Reflexión Evangelio

Domingo 23 de junio, Domingo XII del Tiempo Ordinario

“DOS MIEDOS, DOS ORACIONES”

Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso

MAESTRO ¿NO TE IMPORTA QUE NOS AHOGUEMOS?

DOMINGO 12 ORDINARIO CICLO B.

En este Año de la Oración proclamamos este texto llamado tradicionalmente la tempestad calmada donde vemos dos tipos de miedo en los discípulos que suscitan dos tipos de oración.

1.- El primer miedo es el que surge naturalmente al verse envueltos en un fuerte vendaval y ver que Jesús duerme. Sienten que no pueden controlar la situación. Es una oración desde la angustia, el miedo, la inseguridad: Maestro ¿no te importa que nos ahoguemos?

El mar y la tempestad son signos de la inseguridad de la vida. En el mar y en la tempestad no hay nada seguro. La vida está en peligro siempre. Es una fuerza que nos sobrepasa, que no podemos dominar. Ya no dependemos de nosotros mismos. Pero este concepto que se aplica al mar se aplica también a nuestra vida. La verdad es que no tenemos nada seguro (aunque vivamos llenos de seguros). Nada es firme en esta tierra, en nuestra vida. Todo es inseguro, pasajero, no tiene firmeza en sí mismo. Todos nos afirmamos en las cosas y en las personas y vamos experimentando que es algo débil, que no te da seguridad. O más bien es una seguridad engañosa, aparente, es una falsa seguridad. Esto nos pasa en nuestra vida: a veces creemos estar firmes y ya seguros de todo problema y para que volvamos a la realidad el Señor permite alguna tormenta, vientos fuertes o terremotos en nuestra vida personal o en la de nuestra familia, o en la comunidad.

En este caso la oración nace de lo profundo, del corazón como un grito como un reclamo al Señor: Maestro no te importa que nos ahoguemos. Señor no te importa mi dolor, mi miedo, mi inseguridad. Señor no te importa mi sufrimiento y el sufrimiento de los inocentes. Gritarle al Señor, orarle desde lo profundo del ser. Que el Señor despierte y le diga a nuestras tormentas: Silencio Cállate..  y venga una gran calma a nuestro corazón.

2.- El segundo miedo se produce cuando el mar y el viento ya se han calmado: Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?

Es una oración que nace del temor reverente, un temor de respeto. Es descubrir que están en la presencia de Dios. Se maravillan de que Dios se ha manifestado. Es asombrarse ante la actuación de Dios que hace callar y silenciar el mar y el viento.

Es la oración de adoración, de asombro ante el Señor. El Catecismo nos enseña que “la oración de adoración es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador. Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho. La adoración del tres veces santo y soberanamente amable nos llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas” Catecismo 2628. Es una oración que nace cuando vemos la grandeza de Dios en sus misterios, en la Eucaristía. Cuando cantamos: Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo. Cuando oramos: Gloria a Dios en el cielo…

En la semana oremos en silencio o con voz suave: CREO SEÑOR, PERO AUMENTA MI FE.

SEÑOR QUÉ GRANDE ERES.

DÉCIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (Año par. Ciclo B)

Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana. 

Lecturas bíblicas:

Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Domingo:

Lecturas:

a.- Job. 38, 1. 8-11: Aquí se romperá la arrogancia de tus olas.

b.- 2Cor. 5,14-17: Ha llegado lo nuevo.

c.- Mc. 4,35-40: La tempestad calmada.

– “Este día, al atardecer, les dice: Pasemos a la otra orilla” (Mc. 4,35ss).

El evangelio, nos presenta la tempestad calmada, por obra de Jesucristo (cfr. Mt. 8, 23-27; Lc. 8, 22-25). Aquí, con el poder de Dios, Jesús calma el mar, con lo que el evangelista lleva a creer en Jesús, Hijo de Dios que vence la muerte y salva a los creyentes. Pasar a la otra orilla, tiene en Marcos un significado especial, pasar a comprender el poder de la fe, y conocer mejor a Jesús, como el Hijo de Dios. Hasta ahora, Jesús había predicado desde una barca mientras la gente, le escucha desde la orilla. Esa misma tarde, deciden cruzar el lago o mar de Galilea (v.35). El relato revela fuertes contrastes, entre la borrasca que se levanta y el tranquilo sueño de Jesús, el reposo del Maestro y la angustia de los discípulos, tempestad y bonanza. El pasaje posee un trasfondo veterotestamentario, textos que alaban el dominio del Señor sobre las aguas (cfr. Sal. 89,10ss), el hecho que el mar, criatura de Dios, es también imagen del caos original, lugar de los monstruos marinos, criaturas demoníacas que amenazaban la vida de los navegantes; el Salmo canta la salvación que Yahvé brinda a quienes invocaron su auxilio (cfr. Sal.107, 23-30). “Pasemos a la otra orilla” (v.35), expresión que en labios de Jesús expresa una orden, hecha con autoridad y que requiere confianza y obediencia. Los apóstoles, recogen a Jesús como estaba, es decir, en la barca, desde la que estaba enseñando. Si bien el fenómeno de la tempestad es producto natural, propio de la geografía y clima de la región, la depresión del Jordán frente a la cadena montañosa del Hermón, el significado es mucho más profundo: la nueva comunidad de los apóstoles está sujeta al asalto de las fuerzas oscuras, que amenazan su existencia. El sueño de Jesús se explica, por el cansancio del día, pero también, ese “despertarse” de Jesús, es un velado anuncio de la resurrección de Cristo.

