÉL a su vez, ha amado al hombre hasta el extremo de dar lo más suyo, la vida y el Espíritu, de ahí que amarse entre sí, es la respuesta al amor del Padre. Esta nueva capacidad de amar nace de Jesús, es la novedad radical, nueva creación en la propia vida y un nuevo éxodo. Si bien Jesús, se dirige al grupo de los apóstoles, también es cierto que el amor de Dios Padre se dirige a cada hombre, a toda la humanidad (cfr. Jn. 3, 18). Ese amor del Padre alcanza su plenitud en la respuesta que cada hombre da a Dios, hecho realidad en el prójimo, que constituye la comunidad eclesial.
Lectura mística. S. Teresa del Niño Jesús comenta este pasaje evangélico. Teresa amante del evangelio sabe hacer exégesis para su vida cristiana y contemplativa. “Cuando el Señor mandó a su pueblo amar al prójimo como a sí mismo, todavía no había venido a la tierra. Por eso, sabiendo bien hasta qué grado se ama uno a sí mismo, no podía pedir a sus criaturas un amor mayor al prójimo. Pero cuando Jesús dio a sus apóstoles un mandamiento nuevo -su mandamiento, como lo llama más adelante-, ya no habla de amar al prójimo como a uno mismo, sino de amarle como él, Jesús, le amó y como le amará hasta la consumación de los siglos… Yo sé, Señor, que tú no mandas nada imposible. Tú conoces mejor que yo mi debilidad, mi imperfección. Tú sabes bien que yo nunca podría amar a mis hermanas como tú las amas, si tú mismo, Jesús mío, no las amaras también en mí. Y porque querías concederme esta gracia, por eso diste un mandamiento nuevo… ¡Y cómo amo este mandamiento, pues me da la certeza de que tu voluntad es amar tú en mí a todos los que me mandas amar…! Sí, lo se: cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí. Cuanto más unida estoy a él, más amo a todas mis hermanas” (Ms. C 12v).
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