Décimo séptimo domingo del tiempo ordinario (Ciclo B)
Lecturas bíblicas
a.- 2 Re. 4, 42-44: Comerán y sobrará.
b.- Ef. 4, 1-6: Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo.
c.- Jn. 6, 1-15: Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron.
Reflexión 1: COMIERON HASTA SACIARSE Y SOBRÓ.
Por Pbro. Ramón Tapia
Miremos a Jesús cómo actúa al multiplicar los panes:
Primero presenta el problema: ¿Dónde compraremos pan? Lo hace para probarlos. Felipe hace el cálculo: doscientos denarios apenas alcanzaría. Es el hombre calculador. Andrés busca la solución pero encuentra sólo cinco panes y dos peces. El práctico. Háganlos sentar, dice Jesús y multiplica los panes. Comieron todo lo que quisieron, quedaron satisfechos y sobraron doce canastas. Jesús hace el milagro y se retira solo a la montaña porque querían hacerlo rey.
Creo que El Señor nos enseña tres cosas hoy: Hay que hacer el bien, multiplicar los panes, dar de comer a los hambrientos, ayudar al necesitado, hay que dar en abundancia, no mezquinamente, sobraron doce canastas. Encerrarnos en nuestras cosas y pertenencias no es signo cristiano; los cristianos estamos
llamados a partir, compartir y repartir el pan y los bienes. Las cosas hoy alcanzan para todos, si alguien no los tiene es porque algunos tenemos de más.
En la ayuda a los demás es necesario involucrar a los demás, Jesús pide ayuda, ideas, soluciones, un niño pone sus cinco panes y sus dos pescados para el bien común. El paternalismo de hacer todo
por los demás no es cristiano porque anula al necesitado y puede humillarlo porque le hacemos ver que nosotros hacemos bien las cosas y él no. Por eso en toda ayuda solidaria es necesario que la persona ponga algo para que se sienta persona y no un estorbo. Los pobres no son un fardo dice el Papa Benedicto. DCE 35. Y nos aclara: “Este es un modo de servir que hace humilde al que sirve (…) el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia (…) Hará con humildad lo que le es posible y, con humildad, confiará el resto al Señor. Quien gobierna el mundo es Dios, no nosotros. Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podemos y hasta que Él nos de fuerzas” DCE 35.
Se hace el bien sin esperar recompensa material o afectiva, no buscar el aplauso de los demás. Nuestro orgullo y egoísmo nos lleva a querer conocer el resultado de nuestras buenas obras. Inconscientemente buscamos el aplauso, el halago de los demás. Jesús dirá en otra parte: que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Que la gente no se quede en nosotros sino que dé gloria al Señor. Jesús se corre porque lo van a hacer rey: “Jesús sabiendo que querían apoderarse de El para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña”. Huye de la popularidad, de la vanidad. Tampoco buscar hacer proselitismo: “Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia (…) El
cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuando es oportuno callar sobre El, dejando que hable sólo el amor” DCE 31. Porque cuando uno puede ayudar, no es un mérito sino que también
yo soy ayudado: “Quien es capaz de ayudar reconoce que, precisamente de este modo, también él es ayudado; el poder ayudar no es mérito suyo ni motivo de orgullo. Esto es gracia” DCE 35.
Reflexión 2: ¿DÓNDE NOS PROCURAREMOS PANES PARA QUE COMAN?
P. Julio González C.
Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
“¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos?” (Jn. 6,5). Juan evangelista, nos narra la multiplicación de los panes de cebada y los dos peces. Recordemos que tenemos seis versiones de este milagro de la multiplicación de los panes, que corresponden a dos tradiciones, de un único acontecimiento (Mc. 6,32-44; 8,1-10; Mt.14, 13-21; 15,32-39; Lc. 9,10-17).
