Reflexión Evangelio

Domingo 22 de diciembre, 4° de Adviento

Lc 1, 39-45

Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso.

Cuarto de adviento ciclo C. San Lucas 1,39-45

Hoy se puede decir que el evangelio nos narra el encuentro de dos mujeres bendecidas por Dios y el encuentro de sus hijos que están en el vientre de sus madres. Es un encuentro lleno de alegría y de Espíritu Santo.

Santa Isabel expresa su alegría con dos bendiciones: a la madre y al Hijo: Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre. Estas dos hermosas expresiones han quedado en el Ave María, la oración que siempre rezamos, sobre todo en el santo Rosario.

BENDITA ERES ENTRE LAS MUJERES: santa Isabel proclama a María bendiciendo, o sea, orando, que no hay ninguna mujer más grande que la Virgen María, no hay mujer más santa que nuestra buena Madre, es la mejor de todas las mujeres. En María el ser mujer llegó a lo más alto. En este tiempo que las mujeres han ganado espacios legítimos y que todavía tienen que lograr más, es bueno que todos mujeres y varones miremos a nuestra tierna Madre como la más grande de todas las mujeres de todas las épocas. Mirando a la Virgen María las mujeres pueden verse como en un espejo, siendo una pequeña joven de muy poca edad, que vivía en una ciudad insignificante del inmenso Imperio Romano, el Señor la elige y la eleva como ejemplo de cristiana ,discípula y misionera.

BENDITO ES EL FRUTO DE TU VIENTRE

También Isabel bendice a su Hijo. Bendito, Santo, Grande es el fruto de tu vientre. Madre has sido bendecida en tu Hijo que has concebido, no por obra de varón sino por obra y gracia del Espíritu Santo.

VIVIR BENDICIENDO: Bendecirnos mutuamente es lo contrario de maldecirnos. Muchas veces nosotros maldecimos a los demás con nuestras palabras y también con los pensamientos. Maldecir es contaminar el mundo con sentimientos y actitudes negativas. Es casi querer destruir a lo otro.

Santa Isabel hoy nos invita a bendecir, es decir, a decir-bien de los demás. No decir ni hablar mal de nadie. Bendecir las personas es como esparcir un perfume de rico y fragante olor, que nos hace respirar aire puro.

En este Año de la oración es bueno recordar que la bendición es oración cristiana fundamental. La Bendición tiene dos direcciones: una hacia Dios, hacia lo alto: bendecir a Dios y la otra es hacia abajo: Dios nos bendice y nos invita a bendecir a los demás. Dice el Catecismo:

2626   La bendición expresa el movimiento de fondo de la oración cristiana: es encuentro de Dios con el hombre; en ella, el don de Dios y la acogida del hombre se convocan y se unen. La oración de bendición es la respuesta del hombre a los dones de Dios: porque Dios bendice, el corazón del hombre puede bendecir a su vez a Aquél que es  la fuente de toda bendición.

2627   Dos formas fundamentales expresan este movimiento: o bien sube llevada por el Espíritu Santo, por medio de Cristo hacia el Padre (nosotros le bendecimos por habernos bendecido; cf. Ef. 1, 3-14; 2 Co 1, 3-7; 1 P 1, 3-9); o bien implora la gracia del Espíritu Santo que, por medio de Cristo, desciende del Padre (es él quien nos bendice; cf. 2 Co 13, 13; Rom 15, 5-6. 13; Ef. 6, 23-24).

Vivamos bendiciendo a Dios que nos bendice en este tiempo con el nacimiento de su Hijo y recibamos la bendición del Señor para nosotros bendecir a los demás, nunca maldecir. Bendecir siempre y a todos.

Repitamos en estos días antes de Navidad: María, bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

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