Miércoles 25 de diciembre 2024
Misa del día Jn 1, 1-18
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana.
MISA DE LA NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
25 de diciembre 2024
MISA DEL DÍA
Lecturas bíblicas
a.- Is. 52, 7-10: Ya reina tu Dios.
b.- Hb. 1, 1-6: Dios nos ha hablado por su Hijo.
c.- Jn. 1, 1-18: La Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros.
El evangelio nos presenta el prólogo de S. Juan. Los temas que encontramos son: la Palabra y la obra de Dios hecha por ella (vv.1-5), Jesús Palabra y su encarnación (vv.6-14), y finalmente, Jesús Palabra y la Nueva Alianza (vv.15-18). El prólogo de S. Juan es una larga meditación acerca del misterio de la Encarnación, porque el Verbo, es revelación de Jesucristo, Dios y Hombre verdadero. Juan, nos ayuda a comprender quién es Jesús y quienes somos nosotros en este misterio. Si el corazón del prólogo está en la encarnación del Verbo: “Y la Palabra se hizo carne” (v.14), el autor se remonta al misterio de la S. Trinidad, para volver al misterio del hombre ahora iluminado por la luz de Navidad. Juan nos habla que: “En el principio existía la Palabra” (v.1). Se trata de la preexistencia real y personal, existencia realizada en plena comunión con el Padre (vv.1-5). La Palabra existe desde siempre de cara al Padre; su actitud es de escucha y obediencia. Jesucristo, Palabra encarnada, hace visible al hombre, al Padre invisible. La vida del mundo y de los hombres, la historia se la deben a la Palabra, porque además es la luz de los hombres (v.4). Afirmaciones teológicas que a Juan le hacen comprender que, de la plenitud de Jesucristo, todos hemos recibido gracia tras gracia (v.16), de su condición filial podemos recibirlo todo.
En un segundo momento, Juan contempla la venida histórica de Cristo como luz que brilló en las tinieblas. Hubo un testigo que la anunció y su misión fue hablar de esta luz, Juan Bautista, recibió el testimonio del Padre cuando bautizó al Hijo en el Jordán y, del Espíritu Santo cuando descendió sobre Jesús. El Bautista, como lámpara conduce a los hombres a la luz que es Cristo (cfr. Jn.1, 6. 8. 32.34). Pero la humanidad, los hombres, y los suyos, Israel la rechazaron, sin embargo, hubo un resto de ese Israel, que la recibió, para convertirse en hijos de Dios, naciendo así una nueva relación con el Padre, no establecida por la sangre, ni deseo de hombre, sino del querer de Dios (vv.9-13). El evangelista llega al centro del prólogo con la solemne afirmación que la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, mora en y entre los hombres, de manera permanente, hay testigos que contemplaron su gloria (v.14). La parte final, se refiere a Jesús, Palabra y Nueva alianza. Juan Bautista da un nuevo testimonio de la Palabra, de Jesús, Nueva alianza, muy superior a Moisés, iniciada con la Encarnación del Verbo (v.15). Esta Palabra, llena de gracia y verdad, ha llegado a todos; gracia sobre gracia, por medio de Jesucristo (v.16). Estas gracias son la Ley de Moisés y la de Cristo, pero esta es muy superior a la antigua, porque esa nueva Ley, es el propio Jesucristo, Palabra del Padre. Esta plenitud invita a todos los que creen en Jesús, a participar en la filiación de Cristo Jesús, haciéndose hijos de Dios en ÉL. Desde ahora toda la vida del cristiano está orientada a vivir esa filiación con docilidad, como hace Jesús, vivir por y para el Padre (cfr. Jn.1,17). Finalmente, Juan nos explica por qué Jesús, es el cumplimiento de la Ley de Moisés: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo Unigénito que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (v.18). Si Moisés no pudo ver el rostro de Dios, cuando se lo pidió; Jesucristo si lo pudo contemplar y nos lo ha contado (v.18; cfr. Ex. 33, 18-23). La invisibilidad de Dios, sólo la contempló su Hijo, pero porque viene de Dios, puede revelar al Padre. Toda la predicación de Jesús, a su vez, lo revela a ÉL, como Hijo de Dios, todo orientado hacia el seno del Padre. Este seno del Padre no es otra cosa que el amor y la intimidad entre ambos en el Espíritu Santo; toda la existencia de Jesús es vida filial hecha de escucha y obediencia al Padre. Relación de amor del Hijo con el Padre y del Padre por su Hijo a la ingresamos nosotros porque ÉL, ingresa en nuestra realidad hecho niño en Belén.
S. Juan de la Cruz, destaca el admirable trueque: en Dios, un Niño el llorar y en el hombre la alegría, cosa que tan ajena ser solía. “Y la Madre estaba en pasmo/ de que tal trueque veía/ el llanto del hombre en Dios, / y en el hombre la alegría, / lo cual de no y del otro tan ajeno ser solía” Romance acerca del Nacimiento (R. 9, 305-310).
Con todos los Santos del Carmelo les deseamos felices fiestas de Navidad.
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