Domingo 01 de septiembre 2024, Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23
Por: Pbro. Ramón Tapia, Diócesis de Valparaíso
LA VERDADERA CONTAMINACIÓN
DOMINGO 22 B. San Marcos 7,1-8.14-14.21-23
El evangelio de hoy puede ayudarnos a crecer en la vida de oración en este año dedicado a ella.
Jesús dice hoy respondiendo a los fariseos y escribas por qué los discípulos no se lavan las manos al comer: Hipócritas. Bien profetizó Isaías de ustedes en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
1.- Hipócritas: Para orar primero es bueno reconocer que somos hipócritas, que no somos verdaderos ante Dios y ante los demás. Recordemos que este pecado que pocas veces confesamos es el que más denuncia Jesús. Y lo cometían en tiempo de Jesús los fariseos y escribas que eran los más fieles cumplidores de la Ley de Dios. Escuchemos al Cardenal Cantalamessa que nos ayuda a descubrir y reconocer este pecado, lo hace hablando de la pureza de corazón dice: “Es sorprendente lo poco que entra el pecado de hipocresía —el más denunciado por Jesús en los Evangelios—, en nuestros exámenes de conciencia ordinarios. Al no haber encontrado en ninguno de ellos la pregunta: « ¿He sido hipócrita?», he tenido que introducirla por mi cuenta, y rara vez he podido pasar indemne a la pregunta siguiente. El más grande acto de hipocresía sería esconder la propia hipocresía. Esconderla a uno mismo y a otros, porque a Dios no es posible. La hipocresía se vence, en gran parte, en el momento que es reconocida.
Y agrega: “Es hacer de la vida un teatro en el que se recita para un público; es llevar una máscara, dejar de ser persona para convertirse en personaje. El personaje no es otra cosa que la corrupción de la persona. La persona es un rostro, el personaje una máscara. La persona es desnudez radical, el personajees todo vestimenta. La persona ama la autenticidad y la esencialidad, el personaje vive de ficción y de artificios. La persona obedece a sus convicciones, el personaje obedece a un guión. La persona es humilde y ligera, el personaje es pesado y torpe”.
2.- Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
La oración es comunicarse con el Señor, dialogar con Dios. Es expresar con las palabras, cantos, gestos lo que llevamos en el corazón, pero nos puede pasar que nuestro corazón, nuestro interior esté lejos de Dios. Muchas veces las personas religiosas podemos caer en este pecado de la hipocresía sin darnos cuenta, honramos a Dios con los labios, con nuestras palabras y cantos pero no con nuestro corazón. Estamos distraídos o andamos en otra. O cantamos y rezamos algo pero pensamos y sentimos distinto. Andamos divididos interiormente. El Concilio Vaticano II al reformar la Liturgia decía que “los fieles se acerquen a la sagrada liturgia con recta disposición de ánimo. Pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano”
La hipocresía es el pecado de las personas religiosas y cumplidoras porque como sabemos lo que es bueno, lo que es el amor, lo que son las virtudes, si no las tenemos caemos en el pecado de disimularlas, de aparentarlas.
3.- Es del interior del interior, del corazón de los hombres de donde provienen las malas intenciones…
Como dice Jesús la verdadera contaminación y suciedad, lo que mancha a ti y a mí no son los alimentos sino lo que sale del interior: las malas intenciones, la maldad, la avaricia, los robos, los adulterios, el orgullo, el desatino, etc. Porque antes que tú realices algo malo, lo pensaste; y si lo pensaste ya has pecado en tu corazón, has ensuciado tu alma.
En la oración de perdón en la Misa decimos que hemos pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Ya pensar o desear algo malo es pecado.
Por: P. Julio González C., Pastoral de Espiritualidad Carmelitana
VIGÉSIMO SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
(Año par. Ciclo B)
Lecturas bíblicas:
Abrimos nuestra Biblia y buscamos estas lecturas del próximo Domingo:
a.- Dt. 4, 1-2. 6-8: No añadáis nada a lo que os mando.
b.- Sant. 1,17-18. 21-22. 27: Llevad la Palabra a la práctica.
c.- Mc.7,1-8.14-15.21-23: Discusión sobre las tradiciones farisaicas.
– “¿Por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras?” (Mc.7, 5).
