Estimados amigos y amigas:
En unos días más el Papa Francisco se reunirá con los obispos chilenos en Roma. Este acontecimiento extraordinario no debiera pasar inadvertido para quienes nos sentimos parte de la Iglesia Católica. La reflexión personal y grupal, la oración personal y comunitaria, debieran formar parte de nuestras ocupaciones, ciertamente sin descuidar las tareas habituales. Porque junto con aportar con un granito de arena para ayudar al discernimiento de nuestros pastores junto al Papa, para el bien de todos, no podemos paralizar los procesos evangelizadores que estamos llamados a desplegar cotidianamente. En este sentido, les escribo estas líneas y comparto con Uds. lo que a continuación señalo.
La carta del Papa dirigida a nuestros Obispos es una citación que marcará un antes y un después. Así es. La Iglesia Católica chilena necesita una profunda renovación y un cambio que se oriente a reencarnar a todos los feligreses, e incluso al mismo clero, en el discipulado de Nuestro Señor Jesucristo.
Me parece muy oportuno que el contenido de esta carta esté siendo reflexionado en las distintas instancias de las comunidades educativas y, de manera particular, en las aulas con los estudiantes. Invito a los docentes que aún no lo han hecho se brinden la oportunidad de hacerlo, ya que esto nos hará bien a todos. Pienso que no solamente es importante estar bien informados, sino también hacer de este documento un contenido valioso del proceso de enseñanza-aprendizaje.
No es un tema menor, por otra parte, que el Papa haya reconocido que ha “incurrido en graves equivocaciones de valoración y percepción de la situación, especialmente por falta de información equilibrada”. Sin embargo, cabe la pregunta: ¿De quién o quiénes ha recibido información con falta de equilibrio? Lo que sí es claro que el Papa solo recibe información de esta naturaleza de parte de personas de absoluta confianza; de personas que, por su investidura y autoridad en el ámbito eclesial, mantienen una cercanía con él. En definitiva, personas que manejan información reservada e influyente en la toma de decisiones del Santo Padre.
Hay dos frases conocidas por todos y que brotan de la sabiduría popular: “El Señor escribe derecho en renglones torcidos” y “No hay mal que por bien no venga”. En este contexto me ha causado mucha esperanza saber que un joven, declaradamente no creyente, después de conocer la carta, haya compartido a su profesora de religión lo siguiente: “Estas son las cosas por las que a uno le dan ganas de creer”. La afirmación refleja indudablemente la trascendencia y el impacto positivo que tienen gestos tan sencillos, pero significativos, como el reconocer los errores y el deseo sincero de enmendar. Ante tal reacción es posible avizorar una luz de esperanza dentro de todo lo doloso que hemos vivido como Iglesia.
Lo que todos esperamos es transparencia, restitución de las confianzas y una decisión pastoral que considere el dolor de las víctimas, desde la caridad testimoniada por el Buen Pastor.
Dios quiera que todo lo vivido traiga como consecuencia no sólo renuncias o cambios solicitados de manera voluntaria o involuntaria, sino que ésta sea una oportunidad de una nueva manera de ser Iglesia; una Iglesia cercana y misericordiosa que se hace cargo del necesitado y que hace visible la comunión fraterna, desde un auténtico espíritu de servicio. El mismo Señor Jesús lo ha dicho: “Hagan como el Hijo del Hombre, que no vino a ser servido, sino a servir…” (Mt. 20,28).
Pbro. Edgardo Fernández Apablaza
Vicario Episcopal de Educación
Obispado de Valparaíso
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