Reflexión Evangelio

Domingo 10 de noviembre, 32° durante el año.

Mc 12, 38-44

Por: P. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

VIVIR DE LA APARIENCIA O DESDE EL CORAZÓN

DOMINGO 32 ciclo B. San Marcos 12,38-44.

En el Evangelio de hoy vemos dos actitudes totalmente distintas. Una está lejos del Reino de Dios y la otra es la buena, la verdadera.

1.- La primera actitud es de los escribas, hombres muy respetados porque interpretaban y enseñaban la Ley de Dios. Hay mucha vanidad en ellos: les gusta pasearse con vestiduras llamativas, ser saludados públicamente, ser reconocidos, ser tomados en cuenta; les gustan los primeros asientos en sinagogas y banquetes. Lo terrible es que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Su vida es un show, una representación, buscan la admiración de los demás. Claramente esta es la actitud contraria al Reino de Dios. Todos quizás nos podemos defender diciendo que no somos como ellos, pero en la presencia del Señor que nos conoce preguntémonos: ¿Soy como ellos? ¿Hay vanidad en mis actitudes? ¿Me fijo demasiado en la apariencia? ¿Quiero ser aplaudido, saludado como persona importante? Cuando hago algo bueno por los demás ¿busco mi propio interés? ¿Me he aprovechado de la debilidad de los demás?

La hipocresía es una enfermedad espiritual que padecemos la mayoría de las personas religiosas, los que vamos al templo, a las comunidades cristianas.

El Papa en su encíclica sobre el Sagrado Corazón comienza hablando del corazón humano: “el corazón es el lugar de la sinceridad, donde no se puede engañar ni disimular. Suele indicar las verdaderas intenciones, lo que uno realmente piensa, cree y quiere, los secretos que a nadie dice, la verdad desnuda” por eso nos invita a volver al corazón” DN 5. “El corazón es capaz también de unificar y armonizar tu historia personal, que parece fragmentada en mil pedazos, pero donde todo puede tener un sentido. Es lo que expresa el Evangelio en la mirada de María que miraba con el corazón “DN 19

2.- La segunda actitud es la buena, la hermosa, la maravillosa vivencia de la viuda pobre. “Muchos ricos daban en abundancia, pero la viuda de condición humilde colocó dos pequeñas monedas” Jesús nos sorprende diciendo que “esta humilde mujer ha dado más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de los que les sobraba, pero ella de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir”.  Hay una diferencia entre dar y darse. Hay una diferencia entre dar un poco, que darlo todo. Los ricos daban mucho pero no se daban, no se entregaban al Señor. La viuda no sólo dio algo que matemáticamente es poco, pero que para Jesús que conoce el corazón era más porque se dio ella misma, entregó su persona a Dios.

Cada vez que escucho este evangelio yo tiendo a ponerme en el lugar de la viuda porque no soy rico, pero el Señor me denuncia que yo soy de los ricos porque doy de lo que me sobra, nunca he dado todo lo que tenía para vivir. Ustedes si no han dado todo son de los ricos. Dice san León Magno papa: “En la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de dones, sino el peso de los corazones”.

Admiremos e imitemos a esta viuda para que crezcamos en nuestra entrega al Señor. Estoy, estamos llamados a darnos totalmente al Señor, no tanto a dar cosas, a darnos como personas. En la presentación de dones la Iglesia nos invita a ofrecernos a Dios como personas junto con el pan y el vino que se presentan y “aportando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres” en la plegaria eucarística III rezamos: Que Él nos transforme en ofrenda permanente.

En este Mes de María oremos a nuestra Madre: Virgen María en este mes bendito procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados. Amén.

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.

TRISÉGIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

(Año par. Ciclo B)

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos:

a.- 1Re 17, 8-16: La viuda hizo un panecillo y se la dio a Elías.

b.- Hb. 9, 24-28: Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.

c.- Mc. 12, 38-44: Jesús juzga a los escribas; alaba a la viuda pobre.

– “Guardaos de los escribas, que gustan…de ocupar los primeros puestos en las sinagogas, banquetes…” (v. 38ss).