Jesús aparece como nuevo Moisés, profeta escatológico, que muestra l solicitud de Dios como Pastor de Israel que alimenta a su pueblo (cfr. 1Re.17, 7-16; 2 Re.4, 42-44). La versión de Juan es eminentemente cristológica, reformulando la tradición que recibió. La iniciativa del signo corresponde a Jesús, que contempla la muchedumbre y formula la pregunta a Felipe, para poner a prueba la confianza que tienen en ÉL sus discípulos. La ambientación pascual, le da una connotación especial a este signo, era primavera, por eso había mucha hierba, alusión a la Pascua en que Jesús va a ser sacrificado como Cordero pascual. La escena es toda de Jesús, el Señor que reparte sus dones entre los invitados. Juan habla de signos, comprendiendo que Jesús, es el gran Signo del Padre. Este signo de la multiplicación de los panes es el gran signo de la revelación de Jesús en Juan evangelista. La gente recibe de las manos de Jesús, los panes y peces. No son los discípulos los que reparten, sino que hacen de testigos, y participan de la recolección de los restos (v.12).
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?” (Jn. 6, 7-9). Estas palabras representan la absoluta perplejidad de los discípulos y la distancia respecto a la disposición interior de Jesús que sabía lo que iba a realizar. La multitud seguía a Jesús por las señales que hacía con los enfermos (v.2), la atracción que la fe veía en los prodigios, en lo que se vislumbre el no
comprender esta señal más tarde. La alusión a la Pascua judía (v.4), evoca los acontecimientos del Éxodo y el milagro que Yahvé hizo entre los que se cuenta el maná (cfr. Ex.16,4ss). A este dato se agrega la expectación mesiánica y escatológica exaltada en los ánimos en las fiestas de la Pascua en
Jerusalén. Se puede pensar que el evangelista quiere relacionar este signo con la pasión y muerte de Jesús, su pascua, paso hacia el Padre. La acción de gracias que hace Jesús está narrada en clave eucarística (v.11), lo mismo, en lo que se refiere a hecho de recoger los pedazos que sobraron, para que nada
se pierda (v.12), puede aludir, al buen manejo del pan consagrado, en la celebración de la Eucaristía de la comunidad cristiana.
“Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.” (vv. 14-15). La reacción del pueblo, dato propio de Juan, se destaca que el pueblo quiere proclamarlo rey, lo que alude al carácter profético y mesiánico que hay en el trasfondo de este signo, es decir, Juan representa a Moisés y al Mesías, se
piensa con categorías tradicionales (v.14). Este signo tiene una clara alusión a Moisés, que alimentó al pueblo israelita con el maná en el desierto (Ex. 16,15); tampoco éste se había olvidado lo que había hecho Eliseo y su multiplicación de los panes de cebada, que con veinte panes alimentó a cien personas (2Re.4, 42-44). Jesús, es más, porque alimentó a cinco mil, sólo con cinco panes y dos peces. No hay que olvidar que este signo en Juan es una demostración mesiánica, porque el pueblo ve en ÉL al profeta escatológico,
todavía no ha llegado a una concepción clara respecto a ÉL (cfr. Dt.18, 5; Jn. 7, 40). El deseo de hacerlo rey, mesías nacionalista, confirma lo dicho con lo que la señal queda totalmente desfigurada la señal. Jesús escapa a tales propósitos, lo que expresa su soberanía como su voluntad de no compartir dichos afanes del pueblo, expectativas que no corresponden. Lo eclesial que encontramos en este signo de los panes, nos habla de nuestra condición de itinerantes, Iglesia peregrina, como el antiguo Israel. Si el maná fue su
alimento en el desierto, ahora el Pan de Vida, que es Jesús, será el que sacie el hambre y la sed de los cristianos que forman la Iglesia, su Cuerpo, del que es también su Cabeza. Repartir el Pan de Vida en la Eucaristía, que nos alimenta, nos urge a llevar a repartir el pan material, que hoy tiene muchas formas de necesidad, y podemos saciar en la medida de nuestras posibilidades. Multiplicar el pan supone amar hasta el final, como Jesús, Pan que el Padre nos regala para nutrirnos y saciarnos a todos, creando unidad.
Lectura mística. S. Teresa de Jesús nos enseña a pedir en el Padre Nuestro: el Pan nuestro dánosle hoy. “Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: «El pan nuestro de cada día, dánosle hoy, Señor». Entendamos, hermanas, por amor de Dios, esto que pide nuestro buen Maestro, que nos va la vida en no pasar de corrida por ello, y tened en muy poco lo que habéis dado, pues tanto habéis de recibir.” (Camino de Perfección 33,1).
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