Reflexión Evangelio

Domingo 20 de octubre, 29° durante el año

Jornada Mundial de las Misiones

Mc 10, 35-45

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso

DOMINGO 29 CICLO B.

El HIJO DEL HOMBRE NO VINO PARA SER SERVIDO, SINO PARA SERVIR Y DAR SU VIDA

Comienzo con un texto del Papa Francisco en este Mes de la Familia, buscando aplicar el evangelio de hoy a nuestras familias.

185. En esta línea es conveniente tomar muy en serio un texto bíblico que suele ser interpretado fuera de su contexto, o de una manera muy general, con lo cual se puede descuidar su sentido más inmediato y directo, que es marcadamente social. Se trata de 1 Co 11,17-34, donde san Pablo enfrenta una situación vergonzosa de la comunidad. Allí, algunas personas acomodadas tendían a discriminar a los pobres, y esto se producía incluso en el ágape que acompañaba a la celebración de la Eucaristía. Mientras los ricos gustaban sus manjares, los pobres se quedaban mirando y sin tener qué comer: Así, «uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tienen casas donde comer y beber? ¿O tienen en tan poco a la Iglesia de Dios que humillan a los pobres?» (vv.21-22).

La Eucaristía reclama la integración en un único cuerpo eclesial. Quien se acerca al Cuerpo y a la Sangre de Cristo no puede al mismo tiempo ofender este mismo Cuerpo provocando escandalosas divisiones y discriminaciones entre sus miembros. Se trata, pues, de «discernir» el Cuerpo del Señor, de reconocerlo con fe y caridad, tanto en los signos sacramentales como en la comunidad, de otro modo, se come y se bebe la propia condenación (v.11, 29). Este texto bíblico es una seria advertencia para las familias que se encierran en su propia comodidad y se aíslan, pero más particularmente para las familias que permanecen indiferentes ante el sufrimiento de las familias pobres y más necesitadas. La celebración eucarística se convierte así en un constante llamado para «que cada cual se examine» (v. 28) en orden a abrir las puertas de la propia familia a una mayor comunión con los descartables de la sociedad, y, entonces sí, recibir el Sacramento del amor eucarístico que nos hace un sólo cuerpo. No hay que olvidar que «la “mística” del Sacramento tiene un carácter social». Cuando quienes comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente. En cambio, las familias que se alimentan de la Eucaristía con adecuada disposición refuerzan su deseo de fraternidad, su sentido social y su compromiso con los necesitados.

Los discípulos Santiago y Juan son sinceros, auténticos. Todavía creen que el reino que Jesús anuncia es un gobierno político y en el cual ellos quieren sentarse uno a su derecha y otro a su izquierda. También son sinceros los otros diez que “se indignan contra ellos” porque quieren lo mismo. Buscan el poder, la vanidad, la vanagloria, la mundanidad.

Y Jesús aprovecha de evangelizarlos, de formarlos a ellos y a nosotros en lo que es el verdadero discípulo de Jesús: “entre ustedes no debe ser así” Se pone como ejemplo: porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud.

Miremos nuestras motivaciones para hacer las cosas: existe en cada ser humano una tentación de dominar, de ejercer autoridad: se nota cuando queremos que se haga mi voluntad y me enojo si no se realiza. Por último queremos dominar al perro, al gato, al computador o celular o al vehículo.

Jesús hoy nos corrige a todos diciendo que el que quiere ser grande tiene un buen deseo pero debe ser servidor de todos, ponerse al servicio de los demás.

Para servir necesito bajarme de mi pedestal en el que me pone mi orgullo y ser uno más con Jesús que “fue sometido a las mismas pruebas que nosotros a excepción del pecado”

Tengo que sacudirme el creerme mejor que los demás, más espiritual, más inteligente, más importante.

Para que la Palabra nos ayude a discernir veamos lo que es contrario al servicio:

Buscar aparecer, ser importante, el prestigio personal, buscarse a sí mismo.

Servirse de los demás y de la responsabilidad para buscar buenos puestos.

La vanidad, creerse importante, el figurar. Vivir de la apariencia

El orgullo de creerse mejores o indispensables.

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año par. Ciclo B)

Lecturas bíblicas:   

Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Día del Señor:

a.- Is. 53, 10-11: El Siervo de Yahvé entrega su vida como expiación.

b.- Hb. 4,14-16: Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia.

c.- Mc. 10, 35-45: La petición de los hijos de Zebedeo.

– “Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.” (Mc. 10, 35s).

