
Domingo 22 de junio, Santísimo cuerpo y sangre de Cristo
Lc 9, 11b-17
Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.
PROCESIÓN DEL AMOR. EUCARISTÍA SACRAMENTO SOCIAL
San Lucas 9,11-17.
El evangelio en este ciclo C no nos presenta la Primera Eucaristía o la institución del sacramento admirable. No nos habla de procesiones y adoraciones al Santísimo sino que nos dice: DENLES USTEDES DE COMER. Nos invita a otra procesión, a salir de nuestro egoísmo y comodidad burguesa para ayudar a los más pobres, a los más necesitados. Recordemos lo que nos decía el Papa Benedicto en su carta sobre el amor: “La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra” DCE 22, por eso nos enseña que “la mística del Sacramento (de la eucaristía) tiene un carácter social (…) Una Eucaristía que no comporte un ejercicio práctico del amor es fragmentaria en sí misma” DCE 14.
Y el papa Francisco nos invita a discernir el cuerpo, a meditar si estamos recibiendo el Cuerpo de Cristo con el corazón limpio o indignamente: Se trata, pues, de «discernir» el Cuerpo del Señor, de reconocerlo con fe y caridad, tanto en los signos sacramentales como en la comunidad, de otro modo, se come y se bebe la propia condenación (cf. v.11, 29). Este texto bíblico es una seria advertencia para las familias que se encierran en su propia comodidad y se aíslan, pero más particularmente para las familias que permanecen indiferentes ante el sufrimiento de las familias pobres y más necesitadas. La celebración eucarística se convierte así en un constante llamado para «que cada cual se examine» (v. 28) en orden a abrir las puertas de la propia familia a una mayor comunión con los descartables de la sociedad, y, entonces sí, recibir el Sacramento del amor eucarístico que nos hace un sólo cuerpo.(AL 185)
Así como comemos el Cuerpo y la Palabra de Cristo estamos llamados a alimentar a los necesitados de nuestro país, de nuestro mundo. Si no hago nada estoy en un pecado grave, estoy comiendo mi propia condenación. Pensemos: ¿Cuánto de mi sueldo y de mis bienes va a los pobres? ¿En mi testamento he dejado algo a las instituciones que sirven a los ancianos y niños? Si no doy nada es porque he caído en el grave pecado de la indiferencia, de la omisión.
Jesús hoy te dice a ti y a mí: denles ustedes de comer. El hace el milagro de la multiplicación de panes y peces para 5 mil hombres con el “aporte” de cinco panes y dos pescados. El Señor quiere recibir tus cinco panes y dos pescados para alimentar a los necesitados, para darles alimentos, para ayudarlos en la salud, en la educación.
No podemos caer en el pecado de buscar una vida tranquila donde nadie me moleste, vivir tranquilo sin ayudar a nadie, sin salir de mí mismo y de mi familia.
El padre Hurtado decía que el católico es social, ayuda, comparte sus bienes. No busca acumular sino compartir, partir, repartir.
Los primeros cristianos unían a toda eucaristía la ayuda de los pobres. Dice san Justino en el siglo II: Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su arbitrio lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo entre los huérfanos y las viudas, los que por enfermedad u otra causa cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se encarga de todos los necesitados.
Que la celebración de la eucaristía, la adoración al Santísimo, la Procesión con Jesús Sacramentado nos vuelva cada vez más solidarios y fraternos. “Una auténtica fe- que nunca es cómoda e individualista-siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo” EG 183 “ Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve” EG 179

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
Décimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario
(Año Impar. Ciclo C)
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 14,18-20: Melquisedec ofreció pan y vino.
b.- 1Cor. 11,23-26: Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor.
c.- Lc. 9, 11-17: Comieron todos y se saciaron.
Este evangelio nos presenta el regreso de los apóstoles de la misión (vv.10-11), y la multiplicación de los panes (vv.12-17). Una vez que los discípulos regresaron de la misión que Jesús les había encomendado (cfr. Lc. 9,1-6). Los lleva a Betsaida a descansar pero la gente lo supo y fueron a ÉL, los acogió, les habló del Reino de Dios, y sanó a los enfermos (vv.10-11). Cae la tarde, se acercan los Doce a Jesús, y le aconsejan despida a la gente para que vayan a buscar alojamiento y comida en los pueblos del entorno. Les sorprende con la sugerencia que les hace: “Dadle vosotros de comer” (v.13). Los discípulos no tienen nada más que cinco panes y dos peces, para cinco mil hombres (v.14). Llevar a cabo lo mandado significaba ir a comprar ellos la comida o repartir lo poco que había, pero que era insuficiente (cfr. Mc. 6, 37; Jn. 6,7). El pan, como el banquete escatológico, estaba relacionado con la participación en el Reino de Dios (cfr. Is. 25,7; Lc. 4, 3-4; 11,3). La solución es una iniciativa de Jesús: “Haced que se acomoden en grupos de unos cincuenta” (vv.14-15). Jesús realiza cinco acciones: tomar los panes y los peces, levantó la mirada al cielo, pronunció la bendición, los partió y los pasó a los discípulos para que los sirvieran a la gente (v.16; cfr. Lc. 22,19; 24,30; 1Cor. 11, 23-26). Jesús ofrece esta comida a todos los hombres, como un don del cielo que crea comunión con ÉL y con el Padre, pero también entre los que participan en él. El evangelista al narrar este portento, lo hace en clave eucarística, porque el prodigio alude claramente a la celebración de la Eucaristía. Esta comunión, celebrada en una comida, realiza la comunión con el Padre, renovación perenne de la Alianza de Dios con los hombres, actualización obrada por el Espíritu de su salvación. Comieron todos y se saciaron, así y todo, se recogieron doce canastos con sobras (v.17; cfr. Lc. 6,21). Esta cantidad alude a las Doce tribus de Israel o a los Doce apóstoles, lo único importante que cada uno de ellos posee una cesta con pan para alimentar a la comunidad eclesial que le ha sido asignada y lo que sobre, a ejemplo de Jesús, esté preparado para los nuevos comensales convertidos a la fe e invitados a celebrar la Eucaristía. Viva Jesús Sacramentado y de todos sea amado.
S. Teresa de Jesús, tuvo a Jesús como compañero de vida y de caminos en sus fundaciones de frailes y monjas, por la ancha geografía española del s. XVI. “Hele aquí…compañero nuestro en el Santísimo Sacramento que no parece fue en su mano apartarse un momento de nosotros” (Libro de la Vida 22,6).
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