Reflexión Evangelio

Domingo 13 de octubre, 28° del Tiempo Ordinario

Mc 10, 17-30

Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso

JESÚS LO MIRÓ CON CARIÑO… UNA COSA TE FALTA…

DOMINGO 28. San Marcos 10,17-30.

En este evangelio los invito a fijarse en las tres miradas de Jesús:

1.- Jesús lo miró con amor (21): Ve que esta persona tenía buena intención porque buscaba la Vida eterna, practicaba los mandamientos. Es una mirada que lo traspasa porque Jesús conoce que en vez de ser dueño de los bienes que tiene, las cosas lo poseen a él. Por eso le dice con amor: una cosa te falta: anda vende lo que tienes, dáselo a los pobres, luego ven y sígueme. La persona se va triste, desilusionado porque tenía muchos bienes. Jesús le dice que el único bueno es Dios y si él lo llama Bueno es porque lo reconoce como Dios. Jesús lo invita a amar a Dios sobre todas las cosas (=vende lo que tienes) y al prójimo (= dáselo a los pobres)

2.-Jesús mirando alrededor dijo a sus discípulos (23): Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios. Esta segunda mirada es como para hacer pensar. Ellos quedaron asombrados y dicen ¿quién podrá salvarse?  Dice un autor católico: “si la dirigimos hacia cosas terrenas, nuestra ansia de poseer nunca se saciará, ya que ninguna cantidad puede colmar nuestra más profunda aspiración al descanso y a estar satisfechos con nosotros mismos (…) en nuestra alma podemos encontrar  una riqueza inmensa: a Dios y a todas las posibilidades que Él nos ha dado” El Papa Francisco habla de la nueva idolatría del dinero, que nos esclaviza y no nos deja libres como ocurrió con el hombre que se arrodilla ante Jesús en el evangelio de hoy.

3.-Jesús los quedó mirando y les dijo: Para los hombres es imposible, pero no para Dios” (27) Dios puede convertir todos los deseos desordenados de riquezas en una vida austera, sencilla y pobre. Esta palabra se ha cumplido en muchos hombres y mujeres de la historia, recién el pasado 4 de octubre celebramos a san Francisco que vivió en plenitud este llamado del Señor. Dejó las riquezas de su padre y se abrazó, se casó con la Dama pobreza. En Chile san Alberto Hurtado tenía un futuro asegurado como abogado pero dejó todo y se consagró al Señor y a los pobres donde encontró a Jesús. Santa Teresa de Calcuta se dedicó a los más pobres entre los pobres en la India y en muchos países; por ella pasó mucho dinero pero nada se quedó en ella, todo fue para sus pobres.

Que estas miradas del Señor se fijen en ti y en mí. Jesús nos mira con cariño, con benevolencia, con paz. El escruta nuestro corazón porque como dice la carta a los Hebreos en la segunda lectura: “Ninguna cosa creada escapa a su vista, sino que todo está desnudo y descubierto a los ojos del Señor”.

Dejémonos mirar por el Señor. Cuando nos habla se dirige personalmente a cada uno. Hoy te dice, me dice: una cosa te falta. Dialoga, dialoguemos con Él para discernir qué cosa nos falta, qué tenemos que vender para seguirlo con libertad.

El seguimiento de Jesús nos invita a dejar nuestras seguridades humanas, nuestros apoyos humanos o sicológicos, nuestros andamios, nuestro “burrito” para caminar. No se puede correr cargado de maletas, hay que soltar amarras. Vivimos muchas veces aferrados a cosas y personas que nos impiden seguir con libertad a Jesús. No ponemos a Jesús en el primer lugar, lo posponemos. Hay cosas y personas que nos impiden seguirlo de verdad, Jesús hoy nos dice una sola cosa te falta, descúbrela, ¿qué tienes que vender tú para seguir al Señor? ¿Qué te falta para seguirlo con alegría y libertad?

SEÑOR ENSÉÑAME A ORAR.

P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año par. Ciclo B)

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Día del Señor:

a.- Sab. 7, 7-11: En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza.

b.- Hb. 4, 12-13: La Palabra de Dios, juzga los deseos del corazón.

c.- Mc.10, 17-30: Vende lo que tienes y sígueme.

– “Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?” (Mc. 10, 17ss).

En este evangelio encontramos tres secciones: en la primera encontramos al joven rico y sus inquietudes (vv.17-22); la segunda, Jesús habla del peligro de las riquezas (vv. 23-27), finalmente, encontramos el tema de la recompensa prometida al desprendimiento (vv. 28-31). El evangelio comienza, (vv.17-22), con este joven que llama Jesús: “Maestro bueno” (v.17). La respuesta de Jesús, más que un rechazo, es una ayuda, a reconocer la fuente de toda bondad: el Padre. Quien quiera alcanzar la vida eterna, deberá encaminar sus pasos hacia Dios, que ha expresado su voluntad de santidad en el Decálogo. La mención que hace Jesús es rememorar lo esencial de la alianza del Sinaí, en la línea de la tradición bíblica (v.19). El joven, dice haber cumplido, desde su niñez los mandamientos (vv. 17-19; cfr. Mt. 19, 20), no hay novedad en esa respuesta; el joven intuye que Jesús, le puede indicar algo nuevo; sólo Marcos, nos señala los sentimientos de Jesús hacia el joven: lo miró fijamente, lo amó, y agrega, que le hace falta algo por cumplir: entregar sus bienes a los pobres y luego, volver y seguirlo (vv. 21-22). Jesús le concede ese algo más, que el joven quería. Jesús fija la diferencia entre la respuesta tradicional, válida, pero insuficiente que le había dado antes, y esta nueva exigencia, visto el espíritu emprendedor del joven. El hombre teme lo desconocido, se queda anclado en su presente, desaparece el espíritu entusiasta, y lo embarga la tristeza, que le apena y le hace alejar (v. 22). Concluye, la carrera de quien es rico ante los hombres, y no ante Dios.

