Reflexión Evangelio

Domingo 03 de noviembre, 31° durante el año

Mc 12, 28-34

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso

DOMINGO 31 CICLO B.  San Marcos 12,28-34.

NOS AMÓ (DILEXIT NOS)

El Papa Francisco nos ha regalado su última encíclica sobre el amor humano y divino del Corazón de Jesucristo con este nombre: NOS AMÓ (DILEXIT NOS)

Quiere renovar la devoción al Sagrado Corazón para que podamos vivir los dos mandamientos principales que nos enseña hoy Jesús en el Evangelio.

AMARÁS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZÓN:

Por qué amar a Dios y cómo amar a Dios. Antes que amar con mi propio amor a Dios, tengo que experimentar que Dios nos amó primero, que Dios me amó primero. Hay un amor anterior a mi respuesta. También es necesario dejarse amar por Dios. Como dice el papa Juan Pablo II el ser humano no puede vivir sin amor, porque sin amor es extraño a sí mismo, no se encuentra a sí mismo, vive fuera de sí. Por eso dice es necesario que se le revele el amor, que se le dé a conocer el amor, el Amor en mayúscula que es el Amor de Dios. En la santa Misa, en la oración sosegada, en la escucha silenciosa de la Palabra de Dios, en el sacramento de la Reconciliación, en la devoción a la Virgen María voy recibiendo ese Amor infinito de Dios. Para recibirlo es bueno dice san Agustín desearlo, quererlo, pedirlo.  Dice el Papa Francisco: “El hecho de que sólo el Señor nos ofrece tratarnos como un tú siempre y para siempre. Aceptar su amistad es cuestión de corazón y eso nos constituye en el sentido pleno de la palabra “DN 25.Si voy experimentando el Amor del Señor puedo ir aprendiendo a amar al Señor mi Dios con todo  el corazón, con lo más profundo de nuestro ser. El Papa nos dice que en nuestra sociedad los seres humanos no nos conectamos de corazón: “Esta verdad de cada persona tantas veces está oculta debajo de mucha hojarasca que la disimula, y esto hace que se vuelva difícil sentir que uno se conoce a sí mismo y más aún que conoce a otra persona”

Estamos llamados a amar al Señor con todo el corazón, con toda la persona, afectos, cuerpo, alma, dinero, capacidades profesionales o artesanales. Nos invita a volver al corazón.

AMARÁS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. Le preguntaron por el primer mandamiento pero Jesús respondió también por el segundo. El santo Padre nos dice que el ser humano se realiza amando, desarrolla toda su personalidad al amar al otro. Todos los otros sentimientos: rencor, odio, juicio, tristeza, egoísmo nos atrofia, nos hace volvernos a nosotros mismos y no salir hacia los demás. “el mundo puede cambiar desde el corazón” el papa Benedicto nos dice: el amor puede ser mandado porque antes es dado por Dios.” DCE 15. “El amor no es solamente un sentimiento. Los sentimientos van y vienen” 17 Amar al prójimo será posible si lo hago unido al Señor: continúa el papa Benedicto: “en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siquiera conozco” Para eso no basta mi mirada o mis fuerzas para amarlo debo aprender “a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo”

Por eso necesito orar al Señor con humildad diciéndole: Señor enséñame a amar. A santa Margarita María confidente de Jesús Él dijo: Este es el corazón que tanto ha amado a los hombres.

En un párrafo de esta carta el Papa nos invita a “enamorar el mundo”. El mundo, las personas, las instituciones no cambian por sí mismas necesitamos el aceite puro y suave del Amor de Dios que debe pasar de nuestro corazón al corazón de los hermanos. Nos enseña  el papa: “¿Acaso podrá agradar al Corazón que tanto amó que nos quedemos en una experiencia religiosa íntima, sin consecuencias fraternas y sociales” DN 205. El amor a los hermanos no se fabrica, no es resultado de nuestro esfuerzo natural, sino que requiere una transformación de nuestro corazón egoísta. DN 168

Oremos:

Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo.