En este evangelio encontramos dos partes: Jesús discute sobre las tradiciones rabínicas (vv. 1-13) y en la segunda habla sobre lo puro e impuro (vv.14-23). El evangelio, nos presenta un encuentro de los fariseos, que vienen de Jerusalén, a encontrarse con Jesús, y observar, de algún modo, así su persona, como su doctrina y obras. Los fariseos, como partido religioso, buscan sinceramente cumplir con las prescripciones de la Ley de Moisés, para conseguir el favor divino y la salvación en el futuro. Pretendían hacer de Israel un pueblo sacerdotal, de este modo adelantar los tiempos mesiánicos. Su entrega a favor del pueblo los hacía respetables, pero en su celo, daban demasiada importancia a los preceptos más insignificantes. No sólo obedecían los mandamientos, sino una serie de preceptos, que sus doctores, expertos, habían dado a lo largo del tiempo, interpretaciones y acomodaciones a ley mosaica. Son lo que conocemos como “tradiciones de los antepasados”, las que Jesús discute en este pasaje evangélico. Estas prescripciones purificadoras, que los sacerdotes ejercían en el santuario, querían extender a todo el pueblo para así preparar un pueblo sacerdotal. Esto trajo como consecuencia, que estas interpretaciones se ponía a la misma altura que los mandamientos, lo que se convirtió en una pesada carga para el pueblo (vv.5-8). No cumplir equivalía a ser considerado, como trasgresor de la Ley (cfr. Jn. 7, 49). Este afán, hacía de los fariseos hombres muy piadosos, pero duros y orgullosos por cumplir, el amor misericordioso de Yahvé parecía ausente de sus vidas, por no necesitarlo (cfr. Mt. 23,23).
– “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí…” (Mc.7, 6s).
Jesús les responde, a su requerimiento sobre la actitud de los apóstoles, que no se lavaban las manos antes de comer, con la fuerza de la palabra de Dios (vv. 6-8; cfr. Is. 29,13). Les reprocha su hipocresía y contradicción entre lo que dicen, y el hecho de quebrantar la voluntad de Dios, por quedarse en preceptos humanos. No se critica el lavarse las manos, ellos consideran que Jesús y los suyos desprecian las prescripciones de los antepasados. Los profetas, habían criticado este culto externo a Dios, exhortando a una conciencia limpia y recta, no un culto de labios afuera, sin corazón, cimentado en tradiciones humanas, y no en el mandamiento divino. No se critica tampoco el culto en sí, sino sólo el culto vacío de contenido espiritual, y moralmente infecundo (cfr. Rm.12,1; 1Pe.2,5). Jesús les pone, por ejemplo, como un precepto humano, la tradición del korbán, con lo cual se trasgredía, el cuarto mandamiento de la ley de Dios (vv. 9-13; cfr. Ex.20,12; 21,17; Dt.5,16). Esta tradición consistía, en que el individuo podía consagrar sus bienes a Dios, diciendo: “Sea esto ofrenda sagrada”, y eludir la obligación de sustentar a sus padres. Al pronunciar la formula korbán, sobre ellos, un resquicio legal, permitía retener la posesión de esos bienes. Bienes, que luego, no se entregaban jamás al templo. Jesús denuncia esta actitud, donde primaba la tradición humana, por sobre la palabra de Dios; pone el precepto del amor, por sobre holocaustos y sacrificios, no permitiendo la supresión de los deberes para con los progenitores (cfr. Mt. 12,33). Con esta resolución, Jesús deja en claro, que Dios es amor y quiere amor al prójimo, con el que ÉL mismo es amado. Amar a Dios y al prójimo, supera con creces todo legalismo religioso (cfr. Mt.1,22; 16,6-9; 12,30).
– “Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.” (Mc. 7,15s).
En la segunda parte, Jesús habla al pueblo, acerca de lo puro e impuro (vv. 14-23), tema al que los fariseos daban gran importancia, aunque no lo menciona explícitamente, se refiere a los alimentos, que entran en el hombre. Los alimentos los dividían en puros e impuros, así como los animales y peces (cfr. Lev.13, 1-31; Dt. 14, 3-20). Más importante para ÉL, es lo que sale del hombre, lo que verdaderamente hace impuro al hombre (cfr. Lev.11-15). Del corazón humano, nacen malas acciones y vicios, con lo que enseña, que el acto moral está cimentado en la decisión consciente del hombre, con lo que introduce lo religioso, en el campo de la moralidad, dándole así mayor interioridad a la misma. Sigue un catálogo de trece vicios o actitudes negativas, los siete primeros en plural, los otros en singular, lo que viene a demostrar, hasta dónde, puede llegar la maldad humana (vv. 21-22; cfr.Sal.10,3;14,1; Lc.12,20). Con este pasaje, Marcos conserva un pasaje esencial sobre la doctrinal moral de Jesús, pero también, el profundo conocimiento del corazón humano que tiene el Señor. Este texto, nos presenta el corazón humano, lo interior del hombre, su conciencia: el corazón del hombre, como fuente del acto moral, bueno o malo. Si el corazón del hombre es limpio y puro, como de un manantial, brotarán los buenos pensamientos y las acciones buenas.
Lectura mística de la Doctora de la Iglesia S. Teresa de Jesús interpreta este pasaje evangélico: “Me dijo el Señor: “No tengas pena, que Yo te daré libro vivo”. Desde a bien pocos días, lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que veía presente, y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja imprimido lo que se ha de leer y hacer de manera que no se pueda olvidar!” (Vida 36,5).
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