– “¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!” (Mc.10,23s).

La segunda parte (vv. 28-31), comienza con la marcha del joven, oportunidad para que el Maestro, hable de la necesidad del desprendimiento de los bienes terrenos, para llegar al Reino de Dios. Toda una advertencia, para la comunidad eclesial que está instruyendo. Poner la confianza en los bienes materiales y en el dinero, se convierte en un obstáculo grave, para acoger el Reino de Dios, en la propia existencia de fe. Ante la sorpresa de los apóstoles, Jesús usa la imagen del camello y la aguja, queriendo exageradamente, hacer comprender la importancia del mensaje (vv. 24-27), pero el mismo Maestro, da la solución ante esta difícil situación: para Dios todo es posible, lo que recuerda el poder de Dios (v. 27; Gn.18,14). Es bueno señalar, que el tema de la pobreza por el Reino de Dios es algo completamente nuevo, revolucionario si se quiere enseñado por Jesús, ya que la riqueza siempre fue considerada, una señal del favor divino, un bien estimado, pero no absoluto. Se hablaba siempre de favorecer al pobre, para tener un tesoro en el cielo. La enseñanza de Cristo es para todos, pues se trata no de un aviso sólo para los ricos, sino para los pobres también, porque se trata de no apegarse a lo mucho o poco en esta vida a los bienes en relación con el Reino de Dios. El apego a los bienes materiales endurece el corazón, dificultas las relaciones con el prójimo, hace al hombre esclavo, y no señor de su dinero, dificulta gravemente el seguimiento de Cristo. Lo que se quiere dejar en claro, es que la llegada del Reino de Dios, inaugurado por Jesucristo, relativiza todo, desde nuestras relaciones familiares, con la sociedad y con los bienes materiales. Todo es posible para Dios, ya que la renuncia, no es a los bienes, sino al apego que hay en el corazón, para precisamente abrirse a Dios, vaciarse de sí mismo y compartir sus bienes con los más necesitados.

– “Ya lo ves, nosotros le hemos dejado todo y te hemos seguido” (Mc. 10,28ss).

La tercera parte (vv. 28-31), encontramos la reacción de los apóstoles, que lo han dejado todo por Jesús, ahora eran inmensamente ricos, porque poseían a Cristo, y la vía para ingresar en el Reino de Dios. Si bien, el joven había fracasado, ellos los apóstoles recibirán una recompensa, que comienza en esta vida, y culmina en la eternidad (v. 31). La observación de Pedro contrasta con la actitud del joven, que se negó a seguir a Jesús. Pedro no habla de la recompensa, pero el evangelista quiere centrarse en la promesa hecha por Jesús a los suyos: sentarse sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (cfr. Mt.19,28; Lc.22,30). En Marcos, la promesa se extiende a todo cristiano que haya dejado todo por Jesús y el evangelio, bienes materiales y familia (v.29); habla a la comunidad. Ésta es la que reelabora las palabras de Jesús y comprende que lo que habían dejado los reencuentran en la comunidad eclesial, una nueva familia (cfr. Mc. 3, 34ss). Los que están unidos a Jesús, a su evangelio y obras comprenden que reciben más de lo que ha dejado, protegidos por la comunidad eclesial. Precisamente la aceptación de la fe rompe dolorosamente los lazos familiares del cristiano (cfr. Mc.13,12; Lc.12,52s). Las palabras de Jesús suenan como una nueva invitación de Jesús al seguimiento sin olvidar la cruz. Jesús menciona siete realidades que tocan lo material, los afectos, la profesión, el testimonio en la persecución, y además, la vida eterna. Si bien, la vocación cristiana, significa romper los propios planes, no deja el cristiano de tener puntos de referencia, como la familia, la propiedad, la profesión, pero vistos en perspectiva del Reino de Dios. El cristiano no camina en esta vida, si no es bajo, la sombra de la cruz gloriosa, vigilando siempre que el seguimiento sea un compromiso vital. Los discípulos se convierten así en modelo de dicho seguimiento, para los cristianos del futuro, sin olvidar las persecuciones, queriendo resaltar el realismo de la vida cristiana que incluye no sólo la recompensa. Poniendo los ojos en la realidad, esperando, trabajando la salvación, sabiendo que la verdadera recompensa, está por venir, la vida eterna. Sólo ahí los que fueron primeros, serán últimos, y éstos serán los primeros. Aquel que se da todo, recibirá mucho más de ÉL, mas quien piensa sólo a la recompensa, no se ha entregado de lleno todavía a Dios. 

Lectura mística. S. Teresa de Jesús interpreta este pasaje evangélico: La Santa, si bien nació en una situación privilegiada, el encuentro con Jesucristo la hizo comprender el tema de la pobreza efectiva y afectiva. “Y crean, mis hijas, que para nuestro bien me ha dado el Señor un poquito a entender los bienes que hay en la santa pobreza…; porque no sólo no había sido pobre de espíritu, aunque lo tenía profesado, sino loca de espíritu. Ello es un bien que todos los bienes del mundo encierran en sí; es un señorío grande; digo que es señorear todos los bienes de él otra vez a quien no se le da nada de ellos. ¿Qué se me da a mí de los reyes y señores, si no quiero sus rentas ni de tenerlos contentos, si un tantito se atraviesa haber de descontentar en algo por ellos a Dios? ¿Ni qué se me da de sus honras si tengo entendido en lo que está ser muy honrado un pobre, que es en ser verdaderamente pobre?” (Libro del Camino de Perfección 2,5).

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