Este evangelio nos presenta la conclusión de las controversias de Jesús con los escribas, fariseos y autoridades de Israel (vv. 38-40); como contrapunto, tenemos el testimonio de una viuda pobre del templo (vv. 41-44). En un primero momento, Jesús descubre la hipocresía de los maestros de la ley, que con sus actitudes y comportamiento han opacado la verdadera piedad hebrea. Si bien, son conocedores de la Escritura, sacan provecho personal de ella: son asiduos en visitar la sinagoga, pero su corazón está lejos de la humildad y justicia. Sus oraciones, son para ser vistos por los demás, preocupados de su apariencia exterior, buscan los primeros puestos, amantes del dinero, etc. El juicio de Dios será muy severo con ellos (v.40; cfr. Mc. 12, 40). En esa sociedad, la viuda, el huérfano, el pobre son bíblicamente hablando, objeto especial del amor de Dios, que los defiende de los poderosos y opresores (cfr. Dt. 10,16-29; Ex. 22,21-23).

– “Jesús se sentó frente al arca de del templo… llegó una viuda pobre y echó dos moneditas” (v. 41ss).

En un segundo apartado, Jesús pone su mirada en la ofrenda de una pobre viuda, a quien coloca como modelo de piedad confiada en Dios, en oposición a la de los representantes de la fe oficial del culto judío en Israel. Ella manifiesta su fe, en un acto de gratuidad hacia los demás. Jesús, sentado, observa cómo los fieles echan sus ofrendas en el cepillo del templo, los ricos echan grandes cantidades de dinero, llegó una viuda que depositó dos monedas de muy poco valor (v. 42). Al ver este gesto, Jesús reacciona: había acusado a los escribas de hipócritas e injustos, propone a la viuda, como modelo de vida para sus discípulos, porque dio todo lo que tenía para vivir, es decir, entregó su vida a Dios simbolizada en esas dos moneditas (v. 44).  Ella es ícono de la auténtica piedad hebrea, la del verdadero Israel, no ha opacado la religión que se profesa en el templo, como los escribas y fariseos. Ella, como Jesús, considera el templo, como casa de oración, por ello, pone su vida en manos de Dios (cfr. Mc. 11, 17).  Colocar las dos moneditas en el cepillo del templo, significa que lo da todo por el culto a Dios y los pobres. Desde su pobreza, sin ser experta en las Escrituras, y sin conocer a Jesús, pone en práctica la gratuidad del amor, tema esencial del Evangelio de la gracia. Sin ser explícitamente discípula de Cristo, da su vida, como el Mesías (cfr. Mc.10, 45). Ella anticipa la entrega que hará Jesús, en abandono amoroso en Dios y gratuidad por la salvación de toda la humanidad. Es el Reino de Dios que se hace presente, reflejo de su gracia, puesto que ella lo ha ofrecido todo lo que es y lo que posee. El evangelista quiere insistir en el valor del pobre, como acogedor del Reino de Dios, y la novedad que trae Jesucristo; ambas viudas una pagana y otra judía, se presentan como activas participantes de la historia de la salvación y modelos de creyentes para los cristianos. Sólo el pobre da todo y se entrega a Dios confiadamente, vive el gozo de la gratuidad, de no sentirse dueño de nada, no apega su corazón a los bienes. Sabe estar en la comunidad, da culto al Dios único y verdadero, y su presencia se mide, no por lo que viste, sino por su humilde donación de sí misma. El amor en la viuda nos da su talla interior, el puñado de harina y las moneditas, son oro purísimo, su actitud de entrega amorosa, la hace digna de todo elogio e imitación a lo largo de los siglos.   

Lectura mística de la Doctora de la Iglesia S. Teresa de Jesús, encontró a Jesús de Nazaret, contemplándole Crucificado, ahí aprendió el valor de la pobreza. “En tornando a la oración y mirando a Cristo en la cruz tan pobre y desnudo, no podía poner a paciencia ser rica. Le suplicaba con lágrimas lo ordenase de manera que yo me viese pobre por ÉL” (Libro de la Vida 35,3).

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