Muy querido santo Pueblo de Dios que peregrina en la Diócesis de Valparaíso,
Les escribo cuando estamos prontos a celebrar el Nacimiento del Niño Dios en los brazos maternales de la Virgen María y el cuidado de san José en el pesebre de Belén. Es una buena ocasión para dar gracias a Dios porque ha sido bueno con su pueblo.
Durante este año 2018, hemos recibido abundantes gracias expresadas en los misterios del santo Rosario, gracias luminosas, gloriosas, gozosas y también dolorosas. La Purísima de Lo Vásquez y sus amados peregrinos nos enseñan que siempre hay que agradecer a Dios por lo que hemos vivido porque con los ojos y el corazón creyente reconocemos la visita del Señor en cada momento.
Es así que podemos ver que María aprendió a cumplir la voluntad de Dios Padre cuando el Ángel le anunció que sería la Madre del Salvador. Con gozo asumió la responsabilidad de cuidar y educar a su amado Hijo Jesús. También supo ser obediente y esperanzada cuando tuvo que huir con su familia al exilio en Egipto. La misma actitud de confianza tiene cuando aprendió a meditar en su corazón lo que aún no terminaba de comprender cuando su Hijo se perdió por tres días y fue encontrado en el Templo. Firme en la fe acompañó a la comunidad de Jesús para anunciar las Buenas Noticias del Reino de Dios. Y con un dolor que le atravesó el corazón fue testigo del pecado de los apóstoles y de la muerte en la Cruz de Jesús de Nazaret, manteniéndose, por la gracia de Dios, en pie ante la Cruz. Su fidelidad al Dios de la Alianza, le permitió mantenerse fuerte gracias a la fe en las Palabras de Jesús muerto y resucitado y de recibir en oración confiada el don del Espíritu Santo. Espíritu que hizo nacer la Iglesia y que la instituyó a ella como la Madre y Maestra de la Iglesia. La Santísima Virgen siempre confió y agradeció, “porque el Poderoso ha hecho en mí maravillas. Santo es su Nombre” Lc. 1, 49
Jesús, nos dice san Lucas, “bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” Lc. 2, 51.
Pidamos en esta Navidad al Niño de Belén que nos ayude como Iglesia de Valparaíso, junto a todas las personas de buena voluntad, a cuidar la Vida que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos crecer en “sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”. Ofrezcamos unidos en oración, un corazón humilde que quiere dejarse amar misericordiosamente por Jesús. Regalemos al recién nacido en el regazo de María, nuestra humilde y sincera conversión. Acompañemos comprometidos con la Sagrada Familia a realizar con Jesús la misión evangelizadora para que el Reino de Dios y su justicia nos traiga la paz.
Recemos en esta Navidad de manera especial por nuestros hermanos migrantes, por la comunidad del Puerto de Valparaíso, por los de estudiantes de nuestra ciudad, los enfermos y encarcelados, las familias que más sufren, por todos nuestros familiares, vecinos y compañeros de trabajo. Y oremos también por los que esperan nuestro gesto de arrepentimiento, perdón, justicia y reconciliación. Pidamos por todas las personas que el Niño Dios nos pide amar y servir como Él nos ama.
Feliz Navidad y vayamos con los pastores a Belén, quienes “fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pesebre” Lc. 1, 16. Así podremos todos juntos volver a nuestras casas “glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” Lc. 20.
+ Pedro Ossandón B.
Obispo Administrador Apostólico de la Diócesis de Valparaíso
Diciembre de 2018.
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