– “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?” (v. 38ss).

Esta súplica de los apóstoles es la expresión de una fe aún imperfecta, a lo que el Maestro responde con calma, invitándolos a descubrir más allá del silencio, la presencia amorosa de Quien lo puede todo. La falta de fe de los apóstoles consiste en haber creído que Jesús, los abandonaba a su destino, es decir, al naufragio seguro. La duda, nace de si podrá hacer algo, de su persona, en definitiva, de si realmente los quiere. En lugar de estar angustiados y ansiosos por la situación, era mejor estar cerca de Quien reposa tranquilo en el cabezal (v.38). Despertado por los discípulos, Jesús se levanta, el sueño, metáfora de la muerte, se opone, el despertarse-levantarse, del Hijo de Dios que vence para sí y sus discípulos el oleaje del mar, símbolo de las fuerzas oscuras de las potencias del infierno y de la muerte. Jesús increpó al mar y dijo: “Calla y enmudece” (v.39). El Maestro tranquilaza el mar, como si fuera un demonio, enemigo del hombre, dando a la acción, una connotación de exorcismo. La gran bonanza (v.39), la calma del mar, opuesto a la borrasca, es la victoria de Jesús sobre la muerte, con lo que libera a los apóstoles de su asalto. Luego, viene el reproche de Jesús a los apóstoles, por su cobardía y falta de fe (v.40). Con lo ya acontecido, deberían tener fe en Cristo, conocer a Jesús y su poder que salva. Tienen miedo a la muerte, lo mismo el anuncio de la Pasión, y lo dejarán sólo, porque huirán, el miedo habla de falta de fe (cfr. Mc. 8,32; 10,32).

– “¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Mc. 4, 41).

Finalmente, la incipiente fe de los discípulos es movida por el temor de Dios, que los lleva a interrogarse, ante la epifanía del poder divino: ¿Quién es éste? (v. 41). La pregunta, los acompañará por largo tiempo, hasta que puedan confesar su fe en el Hijo de Dios. Si hay una característica en Marcos, es querer responder dos interrogantes básicas para comprender su evangelio: la primera se refiere a la persona de Jesús, el Reino que inaugura y sus leyes, y una segunda, quién es el discípulo y de qué modo seguirle. ÉL no revela ni proclama su identidad, sino que son los discípulos quienes deben comprenderla y manifestarla. Son los discípulos, quienes deben aprender a conocer, quién es el Señor por sí mismos, acogiendo su palabra y enseñanza, siguiéndole, interrogándose por las experiencias que han vivido con ÉL (cfr. Mc. 4, 40s; 8,16-21). El Evangelio de Marcos, converge más que en lo doctrinal, en lo experiencial de Jesús, que nace de la comunión de vida con ÉL. La llamada al seguimiento de Jesús se concretiza en forma muy precisa: conocer su persona, acoger su enseñanza y adherirse a su camino de vida. Marcos, empuja al lector a contemplar la persona de Jesús, con lo que consigue, entrar en el contenido del Evangelio y de la persona del Maestro de Nazaret.   

Lectura mística. S. Juan de la Cruz interpreta este pasaje evangélico: Podemos aplicar a los apóstoles que probados en su fe, como el alma cristiana que sale de la noche de la oscura, la bonanza trajo una paz para preguntar acerca de quién es Jesús. “Echará bien de ver el alma que quisiere mirar en ello, y cómo en este camino (dejando aparte lo espiritual que no se siente) echará de ver cuántos altos y bajos padece, y cómo tras la prosperidad que goza, luego se sigue alguna tempestad y trabajo, tanto, que parece que le dieron aquella bonanza para prevenirla y esforzarla para la siguiente penuria, y cómo también, después de la miseria y tormenta, se sigue abundancia y bonanza; de manera que le parece al alma que, para hacerla aquella fiesta, la pusieron primero en aquella vigilia. Y éste es el ordinario estilo y ejercicio del estado de contemplación hasta llegar al estado quieto: que nunca permanece en un estado, sino todo es subir y bajar.” (2 Noche Oscura 18,3).

 

   

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