En este evangelio encontramos dos temas: la petición de los hijos de Zebedeo (vv. 35-40), y los que son autoridad en la comunidad eclesial, deben ser los primeros en servir a todos, a ejemplo de Jesús (vv. 41-45). En un primer momento, encontramos la petición de los hermanos hijos de Zebedeos, Santiago y Juan (cfr. Mc.1, 19; 5, 37; 9,2), luego de este tercer anuncio de la pasión (Mc. 10, 32-34). Este episodio contrasta con lo anunciado por Jesús, pero a su vez se asemeja con la discusión sobre quién es el mayor, luego del segundo anuncio de la pasión (cfr. Mc. 9, 33-37), petición que habla de lo poco que entienden a Jesús; quieren un lugar a la derecha y a la izquierda en su Reino mesiánico. Los otros diez, se enfadan con Santiago y Juan, por estas pretensiones de los hermanos. Esta petición de los hijos de Zebedeo refleja las aspiraciones puramente humanas, terrenas, de los discípulos. Era el pensamiento de los judíos de ese tiempo, esperaban un Reino político, con Jesús como rey, pensaban los apóstoles (cfr. Mc.8, 29s). La pregunta lleva algo encubierto: hablan de sentarse en su “gloria”, uno a la derecha y el otro a su izquierda, es decir, después que triunfes como rey mesiánico, aquí en la tierra (v.37). Esto supone un reino sobre la tierra, en cambio, Jesús les plantea como respuesta su reino escatológico (v.38), sin dejar de señalarles que no han comprendido nada del seguimiento. Antes de gozar de su gloria, han de conocer la pasión y la muerte. Les propone su propio camino: beber el cáliz del dolor y un bautismo que ÉL va a recibir; ambas imágenes de la pasión. Jesús se sumerge en un abismo de sufrimiento (vv. 38-40; cfr. Is. 51,17; Jer. 25,15; Sal.75,9), asume el juicio de Dios sobre la humanidad, padecerá todo por amor a la humanidad. Ante el desafío que les propone, llenos de confianza en sí mismo, confiando sólo en sus fuerzas, responde que sí, están dispuestos a sufrir, con tal de alcanzar soberanía con su Señor.  No comprenden que el afán de poder y dominio es un impedimento para seguir a Jesús, deberán aprender a dejarse conducir por Dios el orgullo de nada les servirá para dar testimonio en situaciones adversas. Confiando en ellos, Jesús les confirma en su deseo: beberán el cáliz, recibirá el mismo bautismo, pero esto no los acredita para los honores que pretenden. Más bien, Jesús les vaticina su martirio (cfr. Hch.12,1). Marcos, quiere enseñar que Dios dispone del hombre con grandes proyectos, quizás se los cambie, deber de este será obedecer en fe. Los puestos de honor, como el futuro, están en manos de Dios, “son para quienes está preparado” (v.40), es decir, la invitación no es a vivir pensando en la recompensa, salvación o condena, sino actuar en la hora presente, su futuro glorioso o fracaso dependerá de sus actos. Será el amor el que mueva sus obras, el esfuerzo moral; Dios estableció las obras a realizar (cfr. Ef. 2,10). Se ve, que la gracia obró en ambos, porque participaron efectivamente en la Pasión de Cristo, pero el puesto a la derecha e izquierda los designa el Padre, y no Jesús.

– “Quien quiera a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros” (Mc. 10, 43s).

En el segundo momento, aprovecha Jesús la ocasión, para instruir a los apóstoles, en el tema de la autoridad en su nueva comunidad eclesial.  Todos sabían, cómo gobernaban los reyes a sus pueblos, con opresión y tiranía, para mantener el orden y ganancias políticas y económicas. Nada de eso, deberá ocurrir en la comunidad eclesial, sino que el que quiera ser grande, deberá servir a sus hermanos; lo mismo, si alguno quiere ser el primero, será esclavo, servidor de todos. Todavía hoy, hay muchos que gobiernan con autoritarismo, y explotación de los subordinados a nivel ideológico, político, económico, y también en lo religioso. Se trata del afán de poder, y no de servir, que está a la raíz de todo, el pecado original, origen de la lucha y la competencia cruel. El cristiano, debe propiciar, aumentar y fortalecer el espíritu de servicio, sin esperar pago ni recompensa. La comunidad eclesial, es el espacio ideal para servir, desde la jerarquía hasta el último miembro de la Iglesia; es servicio a Jesús y al prójimo, servicio vital por el Reino de Dios. El primer Servidor de la comunidad, es el propio Jesús, que dio la vida en rescate de todos; servir es reinar, allá en el Reino de Dios, pero desde esta vida, lo que queda es ir sentarse a participar de la gloria de Jesús cielo.  Teniendo poder como Señor, no actuó como tal ni siquiera con sus discípulos, como lo hubiera hecho un maestro de la ley con su discípulo, si éste quería conocer la ley de Moisés. Cuando lavó los pies a los suyos tampoco obró como Señor, sino como siervo. Su máximo servicio lo vivió en su pasión y muerte redentora a favor de muchos, con la que corona su vida de servicio. Todos los que participamos de la nueva alianza, debemos estar dispuestos al mismo servicio de dar la vida en el seguimiento de Cristo.     

Lectura mística de la Doctora de la Iglesia S. Teresa de Jesús interpreta este pasaje evangélico: Teresa, entregó su vida a Jesucristo y a la Iglesia, en clave de oración sacrificio, contemplación y actividad fundacional, testigo de un Dios vivo y escritora mística. Eran las obras nacidas de la intimidad que cultivaba en la contemplación de la Humanidad de Cristo. Los trabajos de los contemplativos son orar A Cristo por su Iglesia y defenderla de sus enemigos. “Así que, hermanas, no sabemos lo que pedimos (Mt.20,22); dejemos hacer al Señor; que hay algunas personas que por justicia parece quieren pedir a Dios regalos. ¡Donosa manera de humildad! Por eso hace bien el conocedor de todos, que pocas veces creo lo da a éstos: ve claro que no son para beber el cáliz” (Mt.20,22).” (Camino de perfección 18,6).

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