
En la celebración de la Ascención del Señor, nos reunimos como Iglesia para renovar el compromiso de anunciar el Evangelio, destacando el rol que tienen los catequistas y comunicadores en un mundo marcado por la violencia, la fragmentación, el ruido y la desinformación.
En este contexto, el Papa Francisco en su último Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones nos recordó que este anuncio del evangelio es responsabilidad de todos los bautizados. Invitándonos a ser protagonistas del desafío urgente de encontrar nuevos lenguajes y caminos para llegar al corazón de las personas.
Acogiendo esta invitación que nos hizo el Papa quisiera compartir algunas ideas necesarias para nuestra pastoral y así cumplir con su llamado a vivir la misión evangelizadora a través de una comunicación auténtica, cercana y esperanzadora.
El Papa Francisco, en su mensaje para la 59ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, nos recuerda que la comunicación no puede ser neutra: o construye puentes o levanta muros; o siembra esperanza o alimenta el miedo. Esto implica una gran responsabilidad por parte de todos los bautizados, porque la palabra dicha, desde un comentario personal a una vocería institucional, necesita ser discernida bajo el filtro de la caridad. Aquí la invitación es asumir una cultura del encuentro que manifieste transparencia, evite las divisiones interiores en medio de las comunidades y le devuelva a la palabra su poder sanador.
El Papa también nos recordó que evangelizar no es solo hablar de Dios, sino mostrar con nuestra vida la belleza de su amor. Como dice San Pedro en su carta, estamos llamados a “dar razón de la esperanza que hay en nosotros, con mansedumbre y respeto” (cf. 1 Pe 3,15-16). No se trata de imponer ideas, sino de acompañar procesos, de ser compañeros de camino como Jesús en Emaús, que supo escuchar, interpretar y reavivar el corazón. Aquí nosotros como Iglesia tenemos una oportunidad única: usar los medios de comunicación no solo como instrumentos, sino como verdaderos espacios de encuentro, donde la verdad, la ternura y la dignidad humana tengan lugar. No basta con tener canales abiertos, necesitamos que el contenido toque vidas, sane heridas, dé sentido y nos motive a una nueva forma de ser Iglesia.
Por otra parte, el mensaje también invita a los medios católicos, los periodistas, los comunicadores pastorales y todos quienes tienen hoy una gran responsabilidad a: no alimentar la polarización ni la desesperanza, sino visibilizar las “pepitas de oro” del bien, como pide el Papa. Contar historias que dignifican, que despiertan la fe, que muestran que la esperanza no es una ilusión ingenua, sino una fuerza transformadora. Convirtiendo esto en un imperativo para todos los bautizados; haciéndonos capaces de separar y sanar nuestras divisiones personales y trabajar colaborativamente como una sola comunidad. De esta manera, con claros ejemplos es posible dar testimonio de unidad y sinodalidad, dos grandes ideales que el Papa promueve como únicos caminos, capaces de hacernos salir de nuestros egoísmo y prejuicios y llevarnos a unificar narrativas que potencien nuestra pastoral y el anuncio del Reino de Dios.
Finalmente, como comunicadores de la fe, estamos llamados a mirar la realidad con ojos nuevos, a dejar que el corazón guíe la palabra, y nos convierta en peregrinos de esperanza en medio de tanta oscuridad. Ojalá que cada mensaje, cada imagen, cada historia compartida y cada palabra nuestra sea un signo del Reino que ya está entre nosotros.
Por: P. Sebastián Vásquez Canales, Delegado Episcopal para las Comunicaciones de la Diócesis de Valparaíso.
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