
Con gran alegría las hermanas Carmelitas celebraron la visita del Obispo y la necesidad de vivir profundamente este tiempo jubilar.
El sábado 14 de junio, en el marco del Centenario de la Diócesis de Valparaíso, la comunidad de las Hermanas Carmelitas del Monasterio de la Santísima Trinidad de Lagunillas vivió una jornada llena de emoción, fe y profunda esperanza. La celebración comenzó con la misa jubilar, presidida por Monseñor Jorge Vega Velasco, obispo de Valparaíso, quien compartió una mañana de oración y acción de gracias con las religiosas.
La Eucaristía, celebrada a las 9:00 de la mañana, fue ocasión para que las hermanas renovaran su consagración al Señor en el silencio fecundo de la vida contemplativa, y recibieran la indulgencia plenaria, gracia especial concedida durante este año jubilar. El Obispo, en su homilía, destacó el valor de los monasterios en la vida de la Iglesia, “lugares donde se custodia la fe a través de la oración constante, la vida fraterna y el testimonio silencioso que tanto bien hace al Pueblo de Dios”.


Tras la misa, se realizó una procesión solemne hacia el cementerio del monasterio, donde se rezó por las hermanas que ya partieron a la Casa del Padre y que formaron parte de la historia viva de este lugar santo. El momento estuvo marcado por la gratitud y el recuerdo de quienes, con su entrega silenciosa, contribuyeron a la fundación y crecimiento del Carmelo en Valparaíso y Lagunillas.


Esta celebración no solo fue un hito en el calendario del centenario diocesano, sino también una manifestación concreta de la Iglesia que celebra, ora y camina unida, reconociendo el tesoro espiritual que representan las comunidades contemplativas en la vida e historia de la Diócesis de Valparaíso. En este tiempo especial de gracia, la jornada se vivió como un encuentro con la memoria, la esperanza y la misión, animando a perseverar en la oración y la entrega al servicio de Dios y de la Iglesia. Con profunda alegría, las hermanas carmelitas dieron testimonio de una vida que, en el silencio y la clausura, es fuente de luz y bendición para toda la Iglesia Universal.


















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