Volvemos a Retomar el Camino

La última asamblea diocesana vivida hace algunos días atrás, en el colegio San Pedro Nolasco de Valparaíso.  Nos permite volver a sumarnos al camino que lleva nuestra Iglesia y que en estos años hemos ido también recorriendo como Iglesia Diocesana. El Documento Final inicia con una certeza que nunca hemos de olvidar: Cada nuevo paso en la vida de la Iglesia es un regreso a la fuente, una experiencia renovada del encuentro con el Resucitado que los discípulos experimentaron en el Cenáculo la tarde de Pascua. Como ellos, también nosotros, participantes en esta Asamblea sinodal, nos hemos sentido abrazados por su misericordia y conmovidos por su belleza. Viviendo la conversación en el Espíritu, escuchándonos unos a otros, hemos percibido su presencia en medio de nosotros: la presencia de Aquel que, donando el Espíritu Santo, sigue suscitando en su Pueblo una unidad que es armonía de las diferencias.”[1].

Las imágenes que nos dejaron esa significativa Asamblea, son el mejor reflejo de la invitación que se nos hace como Iglesia de Valparaíso. En primer lugar sintiéndonos abrazados por la misericordia, como hermanos y hermanas que la experimentan y que son invitados a compartir con todo el mundo a donde hemos sido enviados, “Vayan y hagan discípulos en todas las naciones y bautícenlos en el nombre del Padre y del Hijo,, y del Espíritu Santo…” (Mt. 28. 19-20). Hemos percibido la presencia del Espíritu en medio de nosotros. La escucha y el dialogo son el mejor ejemplo de una comunidad que busca la unidad que es armonía de las diferencias.

El objetivo de nuestra asamblea, fue bastante precisa,  después de escuchar algunos testimonios, nos abocamos a escudriñar los cuatro desafíos  para nuestra Diocesis que surgen a partir del documento final del Sínodo.  En las próximas semanas conoceremos los trabajos de cada uno de los grupos,  el Documento Final y nuestros reflexión, serán para nosotros esa carta de navegación necesaria para los próximos años.

La sinodalidad nos invita  conectarnos con las más profundo de nuestra misión. No es un fin en sí mismo o una estrategia pastoral novedosa. El Documento Final lo señalan de la siguiente manera. “La sinodalidad no es un fin en sí misma, sino que apunta a la misión que Cristo ha confiado a la Iglesia en el Espíritu. Evangelizar es “la misión esencial de la Iglesia […] es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad profunda” (EN 14). Estando cerca de todos, sin diferencia de personas, predicando y enseñando, bautizando, celebrando la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación, todas las Iglesias locales y la Iglesia entera responden concretamente al mandato del Señor de anunciar el Evangelio a todas las naciones (cf. Mt 28,19-20; Mc 16,15-16). Valorando todos los carismas y ministerios, la sinodalidad permite al Pueblo de Dios anunciar y testimoniar auténtica y eficazmente el Evangelio a las mujeres y a los hombres de todo lugar y tiempo, haciéndose “sacramento visible” (LG 9) de la fraternidad y unidad en Cristo querida por Dios. Sinodalidad y misión están íntimamente ligadas: la misión ilumina la sinodalidad y la sinodalidad impulsa a la misión”.[2]

Estimados hermanos y hermanas. Que todo este trabajo y reflexión, nos permitan volver a retomar nuestra misión como Iglesia Sinodal. Una Iglesia que viva una profunda Comunión y Participación, abrazando la Misión que nos dejara el Señor Jesús.

Por: Mons. Mario Andrés  Salas Becerra O. de M., Obispo Auxiliar de Valparaíso.


[1] Documento final del Sínodo, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión. n° 1

[2] Ibid. n° 32

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