Jesús, enséñame a amar como Tú.

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Año par. Ciclo B)

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos:

a.- Dt. 6,2-6: Escucha Israel: Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón.

b.- Hb. 7,23-28: Cristo permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.

c.- Mc.12, 28-34: Este es el primer mandamiento. El segundo le semejante.

– “Uno de los escribas que los había oído y, viendo que les había respondido muy bien, le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” (Mc. 12, 8ss).

El evangelio nos presenta la inquietud de un escriba, por saber, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley de Dios? La pregunta a Jesús le parece sincera, y la responde en forma tradicional, es decir, con los argumentos que todo judío conocía. La respuesta era: amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo (vv. 28-31; cfr. Dt. 6,4-5; Lv. 19,18). Ahora bien, amar a Dios sobre todas las cosas estaba claro, en lo que consistía, conocerlo, como ÉL se ha dejado conocer, donarse a Dios, entregarse a ÉL, como lo ha hecho a lo largo de toda la historia de la salvación. El tema del prójimo era lo que no estaba tan claro, porque se entendía, por prójimo sólo otro judío, o el prosélito o pagano que se hacía judío. Jesús, une los dos preceptos, amor a Dios y al prójimo, y los define como uno solo, lo que significa, que no se puede observar uno sólo y dejar el otro, para que alcancen su plenitud y madurez en el creyente. Esto último en labios de Jesús, hay que comprenderlo desde su mensaje, entendiendo por prójimo, todo hombre y mujer, no sólo el judío, ni tampoco el solo pariente, sino todo ser humano.

– “Le dijo el escriba: “Muy bien, Maestro…, y amar al prójimo como a sí mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios” (Mc. 12, 32ss)

La respuesta del letrado, amar a Dios y al prójimo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios (vv. 32-33), es una respuesta que Jesús aceptó, encierra el sentido pleno de toda esta inquietud. El amor a Dios es más importante que el culto, y su práctica, porque es el amor el que da sentido y valor salvífico al acto cultual. La honestidad, la sinceridad al momento de celebrar la fe, es fundamental para examinarnos en el amor que llevamos en el espíritu, núcleo de la religión cristiana. La intuición del escriba, la idea de vincular el cumplimiento del amor al prójimo, con el culto a Yahvé, es todo un aporte teológico, un criterio sólido para reconocer la santidad de vida del creyente. Jesús reconoce que, entre los escribas, había hombres que no estaban lejos del reino de Dios (v. 34).  La vida de la Iglesia, para quien mira desde fuera, puede parecer fría, si sólo contempla personas que cumplen preceptos, pero, si entra en ella como cristiano, contemplará el amor que hay en el corazón de la asamblea, la dedicación por el culto divino y su preparación, la participación en la Palabra y su culmine es la comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo; todo vivido en clave de fe y oración. Mas esta celebración litúrgica se prolonga en un enorme número de obras de caridad que las parroquias y comunidades realizan a favor de los pobres, ancianos, jóvenes y niños, es decir, compartir la propia experiencia de fe en la pastoral sacramental y de todo tipo de servicios que nacen del amor a Dios y al prójimo. El hombre que busca sentido y visión de grandeza espiritual amará a Dios, con toda su capacidad de amar, y a su prójimo dando cohesión a su existencia, liberado de ídolos y de la burda dispersión que desdibuja el Rostro divino en su alma hasta no saber quién es, ni para qué está en esta vida. Sólo el amor es la salud del alma, enseña Juan de la Cruz, es más, cuando ese amor sano y robustece esa condición de amigo de Dios y de los hombres.    

Lectura mística de la Doctor de la Iglesia S. Teresa de Jesús, desde la cumbre de la vida cristiana, ya entrada en las místicas moradas del Castillo Interior nos enseña: 8. La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo dudar.” (5 M 3,8).

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